Definitivamente este año me ha tocado ser Mr. Scrooge. Ayer se me apareció el espíritu de la Navidad presente, que da la casualidad es el mismo espíritu que el de la Navidad pasada. O más que aparecer... Doña Vida, ¿caprichosa?, nos situó el uno frente a la otra. Ni a posta... lo que me hace pensar que si yo creyera en lo esotérico aseguraría que los astros andan confabulando... ¿a nuestro favor?
Fue un encuentro muy natural. Me sentí bien. Creo que se sintió bien. Los cánones establecidos dirían que debiera haber ocurrido lo contrario. Pero ni siquiera hace un año mi comportamiento fue acorde a lo preestablecido. Y es que suelo poner las cosas fáciles, particularmente en las circunstancias más comprometidas... en los momentos más difíciles. No tanto porque lo merezcan los demás... sino porque lo merezco yo. A un nivel profundo, naturalmente, aunque eso me pueda reportar un supuesto “perjuicio” más superficialmente.
El ser humano tiene una tendencia natural al egoísmo... por la satisfacción de sus deseos. Se acompaña de poca paciencia y a menudo ese egoísmo conlleva daños extras o colaterales -las más de las veces para inocentes- que podrían evitarse, con sólo contener los impulsos iniciales que rigen nuestro comportamiento. O por lo menos "pensar"... sopesar posibles consecuencias. Lo dicho me sirve de introducción para referir que soy buena amazona de esos caballos salvajes que son las emociones. Que me subo a su lomo y suelo llevar las riendas. Aunque claro... más de una vez me han tirado al suelo antes de aprender a llevar el mando. Ahora... por más que me relinchen, las conozco, las reconozco... y soy la jefa.
A veces cuesta mucho trabajo. En ocasiones exige renunciar a lo que el ego reclama por encima de todo pero... posiblemente una vez has iniciado cierto camino ya no hay marcha atrás. Como quien se lanza a un precipicio... demasiado tarde si a mitad de la caída cambia de opinión.
Si con el espíritu de la Navidad pasada (o el de la Navidad presente) me hubiera comportado guiándome por lo primitivo de las emociones... ¿qué habría conseguido?... ¿Un seudoalivio inmediato?... ¿Cargar con unos cuantos kilos más "mi equipaje"?... ¿Entorpecer el sendero que sigo?...
En cambio, ayer, después de haber estado sentada frente a él, cuando me marchaba... no tenía ni un ápice de rencor que, precisamente, es lo que defenderían los cánones de marras debiera poblarme.
Fue un encuentro muy natural. Me sentí bien. Creo que se sintió bien. Los cánones establecidos dirían que debiera haber ocurrido lo contrario. Pero ni siquiera hace un año mi comportamiento fue acorde a lo preestablecido. Y es que suelo poner las cosas fáciles, particularmente en las circunstancias más comprometidas... en los momentos más difíciles. No tanto porque lo merezcan los demás... sino porque lo merezco yo. A un nivel profundo, naturalmente, aunque eso me pueda reportar un supuesto “perjuicio” más superficialmente.
El ser humano tiene una tendencia natural al egoísmo... por la satisfacción de sus deseos. Se acompaña de poca paciencia y a menudo ese egoísmo conlleva daños extras o colaterales -las más de las veces para inocentes- que podrían evitarse, con sólo contener los impulsos iniciales que rigen nuestro comportamiento. O por lo menos "pensar"... sopesar posibles consecuencias. Lo dicho me sirve de introducción para referir que soy buena amazona de esos caballos salvajes que son las emociones. Que me subo a su lomo y suelo llevar las riendas. Aunque claro... más de una vez me han tirado al suelo antes de aprender a llevar el mando. Ahora... por más que me relinchen, las conozco, las reconozco... y soy la jefa.
A veces cuesta mucho trabajo. En ocasiones exige renunciar a lo que el ego reclama por encima de todo pero... posiblemente una vez has iniciado cierto camino ya no hay marcha atrás. Como quien se lanza a un precipicio... demasiado tarde si a mitad de la caída cambia de opinión.
Si con el espíritu de la Navidad pasada (o el de la Navidad presente) me hubiera comportado guiándome por lo primitivo de las emociones... ¿qué habría conseguido?... ¿Un seudoalivio inmediato?... ¿Cargar con unos cuantos kilos más "mi equipaje"?... ¿Entorpecer el sendero que sigo?...
En cambio, ayer, después de haber estado sentada frente a él, cuando me marchaba... no tenía ni un ápice de rencor que, precisamente, es lo que defenderían los cánones de marras debiera poblarme.
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Con la brisa acariciándome las mejillas, seguí dando pasos a medida que tomaba conciencia de las cosquillas que sentía en torno al que late... Sonriendo por dentro... sonriendo por fuera y, sobre todo, tan leve... tan ligera como una pluma...
Con la brisa acariciándome las mejillas, seguí dando pasos a medida que tomaba conciencia de las cosquillas que sentía en torno al que late... Sonriendo por dentro... sonriendo por fuera y, sobre todo, tan leve... tan ligera como una pluma...
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Quizás es que tenía el alma al aire... . :-)
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Espero que los fantasmas pasados y presentes no te hagan cambiar. Que sea como una nueva leve-versión del cuento, donde Dikens escribiera que los fantasmas vienen, pero se ván cambiados por un Scrooge que les demuestre que se puede ser feliz a ritmo de tango.
ResponderEliminarSigue escribiendo el año que viene, que no pare esta leve-música.
Pues que bueno que al final quedaste en paz contigo misma. Mira que entonces ese fantasma se te apareció y cumplió su misión: dejar algo bueno en ti, y como todo buen fantasma ya le habrá tocado su turno de desaparecer, si no es que ya lo hizo.
ResponderEliminarSaludos!
Feroz... yo también lo espero. De hecho, si a estas alturas algún que otro fantasmón con el que me crucé no me cambió... dudo que suceda en adelante. Y me late, cada vez más, que el verdadero éxito consiste en que otros no modifiquen en negativo nuestra naturaleza, por más desafortunados que resultasen los encuentros.
ResponderEliminarSi los espíritus cambian o no... no es asunto mío, sino de ellos. Yo... ¡a mi tango!
Mira qué peliculita me recordó tu “que no pare esta leve-música”. ¡Ay... que funkylosos fueron los 80!
¡Que no cese tampoco la Feroz-music en el nuevo año!... que tienes buen gusto que pa’ qué.
Sí Myriam pero... ya es tiempo de que otros pongan en práctica, de un modo real, aquello de... “Vive y deja vivir”. Yo lo hago. Debo inocular algún patógeno que provoca a medio y largo plazo “Nostalgitis”, porque de otro modo ¡mi no comprender!
Que tengas un magnífico comienzo de año amigüi.
Como escribas otra entrada de este estilo, ¡¡me levanto y me voy!!.... a la cocina, a prepararme unas palomitas (que al micro salen casi tan bién como las del cine), para seguir la historia bien pertrechado..
ResponderEliminarEs costumbre denostar el paso del tiempo, y algún motivo existe para hacerlo, pero nos olvidamos fácilmente de la sabiduría que nos aporta.. también conocida como "levedad", en ciertos ambientes de buena vida.
Y hablando del paso del tiempo, te deseo un 2010 todavía más sabio que el 2009.
¡Ops qué susto me habías dao' Víctor!
ResponderEliminar¿Las palomitas con sal o azúcar?, je.
Deséote también unos... 2010 buenos momentos, como poco.
salás, salás..
ResponderEliminary aprovecho para borrar el acento que he perpetrado antes en "bien", ras-ras, no sé en qué estaría pensando..
y aprovecho para borrar la palabra "acento" en mi comentario anterior, ras-ras, y la sustituyo por "tilde"
ResponderEliminarjeje, esto me recuerda a tus comentarios rectificatorios (no frecuentes, pero casi)..
es más, estoy empezando a sentir una especie de levedad por dentro que... ;-DD
Es que todo se pega, hermosura incluida, je, salaooooo'...
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