Ejem... quiero decir un leve-refrán :-)
He de refrescar la memoria a parte de respetable e informar al resto haciendo una ¿pequeña introducción? (como se habrá archicomprobado, salvo que me encuentre en modo suspiro, la capacidad de sinopsis y yo no tenemos el gusto de conocernos... ¿¡Ven!?... de nuevo dando muestra de ello. De lo cual se deduce que “intentaré”... que sea una breve introducción). Esta entrada tiene fundamentalmente un protagonista... dos en realidad. Doña Paca, la señora que me bautizó como la Virgen de la Perpetua Levedad está casada con Indalo. Indalo padece Alzheimer desde hace unos ocho años que, obviamente, progresa a ritmo de almanaque. Cada mañana esperan en la cafetería a que llegue el vehículo que recoge a varios pacientes de la zona, para llevarles a un centro ocupacional de día. Indalo llega, se sienta y se queda como una maceta... minutos y más minutos. U horas si el lugar en cuestión se presta a que permanezca tiempo. A veces se duerme. Otras, mira y no dice nada a quien le habla. En ocasiones contesta. Puntualmente se rebela y refunfuña diciendo que él no va a ningún lado cuando por fin llega el autobús... y a Doña Paca le cuesta lo más grande convencerle, aunque Indalo acaba claudicando.
Hace varios meses llegué y saludé, como de costumbre. Poco después Doña Paca se levantó, se acercó a mi mesa y me dijo:
- Perdona que te moleste... ¿te puedo dar un beso?
Me sorprendí, aunque sólo un instante, ya que hasta la fecha lo único que habíamos hecho era hablar, pero de inmediato le sonreí a la par que le respondía:
- ¿¡Cómo que molestarme!?... ¡Pues claro que sí mujer!
Y mientras me besaba, le besaba, me abrazaba, le abrazaba... añadió:
- “Es que te quiero...”.
¡¿Eiiinnn?!... La sorpresa, en ese momento, se transformó a superlativa y duró algo más pues palabra de Leonor que no he hecho nada especial, salvo echar un ratillo de charla con ella cuando la veo... y bueno, sí, regalarle una estampita de la Virgen de la Perpetua Levedad, que decía le gustaba muchísimo. Así que me late que va a ser eso... lo que le ha conquistado de mí :-D
Doble, según Doña Paca, en versión religiosa, según la misma Doña, de la mirada y sonrisa de Leve (o estampita de la Virgen de la Perpetua Levedad)
Regresé a mi desayuno y de repente Indalo alzó la voz, mirándome y reclamando mi atención:
- Indalo.- ¡Eeeeeeehhhh que yo también quiero!
- Leve.- Por supuesto que sí, hombre... Vamos a estar aquí repartiendo besos y no le va a tocar a usted uno. Lo arreglamos inmediatamente... ¡mua, muaaa! (categoría ósculo sonoro, de ventosa él)...
Cuando nos separamos me devolvió una enooooorrrrrme sonrisa, tan llena de ternura, tan sincera, que... no pude por menos que regresar aquel día a casa más contenta que mi amiga Tenta, pues no sé si sabrá el respetable el regalazo importantísimo que es que un enfermo de Alzheimer te pida que le des un beso. Igual... que si te toca un igual (mínimo), valga la rebuznancia :-)
(Igual.- Dícese del nombre coloquial que un décimo del sorteo de la ONCE recibe en estos lares desde los que escribo y suscribo).
A partir de entonces... cada mañana, cuando llego, saludo a los protagonistas de estas líneas de otro modo:
- Leve.- Buen día Indalo. ¿Cómo está?
- Indalo.- Hecho un penco.
- Leve.- Y yo una penca.
E Indalo sonríe extralaaaarrrrgamente... y se convierte en un niño de cinco años, aunque ya lleve en el planeta setenta y tantos largos...
Algunos días, si tiene más ganas de jugar, o si su ser no siendo se lo permite, desconozco cuál es la razón de que se dé así, continúa...
- Indalo.- Y yo un toro.
- Leve.- Y yo una vaca.
- Indalo.- Y yo un gallo.
- Leve.- Y yo una gallina.
- Indalo.- Y yo un caballo.
- Leve.- Y yo una yegua...
Vamos, que montar el belén no lo montamos, pero la granja... :-D
Y sonríe... y sonrío... y sonríe de nuevo... y de nuevo sonrío... sucesivamente, a cada propuesta que hace, si le da por ahí. Pero lo que no falla, lo que siempre somos, pero siempre-siempre, es... un penco él, una penca yo. A lo que se fue añadiendo un suma y sigue pues me iba dando permiso para acercarme a medida que transcurrían los días... primero le puse la mano en el hombro... después una pequeña caricia en su mejilla... penco - penca - mano al hombro - caricia en la mejilla... esa es la secuencia exacta, repetitiva, a la que, intermitentemente, añado un beso.
Primer plano de Penco y Penca
Todos notamos el aprecio... el afecto, el cariño, incluso los que ya desaparecieron en gran medida de sí. Sentirlo es una necesidad humana... se tenga conciencia de ella o no. Y entre Indalo y yo se ha creado un código... un contacto... con tacto, unido a palabras y sonrisas de mirada y boca: nuestro rito diario.
El me domestica... yo le domestico... Lo que no me queda claro es si él es el zorro, yo la principita, o él el principito y yo la zorra (¡ops, cómo suena!). Sea como fuere... Indalo ya no es para mí un muchachito semejante a cien mil muchachitos que pudieran entrar en esa cafetería. Indalo es único en esa cafetería :-)
(Nota mental: mejor me callo que el saludo que me devuelve Doña Paca es “¡Buenos días vida mía!”... ¿no?... Sí, me callo que va a sonar más raro aún que lo de hembra del zorro ;-))
(Nota mental II: ¿Se habrá notado el guiño que le he hecho a Gloria, la fuertes...? “Me gustaría tener una amiga que se llame Tenta. Y estar siempre conTenta” :-))
(Nota mental III: lo esencial es invisible a los ojos, repitió... a fin de acordarse :-))
Lo tuyo no es la capacidad sinopsis, jeje.. lo tuyo es mejorar el mundo y hacer felices a quienes te rodean.. :-)
ResponderEliminarVíctor... lo que dices, no me consta :P... al menos en relación a aquellos a los que caigo como una patada en salva sea la parte, por ejemplo las víctimas de ¡Superleve en acción! (de capa caída, nunca mejor dicho jeje...). Ahora (más) en serio... con qué buenos ojos me miras chiquillo. Creo que el asunto se reduce a mi empeño en que el mundo no empeore procurando no hacer infelices a quienes me rodean, que ya es mucho, y que igual se parece un poco a lo que dices, así que por ello, gracias y un latido... pon-pon... que es como más idiosincrásico que los besos que se dan sin poder dar en realidad... ya sabes a qué me refiero ;-).
EliminarPor cierto... ¿has visto lo que me favorece la flor en el pelo... digo el chumbo? :-D
¡Eeeeeeehhhh que yo también quiero! ^_^
ResponderEliminarAmkiel... por supuesto que sí, hombre... Vamos a estar aquí repartiendo besos y no le va a tocar a usted uno. Lo arreglamos inmediatamente... ¡mua, mua y requetemuaaaa! (categoría ósculo made in Rusia)... ;-***
EliminarEn uno de los relatos de su último libro, Christian Bobin evoca a su padre y con él a todas las personas que padecen Alzheimer. Aquí te dejo unas pequeñas perlas :
ResponderEliminar« Nous devrions les regarder comme des trésors vivants. Souvent ils demandent leur chemin. Ils le demandent à nous qui sommes égarés dans un monde médiocrement éclairé par de tristes divertissements. Ils cherchent d’une main tremblante la main d’un ange, car ils savent que les anges existent. »
« Quand mon père ne savait plus rien de moi, il savait encore qui j’étais, je le sentais, je l’éprouvais et ce qu’on éprouve est plus grand que tout ce que nous dit la science. Ne trouvant plus les prénoms, il rusait. Interrogé sur moi, il répondait: “c’est celui qu’on n’oublie pas”, et sur ma mère: “c’est la meilleure”. Ces oublieux n’oublient rien d’essentiel. C’est ce qui les distingue de nous. »
Su mano temblorosa busca la mano de un ángel… Indalo ha encontrado la suya…
Un beso
¡Ops Marie!... una vez más qué hermoso lo que cuenta Bobin. Qué sensibilidad la suya, por eso me gusta tanto lo que escribe y, de conocerle en persona, probablemente él... o parte de él, ídem. Y cuánta razón tiene al apuntar que... lo que sentimos es mayor que todo lo que nos dice la ciencia... Y es que él está ahí, en el aire (¡y aquí :- )!)... por todos lados... nos impregna, nos forma, conforma y reforma, aunque con tanta frecuencia olvidemos que es él, y no otra cosa, la materia prima de que estamos hechos.
EliminarPor otra parte gracias por mirarme tan bien pero... qué más quisiera yo que tener ese tipo de alas... Angeles son Doña Paca, y sus hijas, y la mujer que les ayuda a cuidar a Indalo cada día, y cada tarde, y cada noche... Aunque bien pensado... todas las mañanas amanezco con alguna que otra pluma sobre mi cuerpo, que supongo no tendrá que ver con que mi almohada es de pluma de pato, ¿no? :-D Un latido para ti, maja.
Pd. Hoy le he dicho a Indalo que estaba muy guapo (verdad de la verdadera) y me ha respondido: ¡Yo ya sé que estoy y soy muy guapo! jejejeje.
Pd.2. Antes olvidé dejarte el enlace de un vídeo PRECIOSO... que creo te agradará si te animas a verlo...
EliminarLa única explicación es que tengáis las púas retráctiles. O quizás aterciopeladas.
ResponderEliminarEs que es imposible imaginar todo este cariño cuando se está atravesado por púas hirientes. No, no. no.
:)
Hummmm... fan de Le Petit Prince. Interesante... interesante...
besos
Si entre zorros y pequeños príncipes median púas (espinas) y terciopelo (pétalos)... ¡ya tenemos la rosa! Falta la serpiente, el hombre de negocios, el rey, el geógrafo, el cordero... ;-)
EliminarPues sí, fan-fan al punto de que se trata de uno de los libros de cabecera de la Alilevebiblioteca, pero no sé si porque previamente veía boas que se tragaban elefantes, o por el principito en sí cuando dio señales de VIDA (nunca mejor dicho por ser su contenido el que es). Algo similar a la eterna pregunta sin respuesta: ¿Fue antes el huevo... o la gallina?
Un latido de bienvenida Raindrop.