martes, 5 de agosto de 2008

Ella y él

Ayer tarde estuve en urgencias de un hospital. En la sala de espera, a unos metros frente a mí, una señora mayor, de unos setenta y tantos años, daba agua a un hombre también anciano que estaba tumbado en una camilla; a taponcitos, poco a poco, con una ternura infinita. No alcanzaba a ver su otra mano pero por el gesto parecía acariciar la cabeza del hombre al mismo tiempo. Dolor y belleza se fusionaban en la escena. ¡Y cuánto de ambos!

En su rostro había una tristeza inmensa y sólo alguna lágrima de las que contenía rodaba ligera por sus mejillas. Parecía en realidad la carita de una niña pequeña, con pucheros que trataba de evitar, absolutamente compungida.

Tuve el fuerte deseo de acercarme a ella y darle un abrazo, o al menos apoyar mi mano sobre su hombro o antebrazo. Mirarla fijamente, ofrecerle una tímida sonrisa y, a la par, que mis ojos llorasen con los suyos aunque fuese sin lágrimas.

Sólo un yogur que una celadora le entregó impidió que me acercara a ella. Debió pasar muchas horas allí, sin comer, deduzco. No tardó en llegar la ambulancia que esperaban, no sé si para volver a casa o para ir al hospital al que van aquellos a los que sólo les queda morir. Ojalá se tratara de lo primero.

Tras su marcha me quedé pensando en esas palabras que forman parte del ritual del matrimonio. Pensé que no tenían nada que ver con la fiesta y el negocio que hay montados en torno a él. No me detuve de hecho en el sacramento en sí ni en su religiosidad. Me concentré en la esencia de los votos de la ceremonia, en su significado más profundo... “prometo serte fiel en la alegría y en el dolor, en la pobreza y en la prosperidad, en la salud y en la enfermedad, para amarte y respetarte durante todos los días de mi vida". Unirse para lo bueno, para lo malo... acompañarse. Me parecieron hermosísimas y reales palabras, al margen de que hoy día su puesta en práctica parezca estar en vías de extinción. Me consta que una promesa eterna a menudo queda en utopía. Es difícil -e ilusorio en gran medida- asegurar que se mantendrá un compromiso a largo plazo, con todo un equipaje que incluirá no pocas dificultades y épocas de vacas flacas a superar... o no. Pero difícil no es sinónimo de imposible.

Tampoco me parece un desatino decir que querer a alguien, de verdad, precisa grandes dosis de madurez y generosidad, no olvidándose de uno mismo pero casi, al menos en ciertos momentos. Sólo que hacerlo gozosamente, desde la libertad, desde la elección de cada día, de cada hora, de cada minuto. Claro que entiendo debe haber reciprocidad para que se mantenga no tanto el sentimiento (que podría perdurar hasta el fin en aquellos con almas grandes) como la relación pues esta, de no ser correspondida, puede llegar a morir de hambre. Y, en una sociedad en la que hasta las personas cada vez más somos objetos de consumo, clínex de usar y tirar, yo estaba teniendo la fortuna de presenciar un auténtico... “hasta que la muerte nos separe”. ¡Menudo regalazo el día de mi cumplevida!

En algún lugar leí: “Juntos somos más fuertes”. Desde luego así es. Y en el otoño de nuestra existencia es donde con más claridad se aprecia, cuando las fuerzas flaquean. La que pudiera quedar a los miembros de esa pareja allí estaba: ofrendada, recogida... compartida, como un círculo mágico invisible que, pausadamente, no dejaba de rodearles en un giro constante del cual hasta casi creí ver una sutil estela. ¡Uffff!... se me eriza el vello de pura emoción y se me humedecen los ojos de recordarles.

A veces perdemos demasiado tiempo preguntándonos y queriendo dar respuesta a qué es el amor. Yo no sé cuál sería la definición más certera pero sí sé algo. El amor no son “decires”. El amor son “estares” que propician los “sentires”.

El amor, ayer, era esa mujer.

Y estoy por apostar que hoy, aún, seguirá siéndolo. Incluso cuando él ya no esté... lo será, será.

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2 comentarios:

  1. Leve lo que has escrito es puro "estar" y puro "sentimiento".
    Pero añadiría que la ternura de la escena habita en los ojos que miran y saben adivinar el amor que palpita en la personas.

    Posiblemente el amor también sea, dentro de todo lo que es y nosabemos adivinar, la capacidad de saber ver todo aquello que nos conmueve...

    Nos con-movemos y amamos.

    Saber ver donde habita el amor es una forma de amar.

    ¡Tú escrito es precioso!

    Salud.-

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  2. “Lo que hago es observar. ¿Has observado a alguien que no sabe que le observas? Una anciana sentada en el autobús, niños que van al cole, alguien que espera a otro alguien ...?
    Y ves ese resplandor que les invade. Y de inmediato sabes que no tiene nada que ver con lo externo porque la cobertura no ha cambiado. Pero cuando los ves ... son como más reales y están más vivos. Y si miras a alguien un buen rato ... descubres su humanidad."

    Así hablaba Simon en la película “Mejor imposible”.

    Gracias por tu generoso comentario. En vivo y directo fue aún mucho más hermoso de lo que yo haya podido reproducir con mi narración. Y es que hay sentimientos con tanta fuerza, tan inmensos que aunque se lleguen a alcanzar con la vista resulta imposible vestirlos con palabras.

    Nos con-movemos y amamos, así es. Pero ... ¿también nos con-movemos –con otro tipo de energía naturalmente- y odiamos? Posiblemente.

    Salud-o.

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