miércoles, 17 de noviembre de 2010

Oficina de palabras perdidas

Me han hecho un regalo. Un regalo que no esperaba. Un correo electrónico. Lo ha escrito una persona, vinculada a alguien con quien compartí cotidianeidad laboral durante un tiempo. La conocía sólo de vista, de haber coincidido brevemente en un par de ocasiones... “buenos días”... “hola”... “adiós”, poco o nada más intercambiamos.

A Forrest Gump su madre le decía: “La vida es como una caja de bombones; nunca sabes lo que te va a tocar”. Así que caprichosa ella, quiso que hace un par de años me cruzara de nuevo con esa persona, a la que llamaré “Nuevo horizonte”. ¿Por qué? A bote pronto nada hacía sospechar que Nuevo horizonte llevaba varios lustros recorriendo un sendero de esclavitud, de perdición... y que se encontraba tocando fondo; que lo que en apariencia parecía una vida normal no era sino un laberinto oscuro del que no podía... quería salir y que a la par le hartaba sobremanera. Su particular bajada a los infiernos. Y es que una cosa es la fachada de la vivienda humana, otra sus interiores.

Entonces, sí hubo comunicación, no únicamente saludos corteses. Una comunicación auténtica, con sustancia, ya sin su vinculante de por medio. Sólo Nuevo horizonte y yo. Unos pocos encuentros en los que no hice más que escuchar con los ojos y abrir bien los oídos, al tiempo que le conté, un poco, cómo estoy o intento estar yo en el mundo. Mostrándole, al parecer, que existen otros posibles modos de vivirse alcanzables, aunque cueste trabajo... esfuerzo lograrlo, pues como decía Friz Perls: “Sufrir la muerte propia y renacer, no es fácil”. Y le entregué un libro. Y me despedí con el sincero deseo de que encontrase su propio camino, el que fuera que le recondujese al punto de paz y bienestar a que cualquiera aspira.

Ahora, en ese regalo me cuenta que acaba de cumplir un año dando pasos firmes e ininterrumpidos por un espacio de libertad, construyendo y reconstruyendo una vida más consciente que se va enriqueciendo poco a poco. Que va creciendo. Y piensa que, de una extraña manera que no alcanza a comprender, tuve que ver en el hecho de que tomase la decisión de... buscar, verdaderamente y no a modo de tentativa, un nuevo horizonte... y quedarse en él de manera definitiva.

Me emocioné profundamente al leer su correo. No por vanidad pues ni siquiera creo que realmente yo tenga que ver en su proceso, como indica. Pero es, ante todo, hermoso que alguien recupere una vida que iba perdiendo... que se le escapaba entre los dedos. Añadió que escribe cartas que se publican semanalmente en un periódico local y me invitaba a que me asomase a la próxima entrega. Lo hice y juraría que allí estaba su propia historia, disfrazada, que concluía celebrando pacíficamente, desde el corazón, compartiendo como deseaba y con quien deseaba, el primer aniversario de una vida que se va tornando plena. :-)

Si algo le di, ahora me lo devuelve en un momento de dudas y me refuerza el hecho de que siempre he pensado que sí... que sirven algunos gestos... esos que, diminutos en la mayoría de ocasiones, sacrificados en otras, llevan intrínsecos la búsqueda de una mejora del mundo, o como mínimo evitar que empeore. El deseo de un modo más noble de existencia humana, llevado a la práctica. ¿Gestos... justos?

Mirar a los ojos a la gente cuando se saluda... preguntar a Doña Paca cómo está su marido enfermo de Alzheimer y qué tal lleva ella la situación... retirar ese cristal que hay en el suelo para evitar que alguien que camina despistado se corte, e incluso... ¡montar un operativo ilusorio con Protección Civil al rescate para que recoja vía zodiac a un hombre que se ha caído bajando la montaña y tiene el tobillo como un paquidermo de pura hinchazón que a ver de qué modo va a volver a subirla si cojea más que respira! ;-P

Y sonreí, desde y hacia lo más hondo de mí... como en una oración, también celebrando un acto íntimo, dando gracias a la vida casi… casi desde cada célula de mi ser. Sintiendo que la gratitud es precisa... y preciosa, que es un bálsamo para el alma. Y cuanto más profunda... más reparadora y estimulante resulta.

Naturalmente, he ido a la oficina de palabras perdidas, como hizo previamente Nuevo horizonte, y junto a esto... (¡vaya no funciona enlazar desde aquí!, así que toca dejar la dirección enterita)...

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(¡quédense hasta el final-final!... que ahí está lo más importante) le entregué la mía: “Gracias”.

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3 comentarios:

  1. Gracias.....la sonrisa me salió del alma....Me gusta la luz y la bondad.

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  2. La gratitud está bien... y cómo tratas tú a quienes te rodean, eso está todavía mejor.

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  3. Anónimo... las que salen del alma, son sin duda las sonrisas más luminosas. Gracias a ti.

    Víctor... dice un refrán: "Ser agradecidos, es de bien nacidos". Y gracias... las-que-usté-tiene-je.

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