Acabo de ver un telediario y creo que es casi una obligación repetirme. Veo que el drama de las pateras vuelve a producirse. Y veo apenas unos minutos después que en nuestro país hoy se lanzaba a la venta un móvil de nueva generación, con pantalla táctil y no se qué más. Y la cola de compradores ha sido enorme, e incluso el primer chico en adquirir el modelo ha esperado 17 horas apostado a las puertas del establecimiento. Se le veía muy contento, casi triunfal una vez lo ha tenido en sus manos.
E inevitablemente mi mente se ha proyectado a las antípodas.
Las desproporciones siempre me han sacudido y cuando apenas media intervalo entre ellas, lo hacen con la intensidad de un fuerte terremoto, con incluso sensaciones físicas. Pero me da hasta cierto miedo pensar en el grado de facilidad que estamos alcanzando para pasar de la comedia al drama, incluso dando un rodeo sin ni siquiera percatarnos de la existencia del último. Miedo por la consciente o inconsciente falta de sensibilidad ante el dolor ajeno, porque son amenazas a valores entiendo que fundamentales para la pervivencia de la especie humana: solidaridad, compasión, justicia ...
No es que nacer sea una suerte, no. La suerte, buena o mala, es el lugar donde se nace. El punto del mapa es el quid de la cuestión. Ese maldito o bendito azar. Huelga mencionar que no es lo mismo venir al mundo en la –hoy opulenta España aún con la crisis, porque en los años cincuenta ...- que hacerlo en cualquier país africano. Tampoco, siendo mujer, significa lo mismo nacer aquí o en Afganistán. O que ser homosexual en Irán suponga pagar con la pena capital si llega a saberse. Sí, geografía y suerte van unidas.
Sin papeles llamamos a los que llegan en pateras, en esos cruceros de muerte. Y mi parte más racional puede “entender” ese calificativo, su acepción burocrática, el concepto de frontera y lo que lleva aparejado. Pero “aceptar” que alguien ... que un ser humano es “ilegal”, a eso algo en mi interior se resiste. ¿Acaso es la vida ilegal?
La suerte de los demás en realidad la tejemos entre todos. Es un asunto más complejo de lo que a priori parece, de difícil solución. Rectifico: de difícil “confección”. En lo que a mí concierne creo, honestamente, que intento hacer lo que puedo por al menos no empeorar la realidad que inmediatamente me rodea, pues considero que a modo de “efecto mariposa” de alguna manera mi ser y estar tendrán repercusiones en lugares tanto cercanos como remotos.
E inevitablemente mi mente se ha proyectado a las antípodas.
Las desproporciones siempre me han sacudido y cuando apenas media intervalo entre ellas, lo hacen con la intensidad de un fuerte terremoto, con incluso sensaciones físicas. Pero me da hasta cierto miedo pensar en el grado de facilidad que estamos alcanzando para pasar de la comedia al drama, incluso dando un rodeo sin ni siquiera percatarnos de la existencia del último. Miedo por la consciente o inconsciente falta de sensibilidad ante el dolor ajeno, porque son amenazas a valores entiendo que fundamentales para la pervivencia de la especie humana: solidaridad, compasión, justicia ...
No es que nacer sea una suerte, no. La suerte, buena o mala, es el lugar donde se nace. El punto del mapa es el quid de la cuestión. Ese maldito o bendito azar. Huelga mencionar que no es lo mismo venir al mundo en la –hoy opulenta España aún con la crisis, porque en los años cincuenta ...- que hacerlo en cualquier país africano. Tampoco, siendo mujer, significa lo mismo nacer aquí o en Afganistán. O que ser homosexual en Irán suponga pagar con la pena capital si llega a saberse. Sí, geografía y suerte van unidas.
Sin papeles llamamos a los que llegan en pateras, en esos cruceros de muerte. Y mi parte más racional puede “entender” ese calificativo, su acepción burocrática, el concepto de frontera y lo que lleva aparejado. Pero “aceptar” que alguien ... que un ser humano es “ilegal”, a eso algo en mi interior se resiste. ¿Acaso es la vida ilegal?
La suerte de los demás en realidad la tejemos entre todos. Es un asunto más complejo de lo que a priori parece, de difícil solución. Rectifico: de difícil “confección”. En lo que a mí concierne creo, honestamente, que intento hacer lo que puedo por al menos no empeorar la realidad que inmediatamente me rodea, pues considero que a modo de “efecto mariposa” de alguna manera mi ser y estar tendrán repercusiones en lugares tanto cercanos como remotos.
Sin embargo eso no impide que a veces, cada vez más, no entienda el mundo, ni lo quiera entender. Mi lucidez, don y yugo por excelencia, llega a agotarme. Por eso cruzo a menudo el espejo y me refugio en el país de las maravillas. Creo, de hecho, que nací predestinada para que ese lugar y no otro fuera mi auténtica patria. Allí ... aquí, hay sitio para todos sin que bebés o adultos sean pasto de tiburones, sin que, como canta La Mari de Chambao, el mar se cubra de papeles mojaos... de papeles sin dueño.
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