miércoles, 18 de agosto de 2010

Recogiendo papeles

A lo largo de mi vida he conocido a tres “tipazos”. Ahora bien... ¿qué entiendo yo por “tipazo”? Un tipazo es, ante todo, un S.H.F. Es decir... un ser humano falible que comparte con la mayoría de miembros de su especie (independientemente del género ya que también existen “tipazas”, o “mujeres de bandera” que suena mejor) la perfecta imperfección humana, pero le diferencia del groso, y le hace formar parte de una minoría, el hecho de que es capaz de reconocer sus errores. Y además de ser capaz, lo lleva a la práctica. Se responsabiliza de ellos, sin pretender arrojar su autoría e inevitables consecuencias (si las hubiere) a otros, pasando así de consciente a valiente. E incluso trata de reparar, lo que le concede humildad frente a la arrogancia (Doña esta, por cierto, con la que me llevo fatá, fatá), a la par que le humaniza... en el sentido más positivo del término. En resumen... logra trascender la teoría de “disonancia cognitiva” sobre nuestra psique desarrollada por Leon Festinguer que, en atención a la naturaleza de la mente, pretende se comprenda su modus operandi aunque no se justifique ya que en paralelo existe el aprendizaje para paliar los... potenciales efectos de su funcionamiento. Y lo más importante: se esfuerza por ser justo en general, lo que no le exime de equivocarse a menudo. O puede que no con frecuencia, que es otra opción.

Trabajo con uno de esos tipazos. Su esposa, íntima amiga, fue la que nos unió y de rebote con él nació una amistad. He visto a sus hijos, ahora adolescentes, nacer y crecer. He compartido con ellos mucho. Y ellos lo han hecho conmigo. A título individual y a título conjunto. Distanciamientos y reencuentros incluidos. ¿Veinte años?... Sí, veinte. Por lo referido en el párrafo anterior... por su andadura vital, el tipazo en cuestión objeto de estas líneas se ganó mi admiración tiempo ha y desde entonces la ha mantenido... vía hechos; por su modo de estar en y con el mundo.

Sin embargo… hace un tiempito el tipazo perdió los papeles. ¡Y cómo! En el ámbito laboral, pero extendido a lo personal. Adivinen en... "contra" de quién “volaron” todos esos papelitos, papelotes y papelones. Afortunadamente ocurrió en público. Esto es... llegué a una reunión a la que se me convocó y nada más sentarme comenzaron a lloverme “folios” en tropel, algunos de un cortante que pa’ qué; parecían dagas en vez de hojas. Digo afortunadamente porque en según qué situaciones bueno es tener “testigos” de lo acontecido, por aquello de los San Benitos que se endilgan a quien refiere "verdades incómodas", pero que es necesario poner encima de la mesa en determinados momentos, defendiéndolas con rotundidad si es preciso. Y claro... hay que pagar un precio, sobre todo a medio y largo plazo. A veces muy elevado.


En una mezcla de sorpresa y mi apuesta esencial por no responder con violencia a la susodicha, tuve que respirar profundo para mantener la calma. No obstante, como quiera que se iba pasando ¿cuatro pueblos?, me vi en la necesidad de, con un par de contundentes frases, cortar su discurso y matizar que yo no era responsable en ningún caso de los conflictos personales y/o profesionales que pretendía endosarme. Enfrentarle a una realidad objetiva, en presencia de otros, le excitó aún más el ánimo. Al parecer resultó el equivalente a desarmarle y lo esperaba aún menos que yo el... “lanzamiento de papeles” con que me topé, je. Con franqueza, y considerando el cúmulo que tengo (a una pizca estoy del “síndrome de leve burnout”), no sé como aguanté el tipo. Bueno sí... mi tranquilidad era mayor que la suya lo que me permitió evitar que la cosa fuera a más, y por el bien común en definitiva opté por no echar leña al fuego. Como es lógico, tras la tromba, en el aire quedó un silencio que casi cortaba la respiración de toditos los presentes. El resto, atónito, no se atrevía a intervenir. Si hubiera que escoger una palabra que definiese lo sucedido, “incomprensible” sería probablemente la más acertada. Finalmente, movida más por mis emociones que por la razón, salí un momento al servicio... pa’ soltar tensión, que también la acumulé en cantidad considerable. De paso... alguna lagrimilla cayó en privado porque ... ¿qué le había pasado a mi amigo?... ¡¡¡que además es un tipazo!!!

Luego pensé, pues quedé bastante “tocada” durante un tiempo, que mi actual sensei (Mae West) me habría animado a marcharme prácticamente en cuanto él abrió la boca, dejándole con una expresión del tipo: “He venido a una reunión laboral, no a mi crucifixión. Así que ahí te quedas con tu cruz, tus clavos y tu cartelito de INRI. ¡Con dios!”. Pero resistí, así que a lo hecho... pecho.

Pasaron los días, las semanas... y aunque según mi opinión más tarde de lo debido...

. Tipazo.- Toc, toc... ¿tienes un momento?
. Leve.- Claro, pasa...

Se queda en el marco de la puerta y empieza a hablar, o más bien a “corre-hablar”. Le interrumpo y le invito a que nos sentemos, uno frente al otro, pues hay cosas que no se pueden hacer precipitadamente. Los ojos se le van para todos lados menos a donde deben dirigirse: hacia los míos. Comprendo que no debe resultarle fácil. Le tranquilizo... y empiezo a ayudar a que recoja... “sus papeles”. En cambio… yo no tengo la menor dificultad en no apartarle la mirada. Necesito además que ocurra lo que, supongo, ocurrirá.

Hablamos... explica, le entiendo, le pregunto... pide perdón, pero no logra mantener su mirada en línea con la mía de manera continua. Le expreso abiertamente mi teoría sobre los tipazos con la que comienzo esta entrada. Le informo de que él se encuentra entre los únicos tres que he conocido. Le doy gracias por demostrarme que... no me equivoqué al incluirle en ese minigrupo. Mientras el tiempo transcurre, cada vez sus ojos se aquietan más, buscando los míos… y encontrándolos. Acabamos la conversación de una media hora y me pide un par de besos (¡de mejilla eeeeehhhh!). La guinda de la paz. Se marcha a su departamento diciendo que… seguirá estando ahí...

Se produce un singular bienestar cuando se recogen papelitos, papelotes y papelones... aunque no sea uno quien los lanzó. Aunque se presienta que... ya nunca volverá a ser como antes. Pero el caso... es que se respira mucho, mucho mejor... como si una tonelada de peso que presionaba el alma se hubiera disuelto de repente. El tipazo ha hecho lo justo. Claro... por eso lo es.

O dicho de otro modo, puesto que Mudito habló... ¡un enano menos!


Ya iba tocando, ¡aiiiinsss!...

.

7 comentarios:

  1. Entonces yo soy un "tipejo", pues a falta de errores propios me encanta reconocer los de los demás. :-p

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  2. Tipazo el que se disculpa, y tipaza la que perdona.. :-)

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  3. Debo ser una mujer de poca fe porque no te creo nada de nada Amkiel. Será que, en según qué, he de ver, para creer. Y como no estoy cerca... ¡no sé, no contesto! :-P

    Víctor... ¡qué bien te han sentado las vacaciones que llegas piropeando ;-)

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  4. Sí, jeje... aunque no tiene mucho mérito piropearla a usté (ahí llevas otro :-DDD)

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  5. ¡Me has leve-ruborizado!... *^_^*

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  6. Así, ruborizada, parece usté una rosa.. ;-)

    (bueno, ya vale, a partir de mañana prometo volver a las borderías de siempre, jeje)

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  7. ¿Rosa?... mejó volvemos a lo de "bombera retirá", que me gusta-pega más. Aunque pensándolo bien... las rosas son aterciopeladas... ¡y tienen espinas! Y aroma, ¿no? Bueno, de esto último no estoy muy segura... pa' encontrar hoy día una flor que huela...

    (Eso significa que a partir de mañana, o sea hoy, ya estás laborandooooo... :-), digo yo)

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Algo me dirás... ¿no? ;-)

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