Rescatado, tal cual sucedió esta mañana...
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7:30 h. Conduzco camino del trabajo. Me acompaña Don mar, a mi derecha, constante, inmenso, generoso... hoy tranquilo. ¿Alguna vez dije que le amo? Pues sí... le amo rotunda, profunda... acantiladamente. Sigo mi trayecto y de repente me topo con un maravilloso –e inesperado- regalo. Frente a mí descubro una gama de intensos rojos y fucsias, perdiéndose los unos con los otros para encontrarse –e incluso reencontrarse- redefinidos, naciendo de las entrañas de la montaña... aparentemente.
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Así se ve... así lo veo: una paleta bicolor surgiendo de lo profundo de la roca que parece querer invadir todo a su paso, como una marabunta cromática que se expande inevitablemente. ¡Pura candela!
Así se ve... así lo veo: una paleta bicolor surgiendo de lo profundo de la roca que parece querer invadir todo a su paso, como una marabunta cromática que se expande inevitablemente. ¡Pura candela!
.¿Se encontrará ahí tal vez la fragua de Vulcano y estará forjando rayos para Júpiter?, me pregunto.
Sea como fuere el cielo hierve a borbotones y yo... yo ardo por dentro. Ardo de belleza... y de paz.
Quizás, después de todo, Dios exista.
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