Podría decir que por escepticismo apostaté hace un tiempo; no de oficio pero sí de convicción. También podría comentar que la incredulidad fue creciendo a medida que los años pasaban, hasta poblarme prácticamente por completo en la actualidad. Debo añadir que asumir esta realidad me causó –y me sigue causando- un poso de tristeza en mi hondura más abisal. Porque paralelamente la posibilidad de que la palabra “transcendencia” sea realidad se pierde para mí. Y eso me genera un miedo que con anterioridad no existía: el miedo a la muerte. Ligero bien es cierto.
Lo bueno es que no me da miedo tener miedo. Y lo más bueno es que, en momentos de letargo existencial, ese miedo posiblemente me sirva de acicate para cambiar la pregunta “¿hay vida después de la vida?” por la de “¿hay vida antes de la vida?”. O sea, que si me duermo en los laureles debo espabilar, ponerme a la tarea del “carpe diem” y, sin renunciar a la esperanza, no depositar todas las expectativas en un futuro que aún está por llegar (si lo hiciere). Creo que fue John Lennon quien dijo: "La vida es lo que ocurre mientras uno hace planes", cita que ilustra perfectamente lo que trato de expresar.
Pero a veces... a veces sucede que miro y veo. Veo esa belleza, esa energía benefactora tan cargada de misterio que parece querer decirme que detrás de lo aparente hay más, mucho más. Y que esa añadidura está en un perfecto orden aunque yo no lo comprenda, aunque no lo alcance, aunque desborde a mi intelecto.
Esta mañana ocurrió: vi. Conducía hacia el trabajo y al girar a dirección Este me topé con un cielo nuboso en distintos tonos de gris. Desde el otro lado de esa cubierta esponjosa, focos solares se proyectaban hacia la tierra y, con la concreta delimitación de su enfoque, parecían querer iluminar al protagonista invisible de un espectáculo teatral igualmente inexistente.
Sí, el cielo era como un queso gruyère por el que se escapaba el sol. Un queso en el que Dios, divertido, jugaba a ser tobogán lanzándose en varias direcciones... deslizándose disfrazado de haces de luz.
Y entonces... en esas ocasiones en las que veo, o creo ver, mi escepticismo se vuelve de lo más escéptico.
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