Hondura

Había una vez, y no había una vez, una casa en medio del mar en la que una mujer esperaba tocando un violonchelo preñado de nostalgia. Recordaba y aguardaba a su amado, un pintor con alma de marinero que soñaba navegar el mar en el que vivían las estrellas, medusas, ballenas, sirenas y peces multicolor que había imaginado en sus lienzos, que deseaba adentrarse en ese abismo que tantas veces había evocado...



“De profundis”... película hecha con dibujos al óleo repleta de pinceladas mágicas y diálogos musicales que dicen, comentan, rumorean... es sólo apta para aquellos capaces de disfrutar –sin tiempo- de una puesta de sol; para los que se sientan en la orilla a ver un mar embravecido o sereno; para quienes se asoman a un cielo estrellado sin prisa y sin pausa; para aquellos que pasean en días de lluvia... En definitiva para quienes se maravillan, largo y tendido, con los milagros y criaturas de la naturaleza.

Y yo... ¿qué digo?

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Digo que es ¿cine mudo? en el que la música se convierte en palabra. Digo que es una celebración del universo oceánico. Digo que verla es como pasear por un museo lleno de cuadros en movimiento. Digo que... ¡mmmmmmmmmmm... es pura poesía submarina escrita sobre el eco de un chelo melancólico!


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