A mi amigo Diego le sucede como a mí: ve la noche azul. Sólo que mi azul es marino a secas y el suyo es el azul oscuro intenso que adorna los belenes, el azul de los cielos estrellados que se pintaban en el gótico.
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Sin embargo me asomo a la ventana, alzo la mirada y veo a la noche dejando caer su manto en un color distinto al que suele captar mi retina: púrpura.
¿Estaremos equivocados Diego y yo? ... ¿Será que padecemos una nueva forma de daltonismo?
Y ya que nos envuelve la noche ... felices sueños dormidos, felices sueños despiertos.
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¡Viva la sinestesia!
ResponderEliminar¡Qué viva que vivaaaaaaaa!
ResponderEliminarY también la magia potagia, por supuesto.