jueves, 3 de diciembre de 2009

La escafandra y la mariposa

Abres los ojos... y te rodean varias personas que no reconoces. Te miran... hablan entre sí, como si no estuvieras presente. ¿Dónde estás?... Algo extraño sucede pero aún no aciertas a comprender qué. Intentas hablar pero de tu boca no sale una palabra. ¿Qué ocurre?... ¿Quién es toda esta gente?... ¡Eh!, ¿pero qué me hace?... ¡déjeme en paz!

¿Diagnóstico?... o sentencia: una extraña dolencia llamada “Síndrome de cautiverio”... fulminante e irreversible. Tu mente funciona perfectamente. Tu cuerpo... queda sujeto a una parálisis completa a excepción del parpadeo del ojo izquierdo. Nunca más hablar, nunca más caminar, nunca más respirar sin ayuda mecánica, nunca más bailar, nunca más saborear una fresa, nunca más acariciar, nunca más besar, nunca más... ¿todo?
.
Eso es lo que sientes... lo que ves en la primera parte de la película. Y lo ves porque está rodada con "cámara subjetiva". Recurso cinematográfico este que te aproxima al protagonista al punto de creer que la experiencia es tuya; salvando las distancias, obviamente. En la escena no aparece sino lo que él ve, acompañado por la voz de su pensamiento, que por empatía pasa a ser en amplio porcentaje el del espectador, llegando incluso a percibirse la oclusión de su ojo derecho...
.


.
“Le Scaphandre et le Papillon” es la historia de Jean-Dominique Bauby, redactor jefe de la revista francesa “Elle”, que sufrió un accidente cerebrovascular a la edad de 43 años. Después de permanecer en coma durante un tiempo, despierta completamente paralizado. Salvo mover un ojo... nada puede hacer físicamente mediante su voluntad. Pero... tal y como era hasta el fatídico momento, sigue ahí... en algún lugar dentro de la prisión en la que se ha convertido su cuerpo.

Sólo aparece un hombre de relevancia: Jean-Do. El contrapeso lo ponen las mujeres. Está aquella a la que amó en el pasado y que es madre de sus hijos; la que, leal, permanece a su lado cotidianamente. Está la que no está precisamente, frenada por su debilidad... por no soportar verle de ese modo; la mujer a la que ama en el presente y por la que siente infinita “saudade”. Están la terapeuta y la logopeda del hospital que le enseñan un código consistente en identificar letras del abecedario a través de guiños, que le permiten comunicarse con el exterior y alejarle de la soledad sonora que le invade inicialmente. Está la asistente... con quien, a base de paciencia inusitada, logra escribir un libro autobiográfico de su experiencia que más tarde se publicaría. Están, sí, las mujeres que colaboran a que su mundo no se constriña a la reclusión de un envoltorio inerte.

En un sentido la película es demoledora pues la enfermedad siempre es triste por lo discapacitante, lo doloroso, lo degenerativo, lo mortal... que lleva aparejado y que denigra en ciertos aspectos. Desprecia, en resumen, a la vida. Sin embargo en paralelo es tremendamente reveladora y no pocas veces da lugar a momentos de BELLEZA mayúscula. Cierto es que cualquier enfermedad puede remover lo peor del individuo que la padece y hacer que aflore, que incluso estalle a su alrededor. Pero al mismo tiempo muestra y potencia capacidades inauditas que engrandecen al ser humano hasta límites insospechados. Eso le sucedió a Bauby, interpretado magistralmente por Mathieu Almaric. Y procede aquí reseñar la pequeña incursión del impresionante Max Von Sidow, haciendo el papel de su padre.

El título responde a la metáfora que gobierna la historia. La escafandra... su pesado e inmóvil cuerpo que le apresa, le derrumba... le hunde y le pierde en la oscuridad abisal. La mariposa... su espíritu que libre vuela a lomos de su imaginación y su memoria, escuderas frente a la desesperación y el pesimismo... Acicates para la alegría de vivir... “a pesar de”...
.



Finalmente... tras saltar de la rebeldía a la aceptación, de la angustia al consuelo, de la tragedia a lo cómico... Jean-Do, que antes del accidente había llevado un frenético y superficial ritmo existencial, descubrió que tenía alas para elevarse por encima de su limitada realidad física... que bastaba desplegarlas y volar, volar, volar... asistiendo así al renacimiento que sigue a la metamorfosis.

En definitiva... lo que la película intenta expresar no tiene que ver con vivir o morir. Va más allá. Quizás podría decirse que pretende plasmar algo que es imposible reflejar gráficamente de manera exacta: el alma humana. Eso es, desde mi leveperspectiva, “La escafandra y la mariposa”. Y también... una invitación a la GRATITUD constante y consciente pues por más que logres acercarte al periplo del protagonista... sabes que tú sí puedes hablar, caminar, respirar, bailar, saborear una fresa, acariciar, besar...

La pieza musical que me acompañó cuando me asomaba al universo de mi cortina forma parte de su banda sonora. Y el eco de su melodía me pide que vuelva a verla. Y también este recordatorio escrito me anima a que de nuevo le cante a la vida de la mano de Jean-Dominique Bauby, otro hombre que como Carlos Cristos le puso alas y voló hasta el confín del firmamento... que no es sino su propia esencia... nuestra propia esencia...
.


.
.

11 comentarios:

  1. Maravillosa entrada, Leve.

    Una invitación a la gratitud, y una palmadita para recordarnos que debemos aprovechar el tiempo de salud mientras disponemos de él.. porque de alguna forma u otra, a todos se nos encasquetará un día la escafandra, poco antes de emprender el viaje de vuelta.

    ResponderEliminar
  2. Maravillosa la película sí... y esto pa' ti... ✿ por considerar ídem la entrada (y porque toy practicando, je)

    Y ojalá el viaje sea de vuelta.

    ResponderEliminar
  3. "Eso" es una flor... que se ve rarita.

    ResponderEliminar
  4. Pensaba que era una estrella... pero claro, no puede ser, porque una estrella es esto: ★



    Y otra patí: ✿

    ResponderEliminar
  5. ¡Uuuuyyy si por poco te toca ir a repesca! :-PPPP

    ResponderEliminar
  6. Las cosas que están escritas desde el corazón van al corazón y esos momentos "...engrandecen al ser humano hasta límites insospechados."

    ResponderEliminar
  7. jajaja, sí que me costó poner bien los signos sí, soy un poco zote ;-)

    Con esta historia de los signos se me olvidó comentarte que, cuando decía el "viaje de vuelta", me refería a la vuelta a la inexistencia de la que procedemos...

    Luego ojalá que el viaje no sea de vuelta..

    ResponderEliminar
  8. Víctor... no sabes si procedemos de la inexistencia. Como tampoco sabes si procedemos de otra forma de existencia. Si acaso sospechas, no más ... ;-P

    Yo prefiero imaginar que sí hay algo "al otro lado". Y me lo configuro aquí. Autodiseño vaya. Como en la peli "Más allá de los sueños".

    ResponderEliminar
  9. ¿Me estás llamando grande Sangón?... ¡Pero si yo de mayor quiero ser pequeeeee...! :-)

    ResponderEliminar
  10. Yo no he dicho nada...
    Yo sólo pongo tus palabras...
    Te habrán llegado de vuelta como rebote...
    Desde el corazón.

    ResponderEliminar
  11. Sabia actitud la tuya, Leve. Inobjetable.

    ResponderEliminar

Algo me dirás... ¿no? ;-)

:) :-) :)) =)) :( :-( :(( :d :-d @-) :p :o :>) (o) [-( :-? (p) :-s (m) 8-) :-t :-b b-( :-# =p~ :-$ (b) (f) x-) (k) (h) (c) cheer