miércoles, 3 de marzo de 2010

Erre que erre

Milagrito nos visitó ayer. Como es natural nos echa de menos. Un poco más a mí y viceversa (aún más lógico). Añora, particularmente, nuestras conversaciones. Llegó con sus peques, que ya no lo son tanto, y nos dimos uno de esos abrazos danzarines del alma, que los llamo yo. Largos, profundos, verdaderos... de los que el eco de tu latido resuena al rozarse con otro que no brota en el propio pecho. Lo cierto es que fueron dos: uno al llegar, otro al marcharse... ¡qué suertudas! :-)

Cuando todavía estaba en nuestro centro, Milagrito comentaba que mantengo una lucha de poder con otra compañera, pero yo no lo veo así. Trabajo en la planta superior de un edificio de dos, y en la actualidad sólo estamos tres personas; féminas para más señas. Laboralmente hablando somos una familia bien avenida con, obvio, más o menos afinidad entre unos y otros. Con mis niñas R. y L. me llevo muy bien. Tan bien que con R. me comunico tal que así:

- R. ¿Eres tú la que apaga la luz del baño?
- Leve. La misma (cosa que ya sabe en realidad).
- R. ¿Y por qué no la dejas encendida?
- Leve. Porque cuando salgo se queda humanamente vacío y, salvo coincidencia puntual, en bastante tiempo nadie vuelve a entrar. En consecuencia... por ahorro energético en primer lugar. Después... por evitar un gasto económico innecesario que por otra parte paga el contribuyente, entre los cuales te encuentras. Resumiendo... para dejar un planeta mejor, o no tan-tan-tan-tan-tan-tan peor a nuestros niños. A los tuyos, quiero decir... y resto, claro.
- R. Es que es un coñazo tener que estar encendiendo... y además, como es un tubo fluorescente, se consume más si enciendes y apagas.
- Leve. Comprobaré lo que dices. Si tienes razón no tengo el menor inconveniente en dejarla encendida. Si, por el contrario y como sospecho, tu argumento no es más que una leyenda... seguiré haciéndolo, aunque represente un coñazo para ti o quien sea. A propósito... ¿dejas la luz prendida en tu casa si no estás en la habitación en cuestión?...

(Silencio sepulcral que parece indicar un “no”)

Tras consultar aquí y allá comprobé que efectivamente el “no apagues el fluorescente que gastas más” es un mito y... desde hace unos meses en esa “batalla” estamos. Cada una sigue en sus trece, pero lo que es yo... no me voy a cansar. Considero más importante un bien colectivo (aunque suponga un grano de arena para la montaña) que el hecho de que una mano se pueda quebrar por tener que pulsar un interruptor tres o cuatro veces al día; pongamos seis... siete si esa mañana se tiene más sed de lo habitual. Proporcionalmente hablando, la balanza de lo justo se inclina hacia mi postura. Básicamente porque el esfuerzo físico que R. ha de aplicar al asunto, no la dejará sin energías para el resto de actividades que su vida le reclame cotidianamente. Por tanto... “va a ser que no”. O que sigo escuchando al señor árabe en mi leveinterior diciendo: “Hacer lo que hay que hacer”.

Contada esta anécdota no es de extrañar que en más de una ocasión se me considere “alemana”, o “sueca” (no por rubia de 1’80 de altura, je), o nativa de cualquier otro país más arriba de Espein. Desde otra perspectiva posiblemente alguien añadiría la acepción “tocapelotas”... o “tocaovarios”, según sea el sexo de la otra parte. ¡Ah se sienteeeee! Ejem... miento, no lo lamento en absoluto.

Y por más duras que resulten algunas gestas... ¡¡¡viva Rodriga Díaz de Vivar!!!... alias la Levecid, campeadora... :-D
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“El cielo nunca ayuda al hombre que no quiere obrar” . (William Shakespeare).

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6 comentarios:

  1. Te sugiero el proverbio chino que te puse el otro dia, pero con una leve adaptación...

    "Es más práctico encender una LUZ que no maldecir la oscuridad."

    Así, siempre puedes convencerla basando tu razón en la sabiduría milenaria china, je.

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  2. Estoy totalmente de acuerdo, hacer lo que hay que hacer, que no es más que hacer lo que menos daño cause, obrar en conciencia.... creo que apagar la luz cuando se deja una habitación vacía se cae por su propio peso. Adelante con la gesta.

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  3. ¡no me digas que esa historia de los tubos fluorescentes es un mito! ¡A buenas horas -mangas verdes- me entero!

    No quiero meterme con R. sin conocerla... pero joer, eso de que encender la luz es un coñazo... vaya tela ¡espero que su trabajo no sea mucho más exigente que eso!

    Y Leve, como de costumbre, faciendo entuertos..

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  4. Vale. Yo no me lavo nunca los pies, total... se me van a ensuciar otra vez.
    ¿R cierra el grifo cuando termina de lavarse los dientes? qué coñazo.
    Si, si, es un gasto dejar el grifo abierto. Pero dile que no tire de la cadena, así se "nivela" el gasto. Como mucho, si no hace pis. Ya sabes, "lo amarillo se queda un poquillo"...

    No te lo quiere decir, pero R sabe que si apagas la luz al salir de una habitación, cobran vida las cosas inertes en la oscuridad. Yo tengo un trocito de celofán en el interruptor de la bombilla de la nevera, para que los pollos no se peleen con las merluzas en la fría oscuridad de la noche.

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  5. jaja, muy buenas las soluciones feroces..

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  6. Sangón… hay interruptores que no se encienden en otros. ¡Por más que se intente, y por china que sea la sabiduría! Y viceversa: los hay que no se encienden en mí. Así que… no me uniré al “enemigo”, pero tampoco es buena cosa desperdiciar energía en lo que lleva a ningún lado. Porque ir pa’ na… je-je.

    Carmen… mira que es obvio el “peso”, pero nada… no hay manera. ¡Gracias por tu apoyo!... así no me siento tan sola frente a los “infieles”. Cosas de ejercer –a ratos- de Levecid campeadora.

    Dígotelo Víctor, dígotelo… una patraña. No creas… R. hace su trabajo. Y bien. Y en la medida justa. Nunca menos… y nunca más :-)
    Esteeee… ¿faciendo lo qué? Me haga el favor de no confundir gestas con lo que no proceda. Con lo dura que es la vida de caballera...

    Feroz… ¡cómo son tus ferocidades!, je, je. Hasta razón tienes… lo del miedo en relación a algunas habitaciones, me lo creo. Y tu merluza y los pollos me recuerdan una historia encantadora. Tengo que hacerla cachitos y subirla a youtube pa’ mostrarla luego aquí. Todo se andará… ¡espero! Mientras tanto… ni mu al respecto.

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