jueves, 19 de mayo de 2011

¿Me concedes este baile?

Ha pasado algún tiempo desde que no asistía a ese gran baile, aunque hasta no hace mucho solía acudir con cierta regularidad. Se celebra en un palacio inmenso. Es un lugar en el que, sin necesariamente pretenderlo, te topas con infinidad de aspirantes que se ponen a la cola para que les concedas una pieza; o como mínimo que les prestes algo de atención. Ya desde chiquita mi madre me previno: “Hija mía... no bailes con desconocidos, nunca se sabe adonde te querrán llevar”. Pero... ¿cómo resistirse a la posibilidad de lo inexplorado?... ¿cómo no probar nuevas sensaciones si son las que descubren inéditas pasiones?

Hoy, inesperadamente, recibí una invitación así que me he puesto mis mejores galas y he vuelto a cruzar sus puertas. Nada más acceder a su interior he comprobado que, para no variar, había un montón de candidatos a los que nunca había visto anteriormente. Otros tantos... me eran familiares. Incluso con alguno tenía amistad desde antaño. Me hice la firme promesa de que sólo bailaría con seis. Los seis primeros que me lo pidieran; independientemente de cuál fuera su aspecto y abolengo.

Primero se me acercó Sumando, de profesión contable. Entre paso y paso me explicó que su dedicación laboral no era gratuita ni fruto del azar, sino consecuencia de una auténtica vocación surgida en la tierna infancia. En su fervoroso casi monólogo, añadió que le fascinaban las combinaciones que se lograban acumulando cantidades parciales, que unidas unas a otras lograban conformar un todo. Decía algo así como que sumar... venía a ser la creación constante de universos varios que, a su vez, forjaban el gran universo. ”¿Ah sí?..¡no me digas!...”, logré apostillar, deseandito que acabara el pasodoble que nos tocó. No estaba yo para números y además se pasó tooooodo el tiempo hablando de lo mismo. Y por si fuera poco, me pisó un par de veces. ¡Ay!


Seguidamente le tocó el turno a Costumbre. Habíamos sido pareja de baile con anterioridad en multitud de ocasiones. Nos teníamos el punto cogido... o mejor dicho se lo tenían nuestros pies y la pieza fue de corrido. Digo de volada. Me contó que nunca se había sentido tan halagado como cuando Miguel de Unamuno le eligió para representar a la que había sido su compañera de vida: "[...] se me fue mi santa mujer que era mi costumbre y mi alegría, y me daba lo que siempre más me faltó: serenidad y contento de vivir. Nunca creyó en la muerte, como yo nunca he creído en la vida”. Pensaba en jubilarse ya, pero como trabajar era costumbre y andaba bien de salud, aún seguía en la faena.

Con Lila me encantó bailar... giramos y giramos en aquel vals... sin que apenas abriese la boca, pero desprendiendo un olor maravilloso que me tenía medio hipnotizada. Al preguntarle al respecto, respondió que su aroma llevaba un ingrediente secreto, transmitido naturalmente de generación en generación en su familia. Cosa de epidermis, para que nos entendamos. Que por otra parte, indiscutiblemente le dotaba de una personalidad que cautivaba el ánimo de cualquiera que se encontrase alrededor. De hecho más de un perfumista le propuso incluirle en nómina de grandes firmas del sector. No aceptó las ofertas. Se negaba a abandonar el campo, lugar en el que residía, y trasladarse a grandes ciudades, que era donde requerían sus servicios. ¡Mmmmmmmmmm... penetrante huella me dejó!


Miré mi cartilla de baile y vi que le tocaba el turno a Bendita. Ni a posta sonó la pieza con que nos obsequió la orquesta. Bailar salsa con un carácter que es pura dicha y contento... no tienen parangón. ¡Hasta acrobacias realizamos!... a la par que nos hicieron un corrillo y animaban. Se ve que gustamos a ritmo de... ¡asúúúúúcarrrrr!

Recordar llegó cuando comenzaba a escucharse el bandoneón melancólico de un tango. ¡Madre del amor hermoso!... me apretaba tanto que casi me obligó a acordarme de sus ancestros. Y no precisamente en positivo. “Te recuerdo que no te recordaré”, me dijo. Y a mí que me va a quitar el sueño, pues sí queeee... No debí dejarle buen sabor de alma.

El último baile -que miren que tengo fondo físico pero ya estaba fatigaíta y necesitaba un descanso- lo tenía reservado para Freno. Un bolero. Resultó ser algo (bastante) pulpo y claro... yo venga subirle el tentáculo, ejem... quiero decir la mano que, como quien no quiere la cosa, dejaba caer sobre mis posaderas a la par que le instaba: ¡Quieeeeto parao’, que te veo venir!... ¡Stop!... ¡Frena Freno!


Finalmente todos quisieron que hiciéramos un baile conjunto y, en el palacio Diccionario, esta fue la pieza que sonó para nosotros: “Entre lilas, freno la bendita costumbre de recordar sumandos” (¡ops!... ¿es casi poética o me lo parece a mí presa de este levefrenesí lúdico? :-D


Y lo relatado, damas y caballeros, ha sido la crónica en versión Leve y/o en levelenguaje. Ahora en cristiano, pa’ que se entienda.

Hasta no hace mucho jugaba a algo. Me sentaba cómodamente en el sofá... abría el diccionario y, con los ojos cerrados, serpenteaba con el dedo índice, paseando sobre la superficie de las páginas y parando en seco, sin saber dónde me detendría, me iba topando azarosamente con una palabra no buscada. Y así... abrazaba palabras viejas y nuevas... saboreaba su sonido leyéndolas en voz alta, con diferentes ritmos, detectando si era musical al oído... si lo contrario... descubriendo sus significados...

Jugaba con las palabras... las palabras jugaban conmigo... y teníamos, por lo general, el gusto de habernos conocido (o disgusto a veces, pa’ qué nos vamos a engañar). O de recordarnos, si hacía tiempito que no nos veíamos. Y hoy... ha vuelto a ocurrir.


Me consta que la segunda versión es más inteligible peeeeero, es que mi vestido de gala estaba hecho con tul de imaginación, puede incluso que con un fajín de seda de bobería, y claro... el resultado... es el que es.

Pues eso.

Game over! :-P... por hoy.

Pd. ¡Ah!... no se le ocurra al respetable estrenar zapatos... precisamente el día que vaya un baile. ¡Pasa factura! :-P

Pd. 2. Vaaaale, de acuerdo. Para el baile colectivo (novedad lo de formar una frase) me he tenido que sacar la preposición “entre” de la manga y aplicar algún que otro plural y artículo, pero es que si no... ¿cómo iba a sonar siquiera?



2 comentarios:

  1. No sólo sabes juguetear con las letras para manipular las palabras a tu antojo, ¡sino que también sabes emplear las palabras en su versión estándar (pre-tratamiento levítico) para componer frases con notable aprovechamiento! :-P

    Dos cosas:

    ¿Al compañero Freno no le dijiste eso de "echa el freno, Magdaleno"?

    ¿No te pasa a ti que, de cualquier página que elijas del diccionario de la RAE, sólo conoces el 50% de las palabras aproximadamente?

    Un abrazo

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  2. No tenía ni idea de eso de "echa el freno, Magdaleno"... ¡pero me la pido!, para la real realidad. Es como muy de tebeo, je. Gracias, gracias... no te acostarás sin saber una cosa más.

    A mí lo que me pasa es que de cualquier página que elija del diccionario de Espasa (el que vive con nos... ya quisiera el María Moliner,je, peeero...) es que sólo conozco el 25% de las palabras aproximadamente. ¡Así que me aventajas! ;-P

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