Repetimos terapia ...
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Yo no entiendo casi nada y me muevo torpemente, pero el espacio es hermoso, silencioso, perfecto. Yo no entiendo casi nada, pero comparto el azul, el amarillo y el viento. La tarde avanza lentamente, y yo mirando quiero ver. (Eduardo Chillida)
¿Alguna vez referí que prefiero infinitamente que me regalen una maceta a una flor? Si no lo hice ... dicho queda. Imagino sobrará explique las razones a tenor de lo ... cronopiado.
Supongo que tampoco diría que las plantas que viven conmigo tienen nombre. Ellas mismas me lo indican cuando proponen la convivencia, conste. Las presentaré: Guadalupe (cáctus ella), Vera, Trinidad, Dana, Malibú, Punki y Mafalda. Igual un día me animo y las muestro. ¡Y porque en un piso ni cachito de tierra en suelo en el que poder ampliar el edén!
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y una vez este se manifiesta, ella no es sino su hogar permanente.
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¿Alguna vez has tenido un profesor que al explicarte algo, cuando no lo entendías, no se rendía?... ¿Que sabía que las lecciones más duras se tardan en aprender toda la vida?... ¿Que te enseñó la asignatura más importante, el sentido de la existencia? Pues ese fue Morrie Schwartz.
Y a quien pueda interesar un libro que es pura enseñanza, que no deje de leer “Martes con mi viejo profesor”.
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de dejar un buen sabor de alma tras cada encuentro.
Ayer tuve la suerte de que me sucediera y se me legó una herencia infinita. Y creo, también de algún modo, haberla dejado yo.
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Amélie Poulain se derritió por cobardía. Otras, que no se llaman como ella, se hacen agua... por valentía. ¿Quizás la virtud se encuentre en el término medio? ¿O si hay que caer... preferible es que sea de lugares bien altos y al menos durante un instante sentirse como pájaro que vuela hacia el infinito? Alguien dijo que el único verdadero riesgo de la vida es no arriesgar. También escuché que a veces ganar es perder. Y en ocasiones... perder es ganar.
"Amélie", película mágicamente maravillosa en su principio, su durante, su final, su post-final. E incluso en su repaso, y repaso, y repaso...
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Sí, “corazón tan blanco”, además de un libro, es... fui yo este fin de semana. Le preguntaré a Jose si también sintió que el suyo se vistió de ese color. Y, por supuesto, desde aquí le digo una vez más... GRACIAS, mayúsculamente. El, mejor que nadie, en este momento sabrá por qué escribo así la palabra.
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Creo que es importante decir en voz alta “te quiero”. A un familiar, a la pareja, a los amigos, a un animal de compañía... Sí, es importante, no ya para los demás sino para uno mismo, vestir de palabras un sentimiento de tal calibre; al menos de cuando en cuando. Lo visualizo en este momento como... como cuando se lanza confeti. Querer, aparte de una responsabilidad, es en esencia una fiesta y arrojar papelitos de colores al objeto de tu amor simboliza la celebración de ese sentir, la alegría que representa en la existencia propia y conjunta. Pero hay que aprender a hacerlo, a sacarlo afuera, y no todos tenemos esa oportunidad... o capacidad. Opino que la educación emocional es una de nuestras grandes asignaturas pendientes, pero ya vamos dando pasitos lo cual es esperanzador. Honestamente debo reconocerme muy afortunada ya que pude ser alumna y a su vez algunas, poquitas, personas han llegado a decirme con una sonrisa e incluso un abrazo: me has enseñado a decir “te quiero”. Naturalmente recibí ese reconocimiento como un gran regalo ya que en mi ánimo no se encontraba el ir de “maestra”. Pero es lo que tiene mezclarse, interactuar... que vamos aportándonos nuestros conocimientos, e incluso desconocimientos, los unos a los otros.
Y hay tantos modos de expresarlo, además de recurriendo a la palabra hablada (dejando aparte en estas líneas a la forma más auténtica y verdadera: a través del “acto”. Tal como se refleja en un sabio refrán: “Obras son amores y no buenas razones”). Durante un tiempo a alguien se lo decía reproduciendo cerca de su oído el sonido de mi latido, siempre sosegado, hirviendo a fuego lento, con un ligero eco: “pon-ponnnnnnn, pon-ponnnnnn, pon-ponnnnn, pon-ponnnnn...”
Y todo esto viene a cuento porque cogí de nuevo uno de esos libros, compañeros de piso, a los que he doblado páginas por aquí, subrayado por allá en un color en la lectura inicial, en otro distinto en relecturas posteriores de pasajes... lo que, en definitiva para unos será mancillarlo y para otros, como yo obviamente, “vivirlo”.
Et voilà, tras pasearlo, la “huella” que dejé en su primera página.
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De José Angel Valente se puede leer, en este lugar, a mano derecha: "Volví, nunca partí. Alejarme sólo fue una forma de quedar aquí, para siempre".
Hoy, yo, tomo prestadas sus palabras para decirlas en voz alta.
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