sábado, 31 de mayo de 2008

Paradojas y epitafios

Diego me lo presentó en la distancia. Son amigos, buenos según tengo entendido. Creo recordar que en fecha de mi último cumplevida fue cuando Diego me regaló aquel librito artesano de apenas veintiséis páginas, repletas de oscuridad luminosa, de profundidad, de verdad reveladora.

Libro que se inauguró con esta paradoja:

“Te brotan cuando quieren, sin permiso.
Luciérnagas de lo oscuro,
crecen desde dentro como el pan
y nacen, tras un leve fulgor, envueltas en palabras.
Las siembro aquí antes de que el otoño las disperse”.

Ese, quien dice reconocerse en la poesía de lo oscuro, de lo no entendido, de lo no sabido, de lo apenas balbuceado.
Ese, que lanza semillas al papel que germinan en frutos de sabiduría.
Ese, que aún sigue aprendiendo a reconocer lo que es, y que lo que es ... es.
Ese, el autor, se llama José Manuel Calzada.
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Y curiosamente ... la editorial que lo publicó lleva el nombre del día en que asomé al mundo.

Con agradecimiento dejo para él una lágrima (que en realidad es una honda sonrisa duchándose) que ya conoce. Esta vez no sólo en forma de sonido, también acompañada por la imagen.



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miércoles, 28 de mayo de 2008

Un día, una tarde, una noche

Salvando las obvias distancias me sucede como a Eduardo Galeano. Habitualmente tengo tooooooodo el cuerpo llenito de palabras que buscándose se encuentran y pugnan por salir; por la puerta de la boca, de la mano...

Pero hay épocas en las que enmudezco y no hago sino mirar. Mirar y mirar con el afán de ver... y posiblemente para también fecundarme con nuevas u olvidadas palabras.

De ese modo me iba viviendo; observando -y absorbiendo- a mi alrededor hasta que...

Un día me descubrí con sorpresa comprando una cartulina color violeta. No sabía por qué ni para qué, pero no importaba que en aquel momento no tuviera un destino concreto. Tan sólo la compré. Al llegar a casa la dejé sobre una mesa redonda, redonda como un pan solar. Transcurrieron varios meses y la cartulina seguía allí, extendida en toda su superficie. Sin molestar, sin ser molestada... si acaso perturbada no más que por el ligero cosquilleo que de tanto en tanto un plumero le producía al pasearla.

Una tarde me senté en la mesa redonda como el pan solar. En realidad me senté en la silla que hay junto a la mesa redonda como el pan solar, claro. Y en ese preciso instante me fue revelada la función de la cartulina violeta: en adelante cada atardecer escribiría en ella, a mano, una palabra. Me escribiría. ¿A mano? Sí, ejerciendo si cabe una caligrafía primorosa. En distintos colores. ¿Una sola palabra? Casi siempre una. A veces –pocas veces- alguna más, llegando a alcanzar a lo sumo la categoría de frase pero no la de párrafo. Y por aprovechar la coyuntura quizás podría reconciliarme con algo tan ajeno a mí: la capacidad de síntesis (por lo que veo/leo... asignatura aún pendiente a fecha corriente, me temo).

Aquella cartulina quedó inaugurada con un encabezado que reza: “Mi mapa del mundo”.

Una noche, poco tiempo después, leía el número de la revista “Psychologies” correspondiente al mes. Alguien opinaba: Y, diariamente, al atardecer me escribo. Y leo mi vivir, y me digo con una audacia improbable. Ahora comprendo qué quiere decir "conmigo" y por qué, por eso, me gusta estar “contigo". El título del artículo era “Espejo en blanco”.

Y, sin zapatos, sonreí. Profundamente.

La ciencia asegura que todo lo que uno ES, nuestra esencia, procede del cerebro, pero sospecho que no pocos creemos que lo que se siente como verdadero es oriundo del que late: del corazón. ¿Cursi... caduco... romántico... ignorante... no más que metafórico? Tal vez pero tampoco importa. Importa que es bello. Importa la belleza, particularmente la mayúscula que surge a partir de lo minúsculo. ¿Minúsculo?

Tras aquel pedacito de día, tarde y noche volví a sorprenderme escribiendo una carta al autor, pues no resultó difícil hallar en la red una dirección de correo electrónico a la que dirigirse. Lo hice aún a sabiendas de que -por filtros que presupuse- probablemente no llegaría al destinatario, o en caso de que sí, mis palabras jamás recibirían respuesta. Pero tampoco eso importaba, importaba –como ya apunté cuando me instalé en este país- escribir. Y ya.

El contenido de aquella carta se refería a las líneas del artículo reproducidas más arriba y a la sonrisa que me dibujó el hecho de descubrirlas. Precisamente por ello acabé asomándome -aunque no hubiese sido invitada- a un espejo en blanco, que ya no lo era tanto puesto que dejé una huella tan osada como efímera. Y cediendo de nuevo el paso a su intrínseco carácter inmaculado con un GRACIAS me retiré, de puntillas, sin hacer ruido, a escribir-me la palabra que correspondía a aquel día: "comunicación", ella fue la elegida. ¿O la escogida fui yo?
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Hoy, me quedo con esta: “presencia”. Me susurra que debe decirse siendo escrita.


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lunes, 26 de mayo de 2008

Hay anuncios y anuncios

A veces la publicidad se transforma en puro arte.

A la española:



A la italiana:



¿Por qué será que la mayor parte de anuncios de coches son bonitos?

Queda pues inaugurada la sección "Pequeñas obras de arte" en la que -visto lo visto y escuchado lo escuchado- también habrá cabida para la publicidad.
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domingo, 25 de mayo de 2008

Resultado final del intento de pintar

Voilá!

Nada mal para ser mi primera vez. Estoy muy, muy pero que muy satisfecha. ¡Olé yo! ... y sobre todo ¡olé Oscar G.P!, quien me acaba de enseñar a "pintar" en el blog, con una facilidad pasmosa.

Helo aquí: "Oscar".

Por si alguien leyera y necesitara (o necesitase) sus explicaciones.

¡Qué alegría ... ya sé insertar vídeos made in youtube! En efecto se corrobora aquello de que "todo es ponerse". Y se vuelve a cumplir lo que dice el refrán: "No te acostarás sin haber aprendido una cosa más".

3.456.469 gracias Oscar.
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Y así pintaba así así, así pintaba que yo la vi

En primer lugar preparar materiales.
Los pinceles:
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Las acuarelas:
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El atril (que hay que cuidar el cuello):
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El papel:
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Probando:
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Una pausa:
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Continúa la prueba y/o mezclando colores:
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Todo listo. Por fin ... ¡manos (y talento si lo hubiere) a la obra!
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sábado, 24 de mayo de 2008

Erase un ambulatorio y un doctor

Curiosos lugares los centros de salud. Son todo un ecosistema, una miscelánea humana. Durante un tiempo me vi forzada a visitar el mío con frecuencia. Me tocó escuchar a más de un-a abuelito-a mientras esperaba que llegase mi turno. Y me enseñaban... sobre ellos, sobre la vida. Fue allí donde un señor me dijo: "Niña... la única gran verdad es que todo es mentira". Reconozco que tal aseveración me dio que pensar; aunque no en "Matrix" (¡por suerte!). Con sus historias me hicieron ver que el mundo está carente de oídos que escuchen. ¡Necesitaban tanto expresarse y que alguien les prestase atención!
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Disfrutaba ofreciéndoles ese espacio en el que nadie les diera réplica. Se trataba simplemente de que hablaran largo y tendido, porque en la mayoría de ocasiones era el monólogo lo que necesitaban, no el diálogo. ¡Cuánta soledad puebla el mundo a pesar de estar tan rodeados de gente! Añadiré que también en alguna ocasión me pusieron la cabeza como un bombo y a punto estuve de gritar: ¡S.O.S!, pero merecía la pena -nunca mejor dicho- atenderles, e incluso darles la razón aunque no la tuvieran. Por otra parte, intentar convecerles de lo contrario habría sido un vano gasto energético.

Me gusta especialmente la gente que está en el otoño de su vida, los ancianos, por su experiencia acumulada y porque mi sentido protector se inclina hacia ellos, creo. No sé... les veo tan frágiles... más que los niños si cabe. Porque los pequeños van hacia delante, con los bolsillos cargados de ganas y energía, generalmente amparados, sin embargo los mayores desandan lo andado, a veces incluso dejando de ser quienes alguna vez fueron... o siguen siendo, pero ubicados en un lugar escondido de sí mismos y del resto (pienso por ejemplo en el Alzheimer).
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Debo decir que en aquella época aprendí mucho... de mucho.
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Además de batallitas personales también me contaron anécdotas de mi médico de cabecera. Una señora, por ejemplo, me refirió lo mucho que agradecía a Don José el interés que tuvo en su marido. La certeza del diagnóstico, la agilidad que tuvo para tramitar las actuaciones que correspondían a continuación... y, salvo que me falle la memoria que creo no, el hecho de que incluso fuera a visitar al enfermo al hospital. La señora me aseguró que le estaría eternamente agradecida y en efecto se percibía en ella un gran sentimiento de gratitud arraigado. Y no hablemos de su pluriempleo pues además de médico de familia me late que ejerce mucho de sicólogo; que tiene alta predisposición a la escucha vaya.

Por esta y otras cosas a Don José le quiere su cupo de pacientes. Y mucho.

¿Llevaré 20 años en ese cupo? Si no es esa la cifra si una muy próxima. Mi médico casi vive en el ambulatorio por lo que le presupongo un notable nivel de humanidad, aunque quién sabe si alguna razón más acompaña a que su jornada laboral suela ser tan extensa. Dedica -sin prisa- a cada paciente el tiempo que precisa, con lo que su consulta se prolonga cada día, excediéndose en una, dos, tres, cuatro... horas. Y no estoy exagerando. Naturalmente ese tiempo de más aplicado a su trabajo –por ende a los pacientes- lo resta de su vida personal. Sospecho, además, que no es consciente del alcance real del bien que hace, no sé si por despistado o por humilde. En cualquier caso ... gracias por la parte que me haya podido tocar.

Apostaría... no, apuesto -en presente de indicativo- a que siempre es el último médico en marcharse y en ocasiones casi el único del personal del ambulatorio que permanece en él, como por ejemplo sucedió ayer que tan sólo quedaban el guarda jurado, seis o siete pacientes aún por atender (a una media de 15-20 minutos... ¡glubs! considerando que eran las 15:30 h.) y, claro, él. ¿Cuántas veces se habrá quedado este hombre sin comer?, me pregunto. Y me contesto que me harían falta muchas manos para contarlas.

Don José es un hombre supuestamente muy serio, que no antipático (a menudo se une antipatía a seriedad y no, no, no, no estoy de acuerdo), que marca las distancias propias de su aparente carácter, aumentadas imagino que por la posición que requieren ciertas profesiones. Y sin embargo le he visto –sin que me viera- tratar con enorme ternura a un señor muy, muy mayor, que desde luego invitaba a ese trato por la calidez de su rostro ... por su fragilidad.

También ha habido ocasiones en que algún imbécil, cansado de esperar, ha estado molestando insistentemente con frasecitas del tipo: "¿qué hace este médico... jugar a los marcianitos con el ordenador?" Por supuesto la que suscribe enfrentó a los dos tipos con los que en distintas ocasiones coincidió en la sala de espera, siendo uno de ellos gitano. Conste que no soy clasista, ni racista pero cuando un payo es borde, un gitano lo suele ser más. Sin embargo a mí me dio igual su etnia pues si se trata de una injusticia de este tipo, lo demás... ¡plim! Quede claro que no soy una heroína y que no lo hice por defender al médico –que también- sino por respeto a la verdad. Y delante de mí nadie va a decir que la demora viene dada por “pérdida de tiempo” del doctor, cuando sucede todo lo contrario: lo regala a espuertas. O siendo más exacta: podrán decir lo que no es, pero al mismo tiempo obtendrán una "respuesta sonora" de mi parte. A estos individuos finalmente les callé la boca, eso sí con elegancia pero considerable firmeza y rotundidad.

¿Por qué escribo sobre esto? Mientras esperaba, ayer, hubo un momento en que sucedió algo que me hizo reflexionar sobre las antípodas. La consulta de al lado había finalizado pero una mujer llegó tarde y al parecer necesitaba le recetasen con urgencia unos medicamentos. Como aún faltaban cerca de dos horas para que el Centro cerrase, la chica buscó a la doctora quien con la expresión literal “¡mis horas de trabajo han acabado!”, a regañadientes metía la llave en la cerradura para abrir y atender a la paciente.
Yo no hice sino mirar la puerta de esa consulta y la de mi médico. Volví a mirar una puerta y la otra. Y comparé pues no siempre son odiosas las comparaciones, de hecho a menudo son incluso necesarias. Y concluí.

Creo que además de buen profesional Don José es un ser humano hermoso (no dije perfecto, dije hermoso).
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Creo que además de hombre es persona.
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Creo que en persona uno se va convirtiendo, no nace.
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Creo... no, tengo la certeza de que me gustaría conocer profundamente a quien hay detrás del sobrenombre de "doctor".
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Creo que, si tuviera la oportunidad de asomarme a su geografía humana, posiblemente creería en él.
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Y creo que no me equivoco al creer lo que creo.
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Pd. (añadida un 20-11-08). Hoy el propio D. José me ha comentado que en realidad quiso estudiar biología. La revelación de este dato me incita a añadir una línea más in extremis...
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Y creo que quien lleva a cabo el ejercicio de la medicina con tal entrega y diligencia, sin que sea su vocación primera, es digno de admiración. Por lo menos de una considerable porción de la mía pues cumple aquello que yo expreso como... "hacer lo que hay que hacer", y que otros denominarán "lo correcto".
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Pd.2. (marzo de 2009). Rectificar es de sabios de modo que... aunque me pese admitirlo sí, me equivoqué al creer lo que creí. Suscribo lo escrito en lo que atañe a la faceta de doctor, pero tras haber tenido oportunidad de asomarme a su geografía de hombre-persona descubrí que mi fe se precipitó. Resultó que, sin conocerle previa... realmente, le había valorado por encima de lo que le correspondía, como él mismo comentó con acierto; que aún se encuentra a años luz de saber en qué consiste el verdadero respeto, la auténtica elegancia de alma; que no tiene idea -imagino que por torpeza emocional, o por la gelidez de su... "otra cara de la moneda", según apuntó- sobre... "hacer lo que hay que hacer" en ciertas situaciones que exigen delicadeza y no lo contrario. Me equivoqué con él... porque él se equivocó conmigo: al parecer me confundió con una cosa, con algo inerte... insensible... craso error. Es una pena... le admiraba... le respetaba... y algo más.
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jueves, 22 de mayo de 2008

Comprobación

Nunca he regalado papel higiénico... ¡pero sí clinex! Bueno, es que eran bien lindos, amorosos y hasta mágicos. Los encontré en London y cayeron como detallito al menos a tres amigas. Y digo yo que como rollo higiénico y pañuelo de papel comparten naturaleza esencial... ¿seré un ángel, al menos para Olga-libro? Eso sí, de serlo me gustaría enterarme. Comprobemos pues.

¿Tengo zapatos blancos y marrones?
Sí.

¿Regalo rollos de papel higiénico?
Afirmativo, porque el papel es papel, sea para la nariz, ojos u otra zona anatómica y ya detallé unas líneas atrás que lo utilicé como dádiva.

¿Tengo la ventana de mi cuarto colocada delante de la ventana de un baño?
Snif, snif... mi ventana está frente a un parque, que precisamente mostré en la última entrada. ¿Colaría mencionar que el sistema de riego está fatal y a menudo se ve más agua que césped? Lo digo porque en un baño qué hay básicamente sino agua. Pues eso.

¿Tengo ojos de ángel y sonrisa de ángel?
¡Cachisssssssssss en la mar! Varias veces me han dicho que mis ojos son de muñeca –de las muñecas con las que jugábamos de peques, matizo-, así que en ese punto no cumplo el requisito... del todo. Aunque... si hay muñecos guerreros, muñecas bebés, muñecas modelos... ¿por qué no va a haber muñecos ángel? Y la sonrisa... pues cuando estoy contenta... ¡claro! Lo dejaré en un “no sabe (sé), no contesta (contesto)”.

¿Llevo dentro el sol, el mar, las nubes y los peces?
Indiscutiblemente ... ¡síííííííííííí! Tengo, por cierto, algo que contar que me sucedió ayer con nubes, pero eso será otra historia.

Pues no sé... de los requisitos exigidos cumplo casi todos (según mis argumentos claro ¡ja!). Vamos a dejarlo en que podría ser un semiangel, o que aún me quedan varios exámenes por aprobar para obtener el título. Que soy aspirante vaya.

Claro que... también existen los ángeles caídos. ¿En qué rama me graduaré? ¡Aaaaah, misterio, gran misterio! Habrá que esperar y ya se sabe lo que se dice, se comenta, se rumorea: “Por sus obras les conoceréis”.

Y unas pruebas fidedignas a modo de posdata.

Por delante:
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Por detrás (¡o todo corazón!):
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Por dentro, que como ya sabemos la verdadera belleza está en el interior:
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Y si el respetable llegó hasta aquí y no entender nada, mejor ir hacia allí: "Olga" porque una tiene naturaleza "hilandera" y claro, pasa lo que pasa.
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miércoles, 21 de mayo de 2008

Lo que veo desde mi ventana ... en este instante

Selene se resiste a abandonar su puesto de trabajo, aunque su jornada laboral haya finalizado. ¿Será que espera para saludar a su amado antes de retirarse a descansar?
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Así parece, vuelvo a asomarme y veo que en apenas un par de minutos la luz ha cambiado de tono lila azulado a amarillo ... ¡el astro rey llegó a relevarla!

Y ella, por arte de magia, ¡plof!, ha desaparecido en el transcurso de escribir esta brevedad.

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Brevedad intensa al contemplarla, no obstante.
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Buen día.
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domingo, 18 de mayo de 2008

Declaraciones

Soy descalza por la gracia de la vida (o de Dios, según se prefiera).

Lo soy porque siento el enorme placer de andar sin zapatos, percibiendo la caricia que la arena hace a mis pies, o cómo el césped los refresca, o en definitiva... porque me permite atender al latido de la madre tierra multiplicado.

Lo soy porque cuando Don mar los lame en la orilla, me ayuda a reconocer que no es una quien elige caminar descalza, sino que una es elegida por la descalcez. Lo fui en el mismo instante en que asomé al mundo, aunque tardase un tiempo en darme cuenta de ello.

Lo soy porque a base de acumular pasos, mirar se traduce en ver y oír en escuchar.

Lo soy porque me alegra -sobremanera- apreciar la verdadera naturaleza del mármol que piso en este momento. Y sonrío por el regalo de su frescura.

Lo soy porque cuando los calzados me avisan sobre los peligros varios que corren mis pies, yo sé que el único riesgo es no arriesgar y que si se hieren, a la par se curten para otros trechos del camino.

Lo soy porque sin zapatos, una no sólo se desnuda de pies sino también de alma... cuando lo escoge.

Soy descalza, sí, y lo soy... porque lo quiero ser.

Como muestra un botón, ejem, unos pies... los míos.
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sábado, 17 de mayo de 2008

Luz escrita

Hoy estuve en el Centro Andaluz de la Fotografía disfrutando de una exposición de Inge Morath. “Retratos – Portraits” se compone de 104 imágenes -en prodigioso blanco y negro- que documentan la segunda mitad del siglo XX, de ahí que de algún modo verlas resulte como dar un paseo por la historia. Salvo unas cuantas imágenes de personas anónimas, la mayoría corresponden a políticos, poetas, novelistas, pintores, escultores ... con lo cual, además del disfrute estético de las fotografías he tenido conocimiento sobre artistas de los que nunca había oído hablar, y cuyas obras posiblemente me gustará descubrir.

Se dice de la fotógrafa –y además se aprecia- que no trataba de captar momentos pasajeros sino la esencia del sujeto que posaba. Varias me han atrapado en particular ... Arthur Miller, la divina Audrey Hepburn, Henry Moore, Gloria Vanderbilt, Salman Rushdie, Igor stravinsky con Mc Fromm, Pablo Neruda, la de una modista moscovita, la de una feria caprina en Killorglin con gitanos irlandeses, una llamada “Pasajeros con máscaras”, y en especial la de Marilyn, absolutamente maravillosa, que han utilizado en el panel anunciador, en el cual también se podía leer tras la presentación de Inge y su currículum: “Lápidas de cementerios despiden el aura de personas invisibles que aún están presentes”.
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Alguien dijo que la fotografía es el arte de escribir con luz. Certera y hermosa definición que aplaudo con fervor ... plas, plas, plas.
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El color de la noche

A mi amigo Diego le sucede como a mí: ve la noche azul. Sólo que mi azul es marino a secas y el suyo es el azul oscuro intenso que adorna los belenes, el azul de los cielos estrellados que se pintaban en el gótico.
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Sin embargo me asomo a la ventana, alzo la mirada y veo a la noche dejando caer su manto en un color distinto al que suele captar mi retina: púrpura.

¿Estaremos equivocados Diego y yo? ... ¿Será que padecemos una nueva forma de daltonismo?

Y ya que nos envuelve la noche ... felices sueños dormidos, felices sueños despiertos.

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jueves, 15 de mayo de 2008

Vocabulario anatómico

“Tengo el cuerpo todo lleno de palabras. En los análisis de sangre siempre aparecen más palabras que glóbulos:
- El colesterol está dentro de los límites, pero las palabras...- me dice el médico y frunce el ceño.
Las palabras me caminan adentro mientras yo camino. En mis ires y venires a lo largo de la costa de Montevideo, las palabras van y vienen todo a lo largo de mí: ellas se buscan, se encuentran, se juntan, y juntas crecen y se van convirtiendo en cuentos que quieren ser contados. Entonces las palabras golpean a las puertas de mi cuerpo... la puerta de la boca, la puerta de la mano... queriendo salir, queriendo darse mientras yo me dejo ir por la orilla del río ancho como mar. Fue a la orilla de se río-mar donde alguna vez también yo golpeé a las puertas de un cuerpo, queriendo salir, queriendo darme... y fui nacido”. (Eduardo Galeano).

Compartimos dolencia el escritor y yo, sólo que a mí me dice el doctor que las palabras me aparecen en los electrocardiogramas... pon-ponn, pon-ponnn, pon-ponn, pon-ponnn...

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martes, 13 de mayo de 2008

Sin palabras

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¿Sin palabras?
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domingo, 11 de mayo de 2008

23

Dos nombres más que añadir a la lista de mujeres asesinadas (suman 23 a fecha corriente del año en curso) por hombres que alguna vez jugaron a quererlas.

Dos vidas menos. Por... cojones.

¿”Menos es más”? No siempre, lamentablemente.
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¡MALDITOS hombres que no lo son!
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Interrogante

¿A quién le cuento ...

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mi silencio?
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sábado, 10 de mayo de 2008

Eolo

Hoy se expresa furioso. Aquí, en el sur.
Aparte del transcurrir del tiempo ...
¿habría algo que silenciase su grito?


(Laura Wächter - Eolo)

viernes, 9 de mayo de 2008

Canto a él mismo

"Realmente, estos son los pensamientos de todo hombre
de cualquier época y lugar; no son originales míos.
Si no son tan tuyos como míos, nada o casi nada son.
Si no son el enigma y la respuesta al enigma, nada son.
Si no son a un tiempo cercanos y remotos, nada son.
Son la hierba que crece donde hay agua y hay tierra.
Son el aire de todos que envuelve el planeta."

(Walt Whitman)
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miércoles, 7 de mayo de 2008

Olga-s

Me he ido de mí, desde hace un tiempo. Lejos, muy lejos. No es la primera vez que sucede y cuando ha pasado tarde o temprano acabé regresando; creo que no del todo bien es cierto. Sin embargo a medida que transcurren los años siento que me cuesta más trabajo volver. Es... como si cada vez que ocurre, la distancia aumentase y vislumbro el camino de regreso en mi horizonte como algo casi inaccesible, extrañamente eterno, sin fin. Y así me respiro cada día de este presente: ¿Ida?

Un grupo de mujeres hemos participado en el proyecto de fin de carrera de danza contemporánea que elabora Cristina, prima de Ana, mi profesora de danza oriental. Ambas encantadoras y con un arte que pa’ qué.
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Así, cada sábado –durante un mes- he disfrutado del placer del movimiento a la par que confirmé dos cuestiones. La primera que, como quería de pequeña, de mayor debiera haber sido bailarina. La segunda... que prácticamente la expresión total de la vida se puede realizar a través de la danza. Vida con su amor, su alegría, su dolor, su miedo, su hastío, su esperanza, su muerte, su misterio... con todos sus etcéteras; incluyendo por supuesto su contradicción.

El sábado, acabada la experiencia, volvía a casa caminando cuando Olga me llamó: “-¿Sería posible que me llevaras con ella? Sabes que mi lugar está en su compañía”, dijo. Y bajo una extraña hipnosis que no me era desconocida pero no recordaba del todo obedecí, aun estando en un periodo fundamentalmente rebelde. Dada mi posición emocional no entendía mi cumplimento de una voluntad ajena, pero quizás cuando se escucha con el corazón se alcanza aquello que nunca es hablado.

Olga es una compañera -y un poquito más- de danza oriental. Recientemente ha dejado las clases por circunstancias derivadas de la burro-cracia que no merece la pena detallar. Si acaso añadir tan sólo que los cursos son auspiciados por el Centro de la Mujer del ayuntamiento, y si bien son de carácter anual se renuevan trimestralmente. Y Olga no está dispuesta a mendigar su derecho a matrícula, ni a batallar con las trabas que la administración local le ha puesto a la hora de renovar el último trimestre. Pues ¡olé!... mejor que guarde sus energías para luchas ineludibles.

Llegué a la clase que sería la última para Olga. En cuanto apareció le entregué un pequeño paquete, azul marino como la noche (dicen que es negra pero yo la veo azul marino). Al abrirlo encontró un libro con una dedicatoria de mi parte de la que apenas logro recordar algo similar a: “Sé que sabrás reconocerme como yo lo he hecho contigo, 'hermana', aún en la distancia y el desconocimiento de nuestras existencias mutuas”.

Olga se emocionó al descubrir aquel libro parido por una chica, cuando apenas tenía 18 años, cuyo germen se encontró en redacciones escolares que su profesor supo leer más allá de un mero ejercicio académico. Su título: “Olga”.

A Olga-libro la encontré en un puesto callejero ¿por casualidad? Es decir, una mañana de sábado que regresaba a casa caminando Olga-libro me encontró... llamándome en silencio, hipnotizándome cual invisible flautista de Hamelin, dictándome su plan... ¿en el momento oportuno? A Olga-mujer la hallé en una clase de danza, y tras entregarle el paquete sólo se me ocurrió añadir un abrazo con el intento de calmar su emoción, pues recibir a su homónima llegó a azorarla.

Entonces... si en silencio Olga llama a Olga y aún soy capaz de escucharlo, supongo que no me he marchado del todo; de mí, de la vida que vive de verdad. Y es que aún no lo he contado pero las cosas me hablan... a menudo. ¿Quién dijo que son inertes... que no tienen vida? Si acaso, así será para quienes no logran escuchar lo que tienen que decir. Que es mucho.

Pd: “Para ser ángel no hace falta que tu papá sea ángel, por suerte. Ni siquiera hace falta tener cara de ángel, porque además los ángeles de verdad nunca tienen esas caras. Hace falta... hace falta no saber que uno es un ángel y no dárselas de ángel. Hace falta tener zapatos blancos y marrones y regalar rollos de papel higiénico y tener la ventana de tu cuarto colocada delante de la ventana de un baño. Hace falta tener ojos de ángel y sonrisa de ángel. Hace falta llevar dentro el sol, el mar, las nubes y los peces. ¡Hace falta tenerme a mí! Bueno, es broma...”
(“Olga”, Chiara Zocchi).

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martes, 6 de mayo de 2008

Deseo ...

vestirme de hierba...

después de ducharme con gotas de rocío.
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lunes, 5 de mayo de 2008

Más cosas que hacen que la vida valga ...

Las fresas con cereales, trocitos de chocolate negro y yogur natural.



Las fresas sin cereales, sin trocitos de cholate negro y sin yogur natural.

Las fresas, con o sin ... ¡huuuummmmmmm!
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domingo, 4 de mayo de 2008

Un regalo para Shamir ... porque sí

"Por este puente
transcurren ilusiones
y contrabandos".

("Rincón de haikus", Mario Benedetti)


Posdata al día de la madre

Y en su lápida, la de aquella que me-nos parió, reza un epitafio:

"Decimos madre y una música nace.
Por ella existimos y soñamos.
Sin madre... es otra la soledad".

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El día de la madre

Sin ánimo de herir susceptibilidades, pues respeto las opiniones ajenas, creo que el día de la madre, el día del padre, el día de los enamorados... son en realidad un único día: el día de “San Corte inglés”, disfrazado -con el traje que corresponda- según el evento en cuestión que se celebre (o comercialice, sigo creyendo).

Se puede deducir por tanto que no me gusta “el día de la madre”, pero sí me gusta recordar a la mía. El próximo día 1 de julio hará 12 años que se marchó para siempre. Lo hizo joven, con tan sólo 53 primaveras y sus correspondientes veranos, otoños e inviernos.

Desde entonces extrañamente vive en mí cada día, cada instante; no sólo en mi mente, no sólo en forma de recuerdo consciente. Podría decir que se incorporó a mi cuerpo... que se hizo un hueco entre corazón, pulmones, hígado, bazo, páncreas, piel, cerebro, ojos, riñones, estómago... instalándose como un órgano más. Sí... en mi anatomía tengo todo eso y además tengo madreGloria (bendita), pues ese era y es su nombre.

¿Será que hay un cordón umbilical invisible que jamás se corta?

C’est la vie... c’est la mort.

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sábado, 3 de mayo de 2008

Mas cosas que hacen que la vida valga la pena

Descubrir (hoy) la obra de un pintor que me conmueve (me "muevo" con): Ting Shao Kuang.
Una pequeña muestra de su arte:

"Ecos"



"Sueños distantes" (o yo)



"Viento y mar" (o yo también)



Cosas que hacen que la vida valga la pena: descubrir la belleza ... mayúscula o minúscula, tenga la forma o el envoltorio que tenga.
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jueves, 1 de mayo de 2008

Cosas que hacen que la vida valga la pena (o placeres de la vida)

El sonido del agua al caer en las fuentes. Su música.
Doble placer con los ojos cerrados.



El sonido del agua ... siempre.
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