Nadav Kander llegó a mi ciudad con una doble exposición que en realidad es triple. Me explico. En la planta superior estaban las imágenes que componen “Obama’s People” y “Other portraits”. Sobre la primera el título lo dice todo: el actual presidente de los EEUU y su equipo, si bien el trabajo se realizó antes de que fuera elegido y nombrado como tal.
La muestra surgió a petición de The New york Times con la idea de reflejar el temperamento y la personalidad de quienes marcarían el nuevo rumbo político. Quiso el fotógrafo prescindir de contexto de lugares y tiempos, lo que logró iluminando sobre un fondo blanco, así como dotar a cada modelo de matices que describieran su personalidad, por lo que les invitó a que llevasen a la sesión algún objeto personal. Hubo quien llevó un sombrero, un teléfono móvil, un balón de baloncesto, una agenda... pero todos y cada uno de los personajes se situaron frente al objetivo de la cámara siendo los autores de sus propios retratos. Es decir, posaron como querían aparecer y no bajo directrices ajenas. ¿"Sé tú mism@"... les pediría?... Probablemente.
Pese a mi falta de conocimientos en la materia me atrevo a señalar que son retratos de gran calidad técnica. El color es, cómo decir... “muy color”, muy de verdad. Pareciera que casi pudieras tocar a los retratados en algún momento.... sin llegar al “3 D” :-)
“Other portraits”, compuesta de retratos de artistas y celebridades varias, tampoco es desdeñable. Dejo como ejemplo a un Christopher Lee... que me recordó al gato de Chessire del país de las maravillas... por aquello de que al fundirse en fondo negro parece una cabeza flotante...
Buenas fotografías pero no impactantes. No para mí. Sin embargo hubo algo que me sedujo de Nadav Kander: “Inner condition”. Siguiendo el itinerario de la luz escrita... de repente te topas con la carne al descubierto... con una serie de desnudos de gran tamaño. ¿En color?... ¿en blanco y negro?... No sabría decir con exactitud. La extrema blancura de la pieles que predominan en casi toda la serie, con la excepción de unas pocas imágenes, contrasta con el fondo oscuro y con el tono de cabellos rojizos y el vello púbico que, por otra parte, no abunda a la vista. Dotadas de una gran elegancia y muy, muy íntimas... no por lo que muestran, sino por la actitud que cada modelo muestra. En mi ignorancia respecto al lenguaje fotográfico, casi me atrevo a llamar al conjunto creado... “fotografía-teatro”. Emociones humanas expresadas en el escenario de la propia piel, a modo de pictogramas invisibles dibujados en poros y pliegues del cuerpo... Conviene acercarse a ellas con contemplación prolongada más que con mirada fugaz, pues deteniendo la visión en la calma adquieren rotundidad, lo que les permite convertirse en propio símbolo de sí mismas. Todo un espectáculo.
Me gustan... siempre me gustaron los desnudos... y no por sus connotaciones sexuales precisamente. Si algo nos iguala, además de la muerte, creo que es el desnudo... al margen de la forma y tamaño de cada cuerpo. Lo pude comprobar con especial intensidad en el momento al que me trasladó la visita a la exposición. Al salir del CAF recordé que un día de hace unos años, a principios de octubre, estuve junto a una amiga en “El playazo”, en Rodalquilar (Parque natural Cabo de Gata). Propiamente no es una playa naturista –“nudista” para la mayoría, sin embargo mi concepto es otro- pero en época no estival suele haber poca afluencia y los visitantes que van allí buscan cierta manera de estar en la playa: calmada, sin aglomeraciones... se busca el mar. A resultas, el ambiente, escaso habitualmente en esos meses, es adulto y respetuoso... sereno. Al punto de que igual te encuentras gente completamente desnuda, que semidesnuda, que con bañador... y todos tan contentos, estando cada cual a lo suyo... sin molestar ni ser molestados.
Había pocas personas y estábamos dispersas, con distancias que mediaban lo suficiente como para tener intimidad sin que al mismo tiempo el vecino pareciera una hormiga por lejanía. En un momento dado llegó un señor grueso, de unos cincuenta y tantos años, cargado de aperos de pesca, y decidió que se instalaría a no más de ocho metros de nosotras. A continuación llegó una señora, de su misma edad, también de estructura muy voluminosa y portando otros tantos cachivaches playeros. Una vez montado el campamento miraron a derecha, a izquierda... y se quitaron el bañador. El cogió su caña de pescar y se dirigió a la orilla. La mujer... se colocó una gorra con visera, se sentó sobre la arena y se puso a la tarea de reparar redes de pesca... como quien cose cualquier prenda... y, lentamente, la obra de Fernando Botero comenzó a salir de los lienzos, de las esculturas... cobrando vida frente a mí.
Mi postura, boca abajo, y mis gafas de sol me sirvieron de cómplices para observarlos. Y entonces ocurrió eso que a veces me sucede... de una extraña manera sus movimientos parecían ralentizarse y todo lo de alrededor desaparecía. Creo que, sencillamente, de mirarles... llegaba a verles. Libres... bellos en su orografía humana, fuera más o menos pronunciada en cintura, barriga, senos...
La belleza clásica es una cuestión de proporciones... pero la belleza, sin más, es sobre todo asunto de actitudes. Hay una cierta hermosura que traspasa desde adentro la piel, para instalarse en los poros... y rezumar en la mirada. Y que nace en lo profundo. No estaría de más conceder mayor importancia al interior y no tanta al bótox, prótesis y maquillaje. Difícil lo tiene quien aspire a la perfección estética porque sólo es una utopía, máxime partiendo de que la belleza, a menudo, no depende tanto del "objeto" observado como del ojo que observa.
Recientemente leí datos de un estudio realizado en el que se aseguraba que el 30% de mujeres, en edad joven y sin problemas de obesidad objetiva, ni siquiera de “relleno ligero", estarían dispuestas a perder un año de vida por alcanzar su peso y figura ideal... ¡glubs! :-S
Si no viviéramos sometidos a las presiones sociales, si no tuviera prioridad absoluta el culto al cuerpo, a la imagen estereotipada... la cana, la arruga, los kilos... no serían signo de fealdad. Es más... ¿por qué la vejez no puede ser bella?... ¿por qué no la gordura? Yo digo que sí porque, ante todo, la belleza es libertad. Nadie puede decidir por mí qué ha de parecerme hermoso. Nadie... salvo mis ojos, salvo mi mirada y aseguro que aquellos cuerpos orondos... representaron para mí la equivalencia del David de Miguel Angel y la Venus de Boticelli... bajo otras formas.
(Nude III – Nadav Kander)
Se atribuye erróneamente a un literato renombrado la autoría de un texto escrito en un supuesto estado de enfermedad terminal, que circula por la red desde hace tiempo y del cual extraigo un cachito: “Si dios me obsequiara un trozo de vida, vestiría sencillo, me tiraría de bruces al sol, dejando descubierto no sólo mi cuerpo sino también mi alma”. Esto es, según mi opinión, saber vivir. No regalar 365 días de la propia existencia a cambio de algunos centímetros menos de cadera. ¿Cuántos besos... abrazos... saboreos de helados... risas... brindis con una copa de vino... se perderían?
A veces... con demasiada frecuencia quizás... el límite entre la esclavitud y la libertad, es una simple cuestión de piel. De presencia de ella, siendo lo que es, como es... y de ausencia de ropas.
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El cuerpo está desnudo cuando le falta el alma, no la ropa.
ResponderEliminarBueno, pues leí toda la entrada y lo que más me gustó leer fue aquello de "la belleza, sin más, es sobre todo un asunto de actitudes". Lo he visto y lo sigo viendo en gente. Últimamente una chiquilla de mi instituto, fea no es pero no es la de mejor cuerpo y ni siquiera usa la mejor ropa, pero proyecta algo: alegría, seguridad, picardía, no sé, pero tiene un tipo de belleza que la hace sobresalir.
ResponderEliminarBásicamente yo creo que la felicidad es la que te hace ver bien. Si te sientes bien, te ves bien pero muchas personas no lo terminamos de entender así y siempre estamos fijándonos en los detalles de nuestro cuerpo que nos hacen infelices.
Entradas como esta nos permiten detenernos unos minutos a reflexionar para quizá tomar la alternativa de empezar a disfrutar la belleza de la cual ya somos poseedores y dejar de agobiarnos por adquirir la belleza que quizá nunca llegará.
¡Un abrazo amiguis!
Pasaba a leer y conocerte.
ResponderEliminarDejo mi abrazo, volvere.
MentesSueltas
Amkiel... el cuerpo está vacío, cuando le falta el alma. No es lo mismo... no, no.
ResponderEliminarMyriam... pienso que la clave está en una sana autoestima... o autoquerencia, lo que se manifiesta, entre otras cosas, en esa “seguridad” que referiste. Prueba de ello es la chiquilla de tu instituto.
Por otra parte, considerando el bombardeo de información que se recibe continuamente sobre cánones de perfección estética establecidos, es lógico que haya personas que flaqueen respecto a la opinión que tienen sobre detalles de su fisonomía – y/o de personalidad- con los que no acaban de estar satisfechos. O ni siquiera lo estuvieron mínimamente en alguna ocasión, con lo que eso puede llevar aparejado a nivel de complejos importantes o incluso profundo sufrimiento.
En este sentido, “Dove”, una marca de cosmética, hace una estupenda labor ya que desde sus inicios está comprometida con... la belleza real, que incluye a jóvenes, flacas, viejas, rellenitas... ¡Olé!
Y... ¿acaso la buena salud no es también belleza?...
Hasta otra guapaaaaaa ;-)
Pasa, pasa, MenteSueltas, ponte cómod@ y sé bienvenid@, ahora o cuando decidas volver :- )
El alma no está dentro sino alrededor nuestro. Es lo que nos vuelve personas ante los demás.
ResponderEliminar¿Lo que nos envuelve es lo que nos vuelve?... ¿Y qué nos vuelve personas ante nosotros mismos?
ResponderEliminarLo que nos envuelve es lo que nos vuelve visibles ante los demás y es su mirada la que nos hace personas. Sin los demás no somos nadie.
ResponderEliminarQuizás no existimos... si alguien no nos nombra. O quizás no existimos... si alguien no se nos asoma.
ResponderEliminarEntonces sin los demás... lo que somos es ¡nadie!, precisamente.
Si acaso un don o doña Nadie, que aquí hay nivel.
ResponderEliminar¡Por supuesto!... Faltaría ;-)
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