¿Casualidad o causalidad?

El 14 de febrero es una de esas fechas que suelo encuadrar en lo que llamo “días San Corte Inglés”. Y es que prefiero infinitamente que el amor se muestre –y demuestre- a lo largo de todo el año, y no en una jornada concreta que alguien que no fui yo decidió (sobre todo cuando se determina en base a fines mercantiles).

Sin embargo tampoco voy a hacer una crítica de quien guste de celebrarlo por lo alto, bajo o medio con detalles de tipo material. Todo está bien... tanto las tartas corazonadas, las rosas o cualquier tipo de flor, las cenas especiales, las joyas, el rojo, rojo y más rojo... todo-todo está bien, así como su ausencia. Que cada cual elija lo que prefiera aunque... no entraré en este momento en quién escoge verdaderamente; no es instante para ello que otra es la cuestión que me ha de ocupar.

Decidí ir al mar esta mañana tan luminosa y cálida que anuncia primavera a la vuelta de la esquina. Caminaba por la orilla, sintiendo la frescura del agua transparente que lamía mis pies en cada llegada y retirada del casi inexistente oleaje. Lo hacía mirando al frente, como casi siempre que paseo por la arena. Me agradaba mucho su textura... era dura, con la consistencia precisa para que soportase mi peso apenas dejando una ligera marca, que de inmediato el medio líquido restablecía a superficie lisa con cada barrido acuoso. Pero al alcanzar un punto exacto me he detenido, he mirado hacia abajo y me he agachado para coger una piedrita que tímida asomaba pues estaba medio enterrada. La he lavado y al ver su forma...

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Inevitablemente he sonreído preguntándome si la dádiva inesperada ha sido fruto del azar al margen de la fecha que el calendario marcaba, o si el mismísimo San Valentín se acababa de cruzar conmigo invisiblemente queriendo dejarme una muestra de ello. En definitiva me he planteado un... ¿casualidad o causalidad?

Y no sólo por el regalo pétreo he tenido presente al Santo sino porque una vez más, me he dado de bruces con el mismísimo AMOR en persona. Sí, el de las mayúsculas, pero esa es otra historia que contaré en -como diría un amigo- la próxima viñeta. ¿Mañana? Posiblemente.
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