Anoche, mientras esperaba que comenzase un documental en el que tenía interés, empecé a hacer eso que se conoce como zapping. ¿Resultado?... ¡cuántos canales que ni conocía! En uno de ellos, “Xplora”, había un programa que se llamaba “Buscadores de fantasmas”. Recordé de inmediato lo aficionada que era yo al asunto, siendo peque. Entre otras del género de terror, no me perdía ni una película del mejor vampiro de todos los tiempos: Christopher Lee. Bueno... el mejor hasta que llegó Gary Oldman en “Dracula de Bram Stoker”, ¡faltaría!...
¡Ains!... si es que con ese acentillo, y diciendo tales cosas, una se enamora y casi desea que no le deje gota de sangre en la yugular.
Como es lógico en una pipiola de unos diez años, después de entregarme al sufrir deleitoso (“Sarna con gusto no pica”, recuerden), luego no pegaba ojo en toda la noche, o casi toda. Sin embargo no corría peligro si algún ser de ultratumba venía para atacarme, matarme, llevarme o sinónimos varios, pues yo tenía el arma que me salvaba de cualquier monstruo o primo hermano que pudiese aparecer con aviesas intenciones. Y quizás se pregunte el respetable cuál era ese escudo defensivo. Tan fácil que ni me lo creerán: me tapaba hasta el último cabello de la cabeza con la sábana y me convertía en intocable por arte de magia potagia. ¿Que no?... ¡¿y cómo es que estoy aquí vivita y coleando... eh, eh, eh?! :-D. Efectivo 100% oigan, que una noche incluso vi al Conde detrás de la cortina de mi dormitorio y ni me rozó... Claro que a la mañana siguiente si por poco amanecí asfixiada... por la falta de oxígeno y eso :-DDD
Pues ahí estaba yo anoche, actualmente con pérdida de fe absoluta en criaturas del más allá... A ver... que no digo yo que no existan y que intervengan en nuestra dimensión, sino que a mí por un lado me está ocurriendo como a San Agustín (“Ver para creer”) y por otro... ¡gracias al bosón de Higgs! no se me ha manifestado espectro alguno (muerto, quiero decir, porque vivos, ejem... procede el uso del plural). Recapitulo... ahí estaba yo, viendo a tres jóvenes varones que se encontraban en las bóvedas subterráneas de no sé qué lugar encantado invocando a un fantasma. Grabando con cámaras de visión nocturna, de esas que todo lo registran en tono verdoso, escenario y protagonistas, gesticulando los susodichos más que el mejor actor de cine mudo y con los ojos a punto de salirse de las órbitas. Uno de ellos, al que llamaré jefecillo porque parecía manejar el cotarro, va y suelta en tono algo ¿chulesco?:
- Jefecillo.- Sr. botas... ¿Estás ahí?...
- Leve.- ¡Einnnn!... ¿¡Señor botas!?... ¡esto no es serio hombre!, un poquito de por favor...
- Jefecillo.- Señor botas... ¿me estás tocando?... ¡Puedes llamarme todo lo que quieras pero háblame al micrófono!... ¿Mataste tú a aquella chica?... ¡¡¡Ven aquí, quiero ver tu fea cara!!!... ¡¡dímelo al micrófono!!...
- Leve.- ¡Sí hombre... le vas a dar tú órdenes a un fantasma! (que encima se da por hecho fue un asesino en vida). Así, con imperativos, vas a conseguir mucho. ¿¡Nadie te enseño la expresión mágica “por favor”!?
Me esforcé... me requeteesforcé por prestar atención máxima cuando aseguraban que durante unos cinco minutos se escuchaban sonidos extraños e inexplicables... como si alguien arrastrara algo, o si se estuviera trabajando con piel y herramientas... como si se serrase. Pero ni sierra, ni na’ de na’ oí, por más que ellos subieron el audio de su equipo y yo el de mis orejas. En un momento dado, cuando la aguja del medidor se movía, que en teoría registra actividad paranormal, dijeron que el fantasma les llamaba a gritos. ¿¡Eeeeinnnnn pero si sólo se os escucha a vosotros¡?
Ni que decir tiene que sentir el frío que toqueteaba a los narradores (energía electromagnética que liberan los fantasmas cuando están presentes, cuentan), por más que me aplicara en la tarea resultaba imposible, así hubiera estado sugestionada al 100x1000. Total... el acto de fe hacia los reporteros (entiendo que este término es más acorde que el de “cazadores”, después de lo no visto-no oído por mi persona) se me hacía más difícil que creer en los difuntos del más allá, atrapados por los siglos de los siglos, amén, en lugares físicos del más acá.
Hasta con un perro fantasma y un niño ídem se cruzaron... incluso un espíritu atravesó al jefecillo, quedándose el mozo tan pancho... Y equipados sólo con un par de cámaras de vídeo, una grabadora digital y un sencillo detector de campos electromagnéticos... ¡qué suertudos que se topan con tropemil manifestaciones del otro mundo (psicofonías incluidas) en cada noche que pasan en los diferentes sitios malditos que visitan! Ya quisieran Iker Jiménez y su troupe :-)
Y, en un momento dado, otro de los reporteros dice, dice, dice:
- Zapatero... ¿aún estás trabajando aquí?
¡¡¡Acabáramos!!!...
Pues sí, igual sí que existen los fantasmas, sobre todo desde que salió de Moncloa :-D
Y cambié de canal... porque una visita a una penitenciaría con ciento treinta años de historia, cerrada hace unos veinte, y supuestamente maldita, ya me iba a empachar. Pero es que a ver... ¡¿cómo se puede llegar a tal sitio con semejante saludo?!:
- Jefecillo.- Si esta es la puerta al infierno... ¿por qué no sales de debajo de la tierra y nos coges?
Vamos... soy yo la fantasma de guardia y con esa altanería que gasta el gachó, ni me molesto en arrastrar un eslabón de mi cadena. ¡Que no!