Más y más años transcurridos desde que no lo hacía, pero hoy he vuelto a pasar por “el parque”. O a pasear, siendo exacta. Sí… “el parque”. Poco importa que tuviera un nombre: “Nicolás Salmerón”. Cuando era pequeña, era el único parque de mi ciudad y por ser el único, de uno, es que era “el parque”. Allí nos congregábamos gran parte de los niños de la ciudad, formando largas colas para montarnos en los escasos columpios, cuando opciones y economía de la mayoría de familias fundamentalmente permitían hacer eso: ir al parque el domingo por la mañana.
El quiosco donde vendían chucherías y palomitas ya no está, pero sí los ficus longevos… allí continúan, regalando su sombra y frescor a cambio de nada…
(Las raíces de un árbol son ramas bajo tierra, las ramas,
raíces en el aire. "Tagore")
También mis hermanos, los delfines, aún sonríen contentos en sus piruetas acuáticas…
El remero sigue moviendo sus brazos en busca de un horizonte…
Todavía las palmeras se estiran hacia el cielo exóticas… perfilando la extensión del parque lateralmente… Aquel espacio que antaño me parecía extraordinariamente amplio es ahora tan, pero tan chiquito… Quizás es que cuando una es pequeña lo ve todo grande. O tal vez suceda que cuando una es grande lo ve todo tan pequeño…
En ese trayecto en el que pasado y presente se entrelazaban, en una jornada laboral vacía de gente en aquel lugar, me sonreía el corazón, esponjadito, pero también me lloraba a partes iguales. No recuerdo haber tenido semejante sentimiento simultáneo con tanta intensidad. Entonces una pregunta ha surgido desde lo más abisal: "¿Dónde estará aquella pequeña Alicia… dónde?"... Me he asomado a mis leveinteriores... con ahínco me he vuelto a asomar... y no la he encontrado.
¡Anda, pero si está aquí!...
¡Y aquí!...
Y he entendido porqué la gente se fotografía. No para saber en qué lugares se estuvo. Nos hacemos fotografías para recordar… quienes un día fuimos... y quién sabe si para poder a volver a ser lo que las imágenes muestran. O, siquiera, aferrarnos a esa esperanza... aunque sólo sea una pizca... una micra.... un quark. Inocencia querida, te he perdido… ¡¿cuándo, cuándo me serás devuelta?!...
:-)
¡Anda! ¡Cómo te tenías de callado que ERES una niña regordeta! ;-)
ResponderEliminar¡Eeeeeeh!... se dice niña pata negra, ¡calidad ibérica! :-D
EliminarLa melancolía es el placer de estar triste.
ResponderEliminarVictor Hugo
Decía Emily Dickinson: "Mi tristeza es tan suave que casi parece una tímida sonrisa"... es decir, melancolía ;-)
Eliminar¡Pero si mi amiga Leve-Alicia es una guapa de toda la vida!
ResponderEliminarMe encanta tu collar y tu cabello suelto. ¡Que tiempos aquellos donde las niñas se vestían con falda!... ¡y como niñas!. Encantadoras las fotos. Que bonitos tiempos pero mira, que la inocencia no las has perdido, solo la has guardado un poquito para sobrevivir en este mundo adulto.
Víctorcito, la regla más básica al hablar con una mujer es NUNCA decirle regordeta, puedes causar un trauma irreversible jajajajaja.
¡Abrazotes!
¡Qué bien me miras (siempre) amigüi!
EliminarEse collar era del traje de gitana (imagínate a Lola Flores pero en pequeño)... y yo era la persona más feliz del mundo encasquetándomelo siempre que podía. El anillo, en cambio, era "bueno"... pero yo no lo sabía y además daría exactamente igual. Lo importante era lucir femenina... jejeje.
Víctor... en fin Myriam... ¡es hombre!... Regordeta dice el gachó :d
¡Abrazo transoceánico!
Pd. Sobrevivir, a veces sí ;-)
jajaja Myriam, puede ser, pero en el caso concreto de nuestra amiga Leve creo que no hay ningún riesgo de que se lo tome mal.. :-D
ResponderEliminar¿Yo... tomármelo a mal?... ¡qué va!
Eliminar(nota mental: :(( :-( :( :-t :- )
:P
Es cierto, ella es feliz y sabe muy bien que es una guapa.
ResponderEliminarSaludos a todos!
Pa' lo que me sirve amigüi... ;-)
ResponderEliminarLo dicho, qué rebién me miras.
Besote.