Yo no entiendo casi nada y me muevo torpemente, pero el espacio es hermoso, silencioso, perfecto.
Yo no entiendo casi nada, pero comparto el azul, el amarillo y el viento.
La tarde avanza lentamente, y yo mirando quiero ver. (Eduardo Chillida)
Esta Navidad he hecho una excepción y he comprado un décimo...
Dicen que con seguridad toca, mínimo, lo invertido. Estaré atenta mañana a los niños cantores de San Idelfonso... ¡por si acaso me llevo el premio gordo! :-)
Mercedes es una mujer fuerte. Es el generoso cimiento de su familia. A ella no le puede pasar algo malo... porque es quien sostiene al resto. Siempre.
Por trabajo Mercedes viaja a un lugar de costa, en el que pasa un fin de semana para realizar las oportunas gestiones laborales.
Mercedes teme al mar. Mercedes no sabe nadar.
Allí Mercedes se reencuentra con una vieja y querida amiga. Disfruta y se disfrutan mutuamente.
También se topa con una misteriosa mujer, vestida de blanco impoluto... una presencia epatante... de mirada penetrante y gesto imperturbable, que le causa desasosiego. En el momento más inesperado aparece, una y otra vez, mirándola con fijeza insistente, escrutándola... como si la estuviese esperando. A ella, exclusivamente a ella. A Mercedes.
El ultimo día, en su habitación de hotel, tras ducharse, Mercedes descubre un bulto en su cuerpo. Palpa... vuelve a palpar... corrobora. Desazón... preocupación... presentimiento inquietante...
Desayunando en el comedor, una vez más, frente a ella está la dama de blanco. Elegante, altiva... con sus ojos clavados sobre la diana que es la propia Mercedes quien, incómoda hasta el extremo por la sonrisa fantasmagórica que le dedica tan extraña presencia, se marcha precipitadamente.
Mientras su jefe paga la cuenta del hotel, Mercedes parece algo perdida... nerviosa... como si le faltara el aire... y de repente es abducida por una corriente fresca que la lleva hacia la playa... Baja las escaleras... camina hacia la orilla... respira hondo desprendiéndose de chaqueta... de zapatos... de su profundo miedo al mar... que a su espalda va dejando tirados sobre la arena...
Mercedes se arma de valor y lentamente se adentra en el agua... se lanza a sentir la vida en el inmenso lugar en que se originó. Percibiendo su frescura... su palpitar... su aliento. Cerrando los ojos a la luz de un sol que la nutre a la par que despunta el día. Llenando sus pulmones. Empapándose de vida... en un nuevo amanecer. Y es que, en cuestión de minutos, de segundos, todo cambia...
Y, por cierto, qué actriz tan maravillosa... Ana Duato. ¿Se puede decir más con el silencio?