sábado, 10 de abril de 2010

Levekryptonita

Hace unos días empecé esta entrada pero cuando llevaba bastante escrito me quedé muda, sintiéndome de repente empachada. Posiblemente no tanto por las copiosas letras acumuladas sino porque fuera del papel (ejem... del monitor) hay que soportar en exceso a la protagonista del texto. No lo acabé y pensé incluso que ni lo publicaría, sin embargo ayer, ojeando –a la par que hojeando- un diario local, me topé con una noticia: “Detenido el autor del apuñalamiento en el pecho que sufrió un joven de 23 años el pasado fin de semana en un bar de copas del centro de la ciudad. El suceso se desencadenó por una discusión surgida a raíz de un pisotón”. Por fortuna el muchacho vive para contarlo y tras lo leído... u-n ..p-i-s-o-t-ó-n. me sirve de acicate para continuar. De modo que heme aquí, de nuevo presta a poner el punto final a lo inacabado.

No hago un descubrimiento si recuerdo que el hombre, como especie, potencialmente es todo. Y que el terreno de ese “todo” se circunscribe a lo que media entre bondad y maldad; ambas incluidas. O sea... todo ser humano podría, en principio, convertirse en lo “mejor” y/o lo “peor” (mentes enfermas y psicópatas merecerían capítulo aparte por razones obvias). Dependiendo de la inherente carga genética y fundamentalmente del lugar en que toque nacer, de la cultura en que uno se desarrolle y de las circunstancias socioeconómicas que rodeen al individuo, la personalidad se forjará en una dirección de posibilidades múltiples. En consecuencia su “modus operandi” vital será de una u otra manera, pero... en el maremágnum de comportamientos humanos es indiscutible que universalmente hay cosas que están bien, y lo contrario; al margen de matices o justificaciones más o menos certeras respecto a las distintas actuaciones. Sabemos que apuñalar a alguien supone un mal, por tanto es malo. Del mismo modo sabemos que auxiliar a quien se está ahogando en una piscina es procurar un bien... por tanto es bueno. De cajón. Estos ejemplos extremos se trasladan a todo lo que tiene que ver con nuestra cotidianeidad. Y sí... hay cosas que “sabemos”, pero olvidamos que sabemos porque “no podemos” (incapacidad de discernimiento)... o porque “no queremos” (mala fe).


Que la violencia campa a sus anchas por el mundo tampoco es novedad. De hecho, por más que la teoría diga que las sociedades avanzan, progresan... la realidad es que las distintas formas de violencia se transmiten de generación en generación. Hay quien defiende que la susodicha no forma parte de la naturaleza intrínseca del hombre, sino que se trata de una conducta adquirida en su condición de ser cultural y social a partir del momento en que los ancestros superaron al simio. ¿Cómo podría ser así si cuando el “homo” apenas comenzaba a ponerse de pie, la supervivencia llevada al límite era desde antaño una constante e ineludiblemente tocaba o morir, o matar? Es decir, ante los continuos peligros, era una respuesta “naturalmente lógica” por puro instinto de permanencia.

¿No será que la violencia post-erectus se trata en realidad de una secuela de nuestra época homínida... de una conducta heredada que lejos de disminuir aumenta adquiriendo, si acaso, formas de expresión más sutiles?... ¿No será que la especie más compleja existente en la faz de la tierra tiene una parte primitiva que no ha logrado avanzar lo suficiente? En base a lo leveobservado continuamente creo que, a nivel masivo, no hemos “evolucionado” tanto en ese aspecto; al menos en el fondo del asunto. Me atrevo a decir incluso que hemos involucionado porque aunque en la actualidad no salimos de casa con la lanza en mano, el planeta sigue poblado de depredadores y depredados. Tan sólo hemos sofisticado nuestras estrategias de ataque y defensa, pero se busca vencer... tener “el poder”... a lo que dé lugar. Y eso… no es compatible con una “sociedad civilizada” que se supone ha ido desarrollando paulatinamente el intelecto. Lástima no recordar detalles del libro “El mono desnudo”, de Desmon Morris, pues llegada a este punto vendría de perlas recurrir a alguna de sus sabias aclaraciones. No obstante me late que haría una defensa de la herencia genética de nuestro pasado evolutivo, asegurando que aún somos más primates de lo que podemos/queremos admitir. Y que no es cosa fácil zafarse de ella.


Y son tantas las formas en las que se manifiesta la violencia al margen de las más reconocidas: en el ámbito escolar, familiar, laboral, televisivo, en el tráfico, en lugares de ocio... De hecho esta entrada llega motivada por la que se podría calificar como “violencia cotidiana”, que no es otra que la suma de porciones del resto. Puesta a clasificar añado que dentro del conjunto de la “gente común” –es decir ni santos, ni demonios y que habitualmente se suele conocer como “buena gente”- hay demasiados sujetos excesivamente competitivos, enfadados, frustrados, doloridos, asustados... y su respuesta ante tales estados es precisamente actuar con violencia expresa o tácita.

Opino que aunque de serie nuestro carácter también venga determinado, en este sentido necesitamos potenciar la educación emocional porque es la que despierta la conciencia (a la par que duerme al “primitivo” que todos llevamos dentro) y propicia el nacimiento/mantenimiento de valores absolutamente imprescindibles como son la solidaridad, generosidad, honradez, empatía, respeto, humildad, justicia, paz... Pilares estos necesarios para una convivencia digna que intente evitar la extinción de nuestra especie pues al ritmo que vamos... acabaremos como los dinosaurios.


La que peor llevo es la violencia gratuita que se dirige contra los más débiles. Ha sido así desde que era pequeña. Casi sin que me diera cuenta saltaba en mí un resorte que me hacía salir en defensa de fulana o zutano si percibía una agresión. No entendía, por ejemplo, porqué rondando ya la veintena a un chico de la pandilla que según cánones de belleza imperantes no era agraciado ni tampoco una “eminencia intelectual”, se le sustituyera siempre su nombre real por el apelativo de “gusano”. Unicamente por el “placer” de reírse de alguien, de detentar el poder, de tener un chivo expiatorio que aliviase la “miseria” que en mayor o menor medida se porta; “miseria” a trascender... o no. Como es de recibo... más de una vez no salí bien parada, que la vocación de Super es muy arriesgada, sacrificada y solitaria, ¡ains!....



En lo que a mí concierne intento no añadir más leña al fuego y salvo que esté más quemada que la pipa de un indio (y hace falta bastaaaaaaaante para que así sea), no respondo con violencia a la violencia; ni en formas ni en fondo aunque en determinados momentos deba ser contundente. Lo intento y... sé que lo consigo. Ni siquiera en mi faceta de... ¡Superleve en acción! recurro al “ojo por ojo y diente por diente”, por aquello de que, si se continúa ese reguero de pólvora, el mundo además de tuerto acabará mellado para después... ¡PUM!... explotar. Y a veces esa actitud me hace pagar un precio personal. Porque también yo siento ira frente a la injusticia, a los abusos... y me dan ganas en ocasiones de responder agrediendo... percibiendo incluso cómo comienza a brotar en mi esternón una fuerza poderosa, altamente nociva... sólo que venzo sin gran dificultad ese impulso primitivo. Esa, mi parte animal escrita con tinta indeleble en la cuartilla de mis genes es la que se manifiesta en el instante. Y lo hace con intensidad.

Descubro que la violencia para mí es lo que la kryptonita para Superman. Si a él le debilita físicamente, a mí me roba "las ganas"... disminuye mi fe en que “otro mundo es posible”. No creo que en su origen sea una idea ingenua, pero temporalmente sí resulta agotador trabajar para que del mero concepto avance a la fase de realidad. Y es que en las últimas semanas he comprobado como alguien de mi entorno desea hacer daño a un inocente. Es decir... no se trata de un “incapaz”... de un amoral. Sabe que hace lo que hace... aplicando intención y energía a ello. A herir. ¿Cómo es posible que en... “gente buena” eso suceda? Es algo que ni los megapoderes de ¡Superleve en acción! pueden evitar porque si las aceptamos... ciertas cosas son como son. Y si no las aceptamos... ciertas cosas son como son. Igual que ciertas personas que, desde mi perspectiva, no merecen tal calificativo. Ese “afán”, ruin por lo demás, me provoca tristeza... honda; incluso dolor. Y me entristece más si cabe no por el daño individual que logre, sino por ese que a la postre padece el... “inconsciente colectivo”... la gran alma que se forma con todas las almas del mundo.


Escribió Neruda que a veces se cansaba de ser hombre y podría decirse que en las últimas semanas lo rubrico; en mi versión de mujer claro :-). Pero por suerte la radiación de la kryptonita, como cualquier otra, se anula ante algo de plomo. Mi leveplomo consiste en el reposo de la guerrera, en retomar fuerzas esperando que los gestos de los justos anónimos afloren, como esas briznas de hierba que luchan por salir a través del asfalto y que son casi invisibles. La vida... siempre clamando por latir, incluso en las peores circunstancias.

En el mar de dudas y tempestades que a veces supone vivir, de algo sí estoy completamente segura: la paz de todos empieza en uno mismo... y viceversa.
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“La inteligencia inventa muchas cosas, resuelve muchos problemas, pero su creación más altanera es la invención de modos nobles de vida. Su meta es hacernos pasar de animales listos a ser animales dotados de dignidad. Estamos redefiniéndonos como especie.

Esta suprema inteligencia no es teórica, sino práctica. No culmina en el conocimiento, sino en la acción. (...) Al fin he llegado a la conclusión de que el logro máximo de la inteligencia es la ética y su realización práctica, que es la bondad. Ya sé que esto suena a ingenuo, pero todo lo que he escrito pretende demostrar científicamente que esa idea encierra la suprema sabiduría. Es decir, nuestra salvación”.

(José Antonio Marina)

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Posdata. ¡Ops!... como de costumbre Doña Coti haciendo de las suyas vía azucarillo que me tocó ayer en la cafetería. Pa’ que luego se diga que no existe la magia-potagia...
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8 comentarios:

  1. joer, te he estado escribiendo un comentario durante un buen rato, y ahora resulta que no me deja subirlo, dice el cacharro que no se admite nada que tenga "mas de 4096 caracteres".. era largo pero juraría que no tanto; en fin, te has ahorrado un buen rollo.. por lo menos he guardado lo que he escrito, pero me temo que voy a tener que comérmelo con patatas :-(

    ñan ñan...

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  2. Apunta uno que está a favor de la violencia indiscriminada contra los ordenadores.... GRRRRR ¡amueteeeeee!

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  3. Sugerencia... Divide el contenido en dos comentarios. Es que ya he pasao' por eso (en tu cibercasita mismamente... ¿No recuerdas algún que otro "suma y sigue" de mi parte? No era por adornar, no, no) y claro la experiencia... mare de la ciencia :-)

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  4. upsss, claro, pos no había caído. Rollo vaaaaa..

    Ladrillo, Capítulo I:

    Pues qué bien que hayas escrito finalmente la entrada, ¡qué suerte hemos tenido tus lectores!

    Pensando sobre tus palabras, se me ocurre lo que ahora te digo.

    Los humanos somos una especie más del reino animal. Como tales animales, llevamos en nuestros genes una predisposición genética a la violencia, que se desencadena si concurren las circunstancias oportunas para ello.

    Esa violencia no es que sea “buena” ni “mala” desde una perspectiva “moral”, simplemente “es”… pues en cuanto violencia “animal”, carece de moral: un perro puede morder a un hombre que pretende atacar a su dueña, igual que puede morder a un niño que sólo le está pasando una brizna de hierba por el hocico… en ambos casos actúa sin criterios “morales”, sólo por un instinto animal.

    Pero los humanos tenemos, además de instinto animal, inteligencia. Esto es, consciencia de nuestra propia existencia, capacidad para acumular conocimientos basados en la experiencia, y disposición para construir un sistema de reglas “morales” que disciplinen nuestra actuación.

    Estas reglas “morales” pueden ser políticas, jurídicas, sociales, religiosas, etc…, y constituyen lo que denominamos “cultura”

    En algunos casos, este tipo de reglas “culturales”, o “ideológicas”, legitiman el uso de la violencia (la violencia de base animal que llevamos dentro) en un sentido determinado… por ejemplo, una persona puede ser un perfecto padre de familia, amante de sus hijos y hasta del perro de la casa, y sin embargo considerar correcto el exterminio de judíos, la voladura de trenes, etc… sólo porque su cultura, ideología, o religión, así lo estipula.

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  5. Ladrillo, Capítulo II:

    En otros casos, la cultura o ideología considera intolerable la violencia animal que llevamos dentro, y pretende específicamente reprimirla. Es el caso de la ideología “estándar” en nuestro entorno cultural, la que tú y tus lectores podemos tener, que nos lleva a rechazar la violencia como forma de solución de conflictos… a no atizarle a un cenutrio que tiene puesta a tope la música en su coche, sino a intentar razonar con él para que comprenda que puede estar molestando a otros humanos que le rodean. Podremos, quizás, disentir en algunas cuestiones de matiz, pero en aceptamos como principio general que la violencia es inadmisible.

    El origen de la violencia que nos rodea hoy en día en España –como es el caso del ejemplo que mencionas en tu entrada- se encuentra, en mi opinión, no en la imposición de una “cultura de la violencia”, como a veces se dice, sino en la renuncia a establecer cualquier tipo de cultura… situación ésta que hace aflorar la violencia animal que naturalmente llevamos de base, una violencia no sustantada en criterios morales de "bien" o "mal", sino que responde al instinto primitivo de realizar nuestra santa voluntad por encima de cualquier oposición de terceros.

    No estoy familiarizado con el problema de la educación en España, que conste, pero me da la impresión de que se ha abandonado el intento de hacer comprender a los niños y jóvenes algo tan simple como que su voluntad individual no es lo único que cuenta... que hay que respetar a los demás si queremos tener una sociedad en la que se pueda respirar.

    Hoy en día todo es apariencia, no hay nada de fondo. Por ejemplo, introducen una asignatura de “educación para la ciudadanía” para que los niños aprendan valores cívicos (la apariencia)… pero al mismo tiempo, el sistema educativo permite que los niños puedan pasar de curso sin aprobar las asignaturas (el fondo)… supongo que es más cómodo “pregonar” a los niños que deben ser responsables, que “enseñarles” a ser responsables de la única forma posible: obligándoles a asumir las consecuencias de su falta de responsabilidad ¿Qué valores cívicos puede alguien interiorizar si desconoce la responsabilidad individual, me pregunto yo? Pues eso.

    Y aparte, está el caso (teórico y discutido) del uomo delinquente, refractario a cualquier intento de socialización.

    En fin, tema interesante. Igual algún día transformo este comentario de tu bitácora, en una entrada de la mía.

    PD. Comentario lingüístico: lo que ¡Superleve en acción! denomina “kriptonita”, debe ser lo mismo que Superman y sus paisanos de Kripton llamaban “desazón”... Superman procedía del sur de Kripton, de Kriptonlucía, y más en concreto de una ciudad llamada Kriptonmería, donde pronuncian “desasón”. O eso, al menos, dice la enciclopedia interestelar Salvat.. ;-P

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  6. Hola... bueno, poco más puedo añadir a vuestras reflexiones. Unicamente decir que he disfrutado leyendo la entrada y los comentarios, y básicamente estoy de acuerdo en casi todo, aunque (como ya sabe Levemente) yo soy más optimista en lo que se refiere a la humanidad, aunque no podemos negar todas las lacras que aquí se han citado, y que por desgracia forman parte, no del ser humano, sino de la (in) cultura. Dice mi acupuntora que los enemigos son necesarios, pues son nuestro propio reflejo. Si es verdad (que yo no lo sé), es claro que será un reflejo de nuestra parte mala. A pesar de todo, creo que no involucionamos, sino lo contrario. Pero es taaaan lenta la evolución! Tan lento que cualquier utopía parece inalcanzable. Pero es una cuestión de tiempo. Solo hace falta saber si disponemos de él.

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  7. ¡Ops!... Víctor, Mr. Crow... vuestros comentarios incitan contestación extensa que un repentino atacoide de Doña alergia no me permite dar en este momento. Me pican tanto los ojos que casi no los puedo abrir, arrrggggg...

    Mañana volveré... y escribiré.

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  8. Vaya por delante que todos y cada uno de los comentarios que se dejan en este cuaderno de bitácora tienen valor para mí, pero agradezco particularmente los muy extensos porque entiendo que se dedica tiempo a ello. Y “tiempo” es uno de los mejores regalos que se pueden ofrecer a alguien; especialmente en épocas tan "precipitadas" como la nuestra.

    Había comenzado a responderos de manera extensa e individual, pero finalmente opto por ahorraros mi perorata y dejaros conjuntamente la palabra de una gran oradora con la que pretendía ilustrar “mi discurso”, pues ella no hace sino referir muy acertadamente -en continente y contenido- lo que yo pretendía expresar. ¿Para qué repetir pues?...

    Quienes llevan tiempo siguiendo este blog sabrán que considero que el gran mal del mundo es el autoengaño (y por ende Doña mentira). Así pues tan sólo añado un par de matices:

    Víctor… si, sumado a lo que sabrás de mí, escuchas a la conferenciante… entenderás porqué no puedo considerar como “correcto” tu ejemplo del hombre de familia, amante incluso de la mascota de casa pero… con su particular “ideología” respecto a otros individuos de su especie (por más que la mental mente tenga según qué recursos o triquiñuelas para justificar su postura. ¡Y queda mucho mejor Kryyyyyytonita!, según Wikipedia y según nos, dónde va a parar ☺)

    Mr. Crown… esta entrada no se refería a la crueldad humana –que haberla hayla- sino a las consecuencias negativas y/o dolorosas derivadas de los actos de la “buena gente”. De ahí que dejase al margen a quienes clasifiqué como “mentes enfermas” y “psicópatas”.

    Dicho lo cual… he aquí la respuesta en otra voz más erudita que la mía.

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Algo me dirás... ¿no? ;-)

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