sábado, 8 de noviembre de 2008

Mar adentro

Pensaba dedicarme a algunas cosas "prácticas" esta mañana que finalmente no llevé a cabo. Por eso no hago generalmente planes. Soy de las que opina que hay que esperar y ver... “qué tal día amanece”. Y no me estoy refiriendo especificamente a la cuestión climatológica.

Sin embargo hoy el anticiclón externo sí ha sido lo relevante... lo que ha hecho que el cielo se presente extremadamente despejado. Al mismo tiempo, Eolo ha decidido tomárselo con calma en esta jornada por lo que se presentaba prometedora a simple vista. O mejor dicho... a simple brisa. La conjunción ha dado lugar a un día con tanta chispa primaveral que no me quedado otra que ponerme la piel de sirena e ir a mi mar. Aunque para ser exactos al de la ciudad, ya que mi cachito de agua salada, con su correspondiente arena, se encuentra a unos kilómetros de la urbe.

Al llegar me he descalzado y he comenzado a caminar por la orilla. He recorrido un largo trecho cuando, juraría que al margen de mi voluntad, de repente me he detenido frente a Don mar. He permanecido, con la mente en blanco, quieta... quizás tan sólo balanceándome suave, sutilmente... de derecha a izquierda a ritmo lento, siguiendo la armonía del susurro marino. Ahí, parada, casi hipnotizada, mirando al horizonte... ¿diez, quince minutos? Y sólo existía eso. Con los zapatos en una mano. Con la mochila aún en los hombros, con mis piernas robando a la orilla su trabajo... rompiendo las olas.
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Rozando la plena quietud, oteando el horizonte con la mente apaciguada... sí rompiendo las olas con mi cuerpo. Y nada más... y TODO eso.
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Una piedra que un paseante ha lanzado al agua delante de mí ha sido lo que me ha sacado de mi abstracción. Entonces he montado el campamento que básicamente ha consistido en estirar una toalla y a mí sobre ella. Primero tumbada sobre un lado, después girando hacia el otro. Y como juego a inventarme vidas he hecho lo propio. A la derecha un hombre y una mujer próximos a los cincuenta, con los que me crucé en mi recorrido por la orilla, hacían algo que al principio identifiqué como tai chi y que me trajo magníficos recuerdos del año en que lo practiqué. Me quedé como quien dice a las puertas de todas las ventajas que ofrece pues la danza oriental se cruzó en mi camino y me atrapó, obligándome a elegir en aquel momento. No obstante es una disciplina que quiero recuperar a la menor oportunidad.

No tardé en observar que no era tai chi por lo que deduje debía tratarse de chi kun o algo con, desde luego, cierto toque oriental pues los movimientos delataban su origen. Ella era la maestra, él el alumno. Por algún comentario que acerté a escuchar saltaba al oído que el uno para la otra era novedad y viceversa; al menos relativa. Jugué a que se gustan y recién comienzan a conocerse, a que se encuentran en el albor de su ir acercándose. Y que se agradan cada vez más en ese buscarse para encontrarse. Al menos la energía que les envolvía así me lo transmitía... aparentemente. Forman una linda y madura pareja. Ojalá que les vaya bonito... si es que en esas andan sus deseos e intenciones y mi “desbordante imaginación” no estaba elaborando un guión de cine.

También les he emulado a la hora de mover el cuerpo con una serie ejercicios que realizo cada día (noche en realidad), aunque no en un medio como la arena, y he estirado casi la totalidad de mis músculos hasta donde dan, que es mucho.

Y sobre todo, sobre todo, he dado gracias a la vida por la inmensidad de los pequeños regalos recibidos en el día de hoy.

Ahora, desde este momento nocturno en que la lucidez se sosiega, sé por qué miraba al horizonte sin recorrer su extensa línea. Mis ojos se fijaban siempre en el mismo lugar. La buscaba... ¿sería que quizás creí vislumbrarla justo en ese punto?

“Ella está en el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré. ¿Para qué sirve entonces la utopía? Para eso sirve: para caminar. “

(Eduardo Galeano)

Pd. Jose sin tilde, tenías razón. La temperatura del agua ha bajado notablemente, sin embargo para alguien con escamas en la piel y cola cuando se quita las piernas... estaba encantadora, deliciosamente fría.

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4 comentarios:

  1. Un bello recorrido marino!

    Lo he hecho a tu lado al leerte

    y la magia no deja de sorprenderme

    ♥♥♥besos♥♥♥

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  2. Es que la magia si es potagia ... ¡siempre se contagia!

    Con pareado inesperado ... gracias Mia y un abrazo matutino. Mejor mañanero, que me gusta más.

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  3. El día era tan tan primaveral que merecía la pena haberte acercado a tu cala... pero tal y como lo disfrutaste era una de las mejores opciones. La descripción es perfecta...

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  4. El mar, aquí, ahí, allá o acullá ... sea primavera, verano, otoño o invierno ... siempre es MAR.

    Y fascinantes son todas y cada una de sus personalidades.

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