domingo, 23 de enero de 2011

El indecible consuelo

Días atrás estuve en un hospital. Mientras esperaba, un episodio llamó la atención de los presentes. El llanto angustiado de una muchacha, de veintitantos años de edad, que entre sollozos gritaba que tenía que entrar al área de quirófanos, intentando separar con las manos las puertas de sistema automático a la par que decía: “¡Mi madre está dentro, mi madre está dentro…!”.

Un sanitario que apareció, al verla de aquel modo, quiso facilitarle la entrada pasando su tarjeta por el lector, pero el acceso fue denegado por encontrarse llena la memoria del aparato. Finalmente la chica logró abrir la puerta a base de intentar separar las hojas y la perdimos de vista.

Tiempo después salió acompañada por una señora a la que se parecía mucho físicamente, por lo que deduje que se trataba de su madre. No sé si dentro estaba algún familiar, quizás el padre y marido. No sé si era a la madre a quien tenían que intervenir, o a la propia hija… No sé, en definitiva, la causa de aquella manifestación dolorosa y tampoco importa para la redacción de esta entrada. Importaba, e importa, el consuelo, el indecible consuelo…


Se sentaron a mi lado. La hija apoyaba su cabeza sobre un hombro de la madre, que la rodeaba con uno de sus brazos y con la mano que le quedaba libre no dejaba de acariciar las mejillas de su pequeña, mientras le enjugaba lágrimas que no cesaban y le susurraba de cuando en cuando algunas palabras en un idioma para mí desconocido, tal vez rumano. Y poco a poco… los intensos gemidos que cortaban la respiración de la joven se fueron aplacando, hasta convertirse en suspiros relajados entre los cuales cada vez mediaba más espacio de tiempo… Lamentos transformados por obra y gracia del consuelo con que una madre abrigaba el dolor de una hija y por ende el suyo propio, que también se reflejaba en su rostro. El amor y su fuerza benefactora... sanadora, expresándose a través del contacto físico y emocional. La belleza, una vez más, aflorando en el momento y lugar más inesperados, fluyendo por un río de lágrimas afligidas.

Me quedé mirando al infinito pensando en lo indecible del consuelo que rezumaba aquel abrazo… aquella escena… de la que sin pretenderlo había sido espectadora en primera fila, al punto de no querer casi ni mirar a las protagonistas por sentir que invadía una intimidad que no me pertenecía, pero al mismo tiempo experimentándolo como un privilegio. Allí estaban ellas, a mi lado, desnudas de presencias anónimas… despojadas de toda vergüenza por exponer su dolor al mundo… y yo, casi escuchando los latidos de un par de corazones lastimados que iban aminorando el otrora ritmo frenético, hasta que lograron recobrar el sosiego. La esencia humana, en su estado más puro, frente a mí. Un regalo. Un regalo de amor.


Por fin bajé la mirada al libro que tenía entre mis manos, “Bocas del tiempo”, de Eduardo Galeano, y al volverlo a abrir me encontré con esto…

“Oriol Vall, que se ocupa de los recién nacidos en un hospital de Barcelona, dice que el primer gesto humano es el abrazo. Después de salir al mundo, al principio de sus días, los bebés manotean, como buscando a alguien.

Otros médicos, que se ocupan de los ya vividos, dicen que los viejos, al fin de sus días, mueren queriendo estar en los brazos.

Y así es la cosa, por muchas vueltas que le demos al asunto, y por muchas palabras que le pongamos. A eso, así de simple, se reduce todo: entre dos aleteos, sin más explicación, transcurre el viaje”.


¿Magia potagia? ¡Ah… quién sabe!

Y, hoy, no tengo más que decir :-)

O bueno, sí… ¿acaso no serían una magnífica solución para todo… para todos?...



8 comentarios:

  1. La escasez mundial de abrazos es la causante real de la crisis actual.

    Increíble y precioso vídeo.

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  2. Como de costumbre, descubres la verdad detrás de las formas. Un abrazo para ti.

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  3. Qué despiste más tonto (ahora que leo a Víctor). Me faltaba darte ¡un abrazo!

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  4. Amkiel... ¡ya lo creo!, así como también lo increíble del vídeo reproducido en la realidad. Pero al menos podemos verlo en algún lugar: la utopía. Ejem, digo en Youtube.

    Víctor... descubro y a veces incluso redescubro... ¡qué suertuda! Y por cierto, ¿me estás llamando costumbrista? ;-P. Bueno, eso se dice del ser humano, que es animalillo de costumbres.

    Esteeeee... chicossss... ¿la oferta es de abrazos extralargos ;-P? Mirad que son los má mehore... ;-)

    Gracias a ambos dos. Si rezara os diría que os tengo presente en mis oraciones, pero como no... tendréis que conformaros con mis buenos deseos para cada uno, je.

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  5. Ya decía yo que eso de los abrazos era algo importante e indispensable. El video es conmovedor. Un día de estos voy a atrapar a alguien furioso y no lo voy a soltar a ver si funciona ese efecto apaciguador.

    ¡Abrazo!

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  6. Pues segurito que le desarmas, Myriam, tal cual sucede en el vídeo.

    Estoy convencida, cada vez más, de que el abrazo es un arma de CONSTRUCCIÓN masiva. Y además... necesaria para la salud, física, mental y espiritual.

    ¡Vivan los abrazos!

    Otro para ti... De osa, faltaría más ;-)

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  7. De osote, faltaría más.. :-PPPPPP

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  8. Pero osotes que no pinchen, please, ji-jo-ja... ;-P

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Algo me dirás... ¿no? ;-)

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