En mi país de maravillas las hay por doquier pues ... ¡son mágicas! Aquí, en la ciudad en que vivo, en cambio es difícil ver estatuas humanas. Y cuando las hay su presencia representa para mí todo un acontecimiento porque parte de mi verdadera patria, esta en la que me dejo ir escribiendo, sale a las calles que real ... que físicamente pisan mis pies.
Mitad humanos, mitad piedra ... son seres que me fascinan. Y les admiro; por su paciencia, por su resistencia, por su estoicismo, por su capacidad de reto al parpadeo ...
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Esta fría tarde volviendo a casa me topé con una. ¡Oh, gratísima sorpresa! La bauticé como el “cowboy galáctico”. Faltaba sólo el caballo para que lo imitase a la perfección.
Me he parado frente a él, he echado la moneda, me ha cogido la mano y me ha besado en la mejilla, loquito de alegría a juzgar por el sonido que emitía una especie de bocinilla que emulaba a su voz para, a continuación, recuperar su intermitente carácter pétreo. Claro que posiblemente yo le aventajara en regocijo, sólo que silbando en mis adentrados adentros. Rejuvenecí ... mmmmmm, unos treinta años como poco.
Hoy creo que pertenezco algo más al universo. ¡Y es que compré un beso de plata! O eso me dijo mi mejilla al mirarme en el espejo una vez en casa. Aún me brilla. Creo que me dejaré el fulgor esta noche. Con un poco de suerte actuará como un faro planetario atrayendo a alguna estrella a mi sueño.
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Pero rectifico, no compré ningún beso ... hicimos un trueque, la estatua viviente y yo.
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¡Ah!, no sólo me atraen poderosamente las estatuas humanas. Me gustan toditas todas. De hecho a menudo me hipnotizan ...
Y por cierto, me viene a la memoria otra clase de beso pero ... (continuará).
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Mitad humanos, mitad piedra ... son seres que me fascinan. Y les admiro; por su paciencia, por su resistencia, por su estoicismo, por su capacidad de reto al parpadeo ...
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Esta fría tarde volviendo a casa me topé con una. ¡Oh, gratísima sorpresa! La bauticé como el “cowboy galáctico”. Faltaba sólo el caballo para que lo imitase a la perfección.
Me he parado frente a él, he echado la moneda, me ha cogido la mano y me ha besado en la mejilla, loquito de alegría a juzgar por el sonido que emitía una especie de bocinilla que emulaba a su voz para, a continuación, recuperar su intermitente carácter pétreo. Claro que posiblemente yo le aventajara en regocijo, sólo que silbando en mis adentrados adentros. Rejuvenecí ... mmmmmm, unos treinta años como poco.
Hoy creo que pertenezco algo más al universo. ¡Y es que compré un beso de plata! O eso me dijo mi mejilla al mirarme en el espejo una vez en casa. Aún me brilla. Creo que me dejaré el fulgor esta noche. Con un poco de suerte actuará como un faro planetario atrayendo a alguna estrella a mi sueño.
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Pero rectifico, no compré ningún beso ... hicimos un trueque, la estatua viviente y yo.
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¡Ah!, no sólo me atraen poderosamente las estatuas humanas. Me gustan toditas todas. De hecho a menudo me hipnotizan ...
Y por cierto, me viene a la memoria otra clase de beso pero ... (continuará).
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Niña!
ResponderEliminarComo cuesta dejar tu mundo,
volver al mío...
Espero...otra clase de beso...
y los míos te dejo
Deseando leer la continuación. Esperaré cual estatua retando al parpadeo, con paciencia y estoicismo............por favor echame tu moneda,que será tu próximo escrito,para que pueda loquita de alegría tocar mi bocinilla.
ResponderEliminarBesos
Leve,te tengo añadida pero
ResponderEliminarno sé porqué me sales al final
y no por orden alfabético...
♥♥♥besos♥♥♥
Ana María ... en cualquier momento el beso aparecerá y participará regocijado en el trueque de moneditas y bocinillas alegres.
ResponderEliminarBuena noche, desde el sur.
Mía, yo te diré por qué salgo al final: "Los últimos seréis los primeros en el reino de los cielos".
ResponderEliminarPor si acaso, espero que exista semejante territorio. ¡Seré de las primes en visitarlo, instalarme y escoger parcela!
Un abrazo sureño.