jueves, 17 de marzo de 2011

Yo quería...

Llegó procedente del país del sol naciente. Hace casi una década si no me falla la memoria. Aprender a bailar flamenco fue el motivo de su viaje. Recaló primero en Madrid y posteriormente en Sevilla. Después de ese tiempo sabático que se tomó para satisfacer su deseo artístico, regresó a su lugar de origen pero... el incipiente amor que encontró en Andalucía fue a buscarla; no estaba dispuesto a perderla. Romeo logró que aquel contacto no se diluyera en la nada y finalmente conquistó a Julieta -quien en un principio no confiaba mucho en las posibilidades futuras de aquella relación- al punto de aceptar convertirse en su esposa y establecerse definitivamente en España.


Destinaron unos años a su marido a Almería y fue en clase de danza oriental donde la conocí. Unas pocas alumnas, aventajadas y especialmente interesadas, decidimos apuntarnos a otras clases extras de nivel más avanzado, sin abandonar las que ya nos ocupaban. Entre las ávidas de aprendizaje estaba Junko. ¡Se movía con un arte...! Sin lugar a dudas era la mejor de ambos grupos (huelga recordar que los japoneses generalmente hacen muy bien... todo lo que hacen), pero con cero afán de notoriedad. La danza oriental tiene un importante componente místico y se comenta, se dice, se rumorea... que los cuatro elementos, tierra, fuego, aire y agua, son los que determinan la personalidad de cada bailarina. La profesora consideraba, y se veía a la legua, que Junko era regida por fuego y tierra... y es que, al margen de la elegancia que le acompañaba, sus movimientos tenían mucha fuerza, potencia... lo cual no dejaba de resultar curioso ya que ella es todo serenidad, dulzura y humildad. En cambio yo, en apariencia más intensa, hasta en danza me la paso “levitando” porque es el aire quien me dirige y casi lleva en volandas; fusionado con agua, claro, que en algo se ha de notar que traigo de serie la cola de sirena :-)

Quería hablar de Junko hace tiempo, pero Doña Cotidianeidad acababa eligiendo el contenido de cada entrada. Quería, en una de ellas, contar que sin querer queriendo... al llevarla en coche a casa, tras las clases extras, nos fuimos haciendo amigas en cierto grado íntimas; puede incluso que considerablemente íntimas, teniendo en cuenta que en Japón el mundo emocional se vive de un modo más lejano y menos expresivo.

Quería contar que en la comida de “hasta siempre” que le organicé en casa, cuando su marido por fin obtuvo plaza en Sevilla, acabamos por sorpresa en un abrazo (de los de verdad de la verdadera) a tres, Junko, Olga y yo... consolando a la segunda por momentos muy difíciles vividos tiempo atrás que desconocíamos y que nos confesó en un momento dado de la reunión.

Quería mostrar aquí los regalos que me hizo, al partir. Mi nombre dibujado...


Escrito, con su significado...


Una avecilla, para que continúe “volando”, que demuestra su pericia con el origami...


Su nota de despedida...


Quería testimoniar que por mi vida paseó un ser noble y encantador al que no he olvidado, aunque llevemos un año sin comunicarnos porque el día a día lleva a cada cual por caminos que a veces no confluyen; máxime si hay kilómetros físicos de por medio.

Quería expresar que siempre la recuerdo con rostro sonriente porque, con excepción del previo a su partida y de un instante de debilidad que tuvo por algo triste que le ocurrió, momentos en que sus ojillos oblicuos se humedecieron de más con enorme dignidad, eso era lo que siempre hacía: sonreír. Sonreían sus labios... sonreía su mirada. Así la veo en mi mente cada vez que vuelve su imagen, que sucede habitualmente pues sigo bailando... y no dejo de sentir la huella que dejó en cada paso. Y, entonces, sus sonrisas... hacen que sea mi corazón el que sonríe.

Quería, desde hace meses, volver a marcar su número de teléfono o escribirle unas líneas, como hice anoche... porque su familia vive en Tokio y aunque en principio debe encontrarse bien tras la sucesión de catástrofes, Junko ha de estar bastante afectada. No sólo por lo que le atañe directamente. Con frecuencia puntualizaba que era japonesa. Lo decía con sano orgullo, aunque viviera en España. Y añadía que deseaba seguir siéndolo siempre... independientemente de que sólo regresara de visita al lugar que la vio nacer... crecer...

Si ya sentía un respeto profundo por el honorable pueblo nipón, ahora no ha hecho sino incrementarse. Un pueblo de voluntad diamantina cuyo poder organizativo es capaz de superar casi todo, y esa es su gran esperanza en el duro presente que les está tocando. Los japoneses son trabajadores, cívicos como pocos, estoicos... mucho tendríamos que aprender de ellos los mediterráneos y otros tantos habitantes del planeta. Son un modelo de serenidad y orden para las almas que luchan contra la fatalidad. Y para las que no. El ejemplo que están dando frente a tamaña adversidad es para quitarse el sombrero. No merecen lo que ha ocurrido... lo que sigue ocurriendo, pero... ¿¡quién merece algo semejante!? Ojalá, dentro de la gravedad de lo acontecido, la cosa no vaya a más. Ojalá.

Sí... yo quería, con esta entrada, manifestar mi lejana solidaridad con Japón y su gente. Dar un permanente abrazo a un país que ha quedado asolado física y emocionalmente...


Y... quería recordar que... quería a Junko. Que la sigo queriendo :-)

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5 comentarios:

  1. Alicia, preciosa entrada..

    Espero que un día tengas la posibilidad/oportunidad de viajar a Japón. Aunque creo que, a través de Junko y gracias a tu empatía con las personas, lo has hecho ya en buena medida.

    Un abrazo

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  2. Eres tan pero tan dulce y profunda!
    Mañana dejo Francia,voy a mi Azaharalandia....Peñíscola...

    Gracias,te quiero
    mialuaf@gmail.com

    MiaPatiodeazahares si tienes Facebook

    Besos

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  3. Si, nuevamente muy linda la entrada, ojalá que tu amiga se encuentre muy bien y que su familia esté a salvo de todo el peligro latente que hay por esos rumbos en este momento.

    Me uno al abrazo al mundito y también te mando una abrazo a ti, Leve Amiguis.

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  4. Gracias Víctor. Resulta muy difícil no empatizar con lo que están pasando allí.

    Otro para ti.


    Mia... no se me ocurre mejor lugar para que tus pulmones y alma respiren un gran aroma que Azaharalandia. Bueno, Romerolandia tampoco estaría mal ;-)

    Gracias a ti también. Un abrazo, hermosa.

    Pd. Yo de feisbú, nada de nada. Por cierto, qué precioso nombre "Patio de azahares".


    Myriam... finalmente llamé a mi amiga pero no estaba y dejé un mensaje en su contestador. A ver si logramos comunicarnos.

    Gracias también a ti, estimada amigüi, especialmente por unierse a ese abrazo mundial.

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  5. "Unierse", es "unirte", claro, je. Vaya cosa rara que me salió al escribir, je-je.

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