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Perdonen si tampoco hoy sonrío demasiado.
Yo no entiendo casi nada y me muevo torpemente, pero el espacio es hermoso, silencioso, perfecto. Yo no entiendo casi nada, pero comparto el azul, el amarillo y el viento. La tarde avanza lentamente, y yo mirando quiero ver. (Eduardo Chillida)
Sonrie siempre, aunque como dices no sea demasiado... hay sonrisas que siempre quedan ... eternas... en el corazón.
ResponderEliminarEl mejor lugar del mundo es aquí mismo... ni el pasado ni el futuro... sino ahora...
http://www.youtube.com/watch?v=zLv9GMc4G9Y
Creo en la magia potagia e incluso considero que tengo el don de saborear hasta el fondo las ... pequeñas cosas. Por ejemplo me he pasado –sin pretensión- media hora jugueteando con una botella de agua vacía. Moviéndola hacia arriba, hacia abajo, de derecha a izquierda, en espiral ... disfrutando las formas que unas simples gotas dibujaban ... su ritmo, su velocidad. Para quien entienda de lo que hablo ... sabrá que además me cosquilleaban en el corazón y naturalmente me hacían sentir “alegre” hasta límites insospechados. Para quien no ... pensará que estoy como un auténtico cencerro. Pudiera ser, a fin de cuentas mi patria es el país de las maravillas donde no pocas cosas son al “revés”.
ResponderEliminarPrecisamente ayer, en la despedida, le recordaba literalmente a la otra parte: "la vida es ahora, ahora mismo, no ayer, ni mañana, ni está escrita para nadie" ... y como bien apuntas Sangon, el mejor lugar del mundo es aquí mismo. Aunque a veces duela (profundo pero sereno) y, paradójicamente, haga sonreír de manera simultánea por puro agradecimiento, como es mi caso en este instante.
Emily Dickinson lo referiría así ...
“Mi tristeza es tan suave
que parece una tímida sonrisa.”
Max Ehrmann, de un modo más extenso ...
“Todos somos barcos volviendo a casa
cargados con experiencia de vida,
memorias de trabajo, buenos tiempos y pesares,
cada uno con su carga especial;
y es nuestro común destino
mostrar las marcas del viaje,
aquí una proa astillada, allí un cordaje emparchado,
y cada casco ennegrecido
por el incesante apaleo de las incansables olas.
Ojalá seamos agradecidos por buenos momentos y mares apacibles,
y en tiempos de tormenta tener el coraje
y la paciencia que caracteriza a todo buen navegante;
y, sobretodo, ojalá tengamos la alentadora esperanza de gozosos encuentros,
cuando nuestro barco finalmente tire su ancla en el agua quieta de la eterna bahía.”
Y la suma de lo que dice Emily y lo que añade Max, hoy he sido yo.
Gracias Sangon. Me tomaré un té en esa cafetería tan cálida y acogedora en apariencia. No sé cuando, pero pronto. Y te contaré que aromas percibo al cruzar su umbral.