miércoles, 30 de julio de 2008

Precisión

Me gustas porque tienes el color de los patios de las casas tranquilas …

Y más precisamente:
me gustas porque tienes el color de los patios
de las casas tranquilas cuando llega el verano …

Y más precisamente:
me gustas porque tienes el color de los patios
de las casas tranquilas en las tardes de enero
cuando llega el verano …

Y más precisamente:
me gustas porque te amo.

("Exacta dimensión" - Juan Gonzalo Rose)


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lunes, 28 de julio de 2008

Si un rosal se muere ...

se plantará otro ...



El aroma de sus flores no será el mismo, pero el aire se volverá de nuevo fragante.
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domingo, 27 de julio de 2008

Analgésico dental

Y esta fue la pastillita que dos años después Sabina proporcionó al Sup...
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¿Dónde encontrar una excusa para tan terca mudez? Sucede que, cada vez con mayor saña, las musas se vengan de quien abusa del ripio y el do, re, mi. Qué puedo contarte a ti, que no sepas de memoria, si andas cambiando la historia con la tinta y el fusil.
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Bastaría con que en las actas chiapanecas del dolor, conste que mi corazón es una ciencia inexacta, que a regañadientes pacta, con la razón militante. Ojalá, subcomandante, al cabo de este pregón merezca tu absolución, este afónico cantante.
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Pero, elige con cuidado a quién diriges tus cartas, porque hay leyendas que infartan al ánimo más templado. ¿ Cómo puede merecer corresponsal tan bragado quien desde el mejor hotel de Cancún o de Sevilla oye hablar de la guerrilla como quien oye llover? Y, sin embargo excluido de partidos y banderas, me conmueve tu manera de no darte por vencido, de disputarle al olvido la hoguera del porvenir, de desempolvar la crin del caballo de Zapata, de matar a los que matan, de enseñarnos a vivir.
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Me encargaste una canción y por décimas te salgo, hace meses que cabalgo sobre la contradicción de restaurar la emoción, en tiempos tan iscariotes, con la mano en el escote del verso a la antigua usanza. Así hablaba Sancho Panza con mi señor Don Quijote. Por lo demás, cuídate, cuando vengan por las malas, que no te rocen las balas, que no te falte papel, ni frijoles, ni mujer, que la virgen lacandona te esconda bajo su lona. Te lo pide un gachupín que se despierta en Madrid soñando con tu persona.
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Como un dolor de muelas (Letra: Subcomandante Marcos, Joaquín Sabina / Música: Pancho Varona).
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"Como si llegaran a buen puerto mis ansias,
como si hubiera donde hacerse fuerte,
como si hubiera por fin destino para mis pasos,
como si encontrara mi verdad primera,
como traerse al hoy cada mañana,
como un suspiro profundo y quedo,
como un dolor de muelas aliviado,
como lo imposible por fin hecho,
como si alguien de veras me quisiera,
como si al fin un buen poema me saliera ... una oración.
Como si la arena cantara en el desierto
los cantos de sirena del mar Muerto,
como si para crecer sobraran las escaleras,
como si escribiera un ciego un libro abierto.
Ven a poblar el zócalo de ojos,
siembra de migas de pan caliente
mis canas de alcanfor adolescente.
Ponle al sordo voz y alas al cojo,
bendice nuestro arroz, nuestro minuto,
como si no fuéramos cómplices del luto... del corazón."
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Querido subcomandante, mal y tarde, aquí te adelanto la letra de la canción que saldrá en febrero. Con ganas de verte pronto. Todos los abrazos.
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Joaquín Sabina.

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sábado, 26 de julio de 2008

Papelotes, papelitos, papelones

Por entonces solía leer una revista llamada “Tiempo”. Si la memoria no me falla fue en esa publicación, allá por... allá por precisamente mucho tiempo, donde tuve la grata sorpresa de encontrarme una “piedra preciosa” inesperada. Naturalmente la guardé a buen recaudo en mi baúl del tesoro, que he encontrado azarosamente y en el que no buceaba desde años ha. Compruebo con agrado que se me vuelve a esponjar el corazón al releerla, que se me dibuja la misma sonrisa por el sano humor, por la ternura. Dicho lo dicho no queda otra que rescatarla para este país de maravillas. Voilà!

DE : Subcomandante insurgente Marcos. CCRI-CG del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Montañas del sureste mexicano. Chiapas (México).

A : Joaquín Sabina.


Don Sabina:
Ya sé que le parecerá extraño que le escriba, pero resulta que me duele la muela y, según acabo de leer, usted camina ahora por estas tierras que, mientras no acaben por venderlas, también siguen siendo mexicanas. Entonces pensé yo que, aprovechando que me duele la muela y que usted anda ahora bajo estos cielos, pudiera yo escribirle y saludarle e invitarlo a echarse un palomazo con el Sup (a larga distancia, se entiende). ¿Qué dice usted? ¿Cómo? ¿Que qué tiene que ver el dolor de muelas y el palomazo? Bueno, tiene usted razón, debo explicarle entonces la muy extraña relación entre el dolor de muelas, el que usted camine por estas tierras, la larga distancia y una muchacha. No, no se sorprenda usted de que ahora haya aparecido una muchacha. Siempre aparece una, vos lo sabéis, Sabina.

Bien, resulta que cuando yo pasaba por esa etapa difícil en que uno descubre que ya no es más un niño y tampoco alcanza a ser un hombre (esa etapa, vos lo sabéis, Sabina, en que las féminas se transmutan de molestas a interesantes y hay que ver la de problemas que esto provoca), conocí a un viejo que, sin que se lo pidiera, decidió que tenía que darme un consejo sobre esos seres incomprensibles, pero tan amables que eran, y son, las mujeres.


“Mira muchacho -me dijo-, la vida de un hombre no es más que la búsqueda de una mujer. Fíjate que digo una mujer y no cualquier mujer. Y por una mujer, muchacho, me estoy refiriendo a una de única. El problema está en que el hombre siempre queda con la duda de si la mujer que encontró, si es que encuentra alguna, es esa una mujer que estaba buscando. Yo ya estoy viejo y he descubierto una fórmula infalible para saber si la mujer que uno encontró es la una mujer que estaba uno buscando...”.


El viejo se detuvo a mirar hacia todos lados, como temiendo que alguien más lo escuchara. Yo sentí que algo muy importante estaba a punto de serme revelado, así que puse cara de circunstancias y saqué discretamente un papelito y un lapicero para tomar nota, y así evitar que se me olvidara la fórmula (de por sí batallaba mucho con las matemáticas). El viejo carraspeó y, sin poner atención en mi papelito y mi lapicero, me confió: “Si tú le dices a una mujer que te duele una muela y ella, en lugar de mandarte al dentista o darte un analgésico, te abraza y deja que recuestes la mejilla en su pecho, entonces, muchacho, esa mujer es la una mujer que andabas buscando”.


Yo me quedé perplejo, pero como quiera, tomé nota de la fórmula. A mí nunca se me había ocurrido que debía pasarme la vida buscando una mujer, por más que esta mujer fuera una de única. A mí se me ocurrían cosas más concretas y factibles, como ser bombero, conquistar el mundo o construir un avión que se controlara sólo con el pensamiento. Respecto a las mujeres, yo me tenía en muy alta estima y estaba más propenso a que esa una mujer me encontrara a mí que a buscarla yo...

Tenía como diez años y una maestra de piano de la que, naturalmente, estaba enamorado. Mi mayor empeño consistía en mirarle unos pechos que se adivinaban como el mejor remedio dental que tenía a la vista. Por supuesto que le apliqué la fórmula, pero ella sólo se me quedó viendo y me dijo que era un pretexto para no practicar en el teclado. Yo de por sí ya sabía que ella no era la mujer de mi vida: quince años y un piano se interponían entre nosotros.


En fin, el caso es que, como quiera, seguí el consejo del viejo. Ya se imaginará usted, Don Sabina, el desconcierto que provocaba en las muchachas el hecho de que, en cuanto se presentara la oportunidad de estar solos (en ese momento en el que el resto de los mortales aprovechan para acercar una mano o unos labios), yo me llevaba la mano a la mejilla y declaraba solemnemente que me dolía la muela...


Es cierto que en esa época no conseguí ninguna cita, pero acumulé una importante cantidad de analgésicos, anti-inflamatorios, antibióticos y, por supuesto, tarjetas de dentista. A mí ni se me ocurrió que la fórmula estuviera mal. Así que achaqué mis primeros fracasos a la falta de autenticidad en mi dolor de muelas. Por tanto, me di a la dulce tarea de picarme las muelas. Y digo picarme las muelas en un sentido literal y no sólo comiendo dulces y bebiendo refrescos. Con clips y palillos, después de una paciente labor de meses, logré picarme dos muelas con tanto éxito, que tuve que acompañar la táctica con una fuerte dosis de antibiótico. Repetí la fórmula, ahora con la confianza de saberme auténtico, y los resultados siguieron siendo magros.


Así hubiera seguido adelante, acabando con mis muelas, si no fuera porque, ya adolescente, encontré a otro viejo que, cruel, me dijo: “Mírate a un espejo y así sabrás por qué no tienes éxito con las chamacas. Tu problema está en la cara. Más bien en la nariz. A los feos las muchachas no les hacen caso... a menos que sean cantantes”.


¿Cantantes? Bueno, esta nueva fórmula le daría reposo a mis muelas (que, por lo demás, ya estaban definitivamente destrozadas) y me obligó a un cambio radical en la estrategia. Claro que el problema entonces era saber qué se necesitaba para ser cantante. Resulta que no era tan sencillo como usar palillos y clips. Leí todos los manuales que pude: manuales de carpintería, cerrajería, electrónica, radio y televisión, mecánica, y hasta tomé dos cursos por correspondencia, uno de piloto aviador y otro de detective privado...

Créame, Don Sabina, que fue muy duro para mí comprobar que, con todos los avances de la ciencia y la técnica, no existe todavía ningún manual para ser cantante. Después, escuchando canciones observé que el problema era mayor ya que una cosa era ser cantante y otra más difícil era ser cantautor o canta autor (vos lo sabéis, Sabina). Entonces hice trampa, es decir, escribí algunos poemas (o como se llamara lo que escribía) y dejaba siempre pendiente la música. Por supuesto que seguí cosechando fracasos con las mujeres, pero a cambio logré darle una tregua a mis muelas y juntar una gran cantidad de papelotes, papelitos y, sobre todo, papelones (vos lo sabéis, Sabina) con poemas.

Seguro que todo este dilatado relato no le resuelve a usted, Don Sabina, el misterio de la relación entre el dolor de muelas, su caminar por estas tierras, la larga distancia y una muchacha. No se desespere usted, ya verá como al final de todo (vos los sabéis, Sabina) las piezas se acomodan.


Bien, continúo: resulta que (vos lo sabéis, Sabina) hay ahora una muchacha que está demasiado lejos y entonces pensé que usted, Don Sabina, podría echarme una mano y una tonadita (mire usted que no es lo mismo, pero pudiera ser igual). Y usted podría echarme una mano si me permitiera tutearlo y, cómplice como ha sido antes sin saberlo, fingiera usted que nos conocemos desde hace mucho tiempo y que, por tanto, es perfectamente natural que usted reciba una carta del Sup redactada en los siguientes términos: Sabina (sí, ya sé que te desconcierta este inicial e irreverente tuteo, pero tú compórtate como si tal cosa), he trabajado arduamente en los últimos días en la letra que me encargaste para tu nueva canción (¡vamos, quita ya esa cara de espanto! Ya sé que no me has encargado ninguna letra para ninguna canción, pero sígueme la corriente para despistar al enemigo), pero ha sido inútil. No me sale nada original.


Así las cosas, busqué en el cofre del pirata y sólo encontré un viejo y mohoso poema, que no es tan viejo y que tal vez ni a poema llegue, que te puede servir si le das un poco de aliño. Es ideal para ponerle música y escalar con velocidad en el hit parade internacional (no me preguntes si para arriba o para abajo), pero tú ya sabes que a nosotros los artistas (sigue fingiendo demencia, no denotes la menor sorpresa) no nos importa la fama (bueno, no mucho).


En este caso particular, a mí sólo me interesa una muchacha que está demasiado lejos para que pueda yo musitarle al oído este poema y arrancarle así (vos lo sabéis, Sabina) una sonrisa o una lágrima. Porque es de todos conocido que una sonrisa o una lágrima de una muchacha que está demasiado lejos es una forma de que no siga estando demasiado lejos (vos lo sabéis, Sabina). El poema dice más o menos así:

Como si llegaran a buen puerto mis ansias,
como si hubiera donde hacerse fuerte,
como si hubiera por fin destino para mis pasos,
como si encontrara mi verdad primera,
como traerse al hoy cada mañana,
como un suspiro profundo y quedo,
como un dolor de muelas aliviado,
como lo imposible por fin hecho,
como si alguien de veras me quisiera,
como si, al fin, un buen poema que saliera, llegar a ti.

La tonadita de la canción puede ir más o menos así : tara-tarara-tarirara-etcétera (vos lo sabéis, Sabina). El título de la canción podría ser “Canción para una muchacha que está demasiado lejos”, o “Un dolor de muelas para ella”, o “Un dolor de muelas, Sabina, la larga distancia, una muchacha y el Sup”. En fin, ya se te ocurrirá algo. El crédito puede ser... letra: el Sup. Música: Joaquín Sabina, o Letra y música: Joaquín Sabina (a petición del Sup), o como quieras.
Vale. Salud y ojalá ella entienda.
El Sup.
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Esa podría ser la carta que usted recibiera y aceptara, Don Sabina.

Y todo esto viene a cuento porque estaba yo solo, con mi dolor de muelas y leyendo que usted camina por estas tierras. Entonces pensaba yo que usted, tal vez, estaría de buen humor y magnánimo, y que podría contarle yo la historia de los dolores de muelas, mi frustrada carrera como cantautor y una muchacha que está demasiado lejos.


Y pensaba yo que podría escribirle una carta intentándolo y pidiéndole una tonadita para un mohoso poema. Y pensaba yo que usted, tal vez, me perdonaría el tuteo y el pedirle una tonadita para acercar a una muchacha que está demasiado lejos y que así se completaría el rompecabezas del inicio.

Y no para que me dispense es que le cuento todo esto, Don Sabina, sino para que comprenda. Y comprender (vos lo sabéis, Sabina) es otra forma de absolver.


Vale, Salud y ya sabe usted, si le sobra por ahí un analgésico o una tonadita, no dude en mandármelos. Ambas cosas se agradecen en este asfixiado pecho que le escribe.

Subcomandante Insurgente Marcos. México. Octubre de 1996.
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jueves, 24 de julio de 2008

Un gustoso gusto

Un vaso (largo).
Una horchata (de Valencia).
Una pajita (verde).

¿Cosas que hacen que la vida valga la pena?

Un instante, este, de goce absoluto para el paladar.

Benditos sentidos ... bendito gusto ...
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¡huuuuummmmmmmmmmmmmmmmmmmm!
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martes, 22 de julio de 2008

Leídas, escuchadas, escritas, vividas ...

Sean pasadas, presentes o futuras.

domingo, 20 de julio de 2008

Un clic, clic, clic, clic, clic, clic ... "justo a tiempo"

Extraordinaria siempre ... extraordinaria Nina ...


And changed my lonely nights and changed my lonely nights ... y cambié mis noches solitarias ese afortunado día ... mis noches solitarias ...
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viernes, 18 de julio de 2008

Mi no religiosa religión II

Seguí creciendo apartada totalmente del mundo de la iglesia. Pero eso no evitó que fuese amiga de un cura, hombre verdaderamente comprometido al que admiré por su estar en (y con) el mundo. Un tipazo. Matemático de profesión ejerciendo como tal además de como sacerdote, con el que me encantaba charlar sobre cuestiones teológicas-filosóficas. Me gustaba sobre todo porque jamás intentó aleccionarme y llevarme a su terreno a través de sus conocimientos; y sabía mucho muchísimo con lo que yo aprendía al menos una pizca pizquísima.

Hicimos bastantes excursiones pues nos gusta calzarnos las botas de montaña y en una de esas ocasiones ocurrió algo mágico. Un día gris de invierno decidimos ir a una cala a la que se accede vía sendero. Manuel, que así se llama (Manolo para los demás), y yo nos llevábamos bien a la hora de excursionear juntos pues somos de los que aún yendo acompañados buscamos un espacio personal, aunque sea pequeño, al margen de ir en un grupo más o menos numeroso. De modo que una vez llegados al punto elegido, soltamos mochilas e hicimos lo propio de forma natural. Cada uno paseando, distanciados, a solas con nuestras reflexiones o ausencia de ellas ya que en esos minutos al menos yo me dedico más a sentir que a otra cosa.

Pasado un tiempo no medido nos reencontramos, sentándonos, muy próximos a la orilla, con esa luz rebajada por el gris que tanto se agradece en lugares en los que el sol a menudo resulta violento. El mar en calma, apenas balanceándose ligeramente en la orilla con un ligero “glub, glub, glub...” que sonaba a celestial musiquilla...

El sacó su biblia y me preguntó si quería que leyese algo. Respondí afirmativamente. La abrió al azar y comenzó a leer un salmo que hablaba de animales... de bestias. No recuerdo el contenido concreto pero sí que las celebraba junto a la naturaleza y que en su voz, y en aquel marco, las palabras sonaban a poesía.

Nada más comenzar a leer noté que alguien se acercaba por detrás, me giré y vi un gato negro que elegante se paró y se sentó a medio metro, dirigiendo su mirada a Manuel y clavándola fijamente en él. Con una tranquilidad pasmosa, como si estuviera escuchando e incluso entendiendo lo que decía. Cuando acabó la lectura, con la misma calma del mar Manuel cerró su biblia y se quedó mirando al horizonte. El gato se levantó, con la parsimonia con la que llegó, y se marchó por el mismo camino que había llegado.

Y yo sonreí por esa carga de misterio que me resisto a desvelar y que me basta sentir, aunque a posteriori elucubrase sobre una posible -o imposible- “magia potagia” con este episodio felino.

Manuel me dijo una vez que yo tenía mucha fe, independientemente de no ser religiosa. Y en efecto no es que fuera practicante al uso pero sí había desarrollado cierta forma de religión personal, con –sospecho- una importante base panteísta. O para ser más exacta era portadora de una considerable espiritualidad con cierta connotación litúrgica. También valdría decir: una seudo-religioncilla-con-leve-punto-oriental-filosófico-made-in-descalza. Vamos, lo que creo se llama ahora una... “customización” :-)

Eso y que también soy un tanto peliculera, o imaginativa -a escoger- y “veo” cada cosaaaaaa...

Y todo este rollo persianil previo venía a cuento porque quería dejar uno de mis “suspiros”:- ¿Dios en la actualidad para mí?...
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Un bastón de invención humana. Un bastón al que me gustaría asirme, pero hoy por hoy... no lo consigo.
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Sombra aquí, sombra allá, maquíllate, maquíllate

Belleza más allá de las sombras ... más allá de los colores ... más allá de un maquillaje.

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Mi no religiosa religión I

Como cualquier españolita que se precie me hicieron católica, apostólica y romana sin preguntarme si quería pertenecer al club, pero habiendo nacido en estas latitudes era lo que tocaba.

Mi padre cero practicante. Mi madre devota aunque sin llegar a la beatitud. Estaba predestinada, fue educada para ello... y para casarse, y para ser madre y... en fin, ya se sabe de la falta de oportunidades para la mujer en generaciones pasadas, y que el patrón de sus vidas estaba diseñado de antemano para la mayoría. Y aunque mi madre tuvo cierta independencia y en algún sentido hasta fue adelantada (trabajó por ejemplo e incluso conducía su propio coche)... le tocó ser un poco bastante "Maruja" ya que se dedicó en exclusiva a su familia una vez contrajo matrimonio. Años después recuperó su estatus de mujer independiente y currante fuera del hogar. ¡Bien!

(Inciso: les pondría como poco un monumento en cada ciudad del mundo a las mujeres que son conocidas como Maris o Marujas. En gran medida por su generosidad y sacrificios el mundo ha avanzado como lo ha hecho).

En efecto no llegaba a beata pero sí me obligaba a ir a misa los domingos –que para algo se hace la primera comunión, argüía- hasta que llegó mi pubertad, momento en el que me rebelé a lo que entendía era una incoherencia impuesta ya que si de mí hubiera dependido, la comunión no habría pasado de séptima u octava.

Mamá y algunas amigas de su grupo carismático creían que mi salvación era Dios e intentaban “captarme”. También opinaban que era muy rebelde (con causa, y este añadido es de mi cosecha), de ahí que... "necesitara ser salvada". Yo les respondía que no se preocupasen, que si Dios me quería en sus filas él personalmente comunicaría conmigo, sin intermediarios. Y puesto que era el Jefe supremo no tendría problemas en contactar en caso de que mi menda figurase en sus planes como seguidora fiel y activa. Estamos hablando, naturalmente, del Dios tipo abuelito adorable con barba blanca que vela por todos los seres del mundo mundial y resto del universo, que era fundamentalmente lo que se nos vendía respecto al concepto “Dios”. Y de una iglesia que básicamente esperaba de sus feligreses un “amén” sin controversias y con toda sumisión. La “Teoría de la Liberación” era demasiado joven, avanzada y desconocida para el groso popular. (¿Y peligrosa para la mayoría del clero?).
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Después, me alegró ver que el transcurrir de los años ayudaron a madurar a mi madre en su relación con Dios y la religión (alrededores incluidos), lo que le llevó a cuestionarse incluso "verdades" que otrora fueron irrefutables porque la Santa Madre Iglesia así lo había decidido por ella. O la biblia, a escoger. En mi opinión, un libro hermoso en según que partes pero contradictorio y alienador como pocos. Conste que osa decirlo una profana en teología que obviamente no la ha estudiado, pero creo que mis neuronas dan para comprobar como en el nuevo testamento se cuenta la misma historia con notables diferencias, cuando no de modo diametralmente opuesto, según sea el autor del evangelio. Vamos, que en vez de “fundir”... “confunde”; al menos a un ser medio pensante.

Desde bien chiquita comencé a tener criterio propio –en la medida en que se puede tener criterio propio, claro- y eso me permitió descubrir pronto que en muchos aspectos nos la estaban dando con queso, como sucedía con “la religión”. El hecho es que a la par que mi cuerpo crecía también lo hacía mi intelecto, es decir, aprendía a pensar. Mejor o peor pero a pensar, algo de lo que creo hoy día se adolece. Y es que uno de mis razonamientos elementales es el siguiente: si pensásemos más, seríamos más conscientes. Si fuésemos más conscientes, seríamos más consecuentes. Si fuésemos más consecuentes, seríamos más maduros. Si fuésemos más maduros, seríamos más empáticos, generosos y justos. Y si fuésemos más empáticos, generosos y justos el mundo iría mucho mejor, se parecería incluso a un paraíso. ¡Viva la utopía!

Pero regreso que me voy por los cerros de Ubeda . Y hete aquí que cursando lo que por entonces se conocía como 5º de E.G.B. una de las monjas de mi parroquia, que también era mi profesora de religión aunque estudiaba en un colegio público, llegó una tarde para impartir su clase. Días antes, en ciencias naturales (¿se llamaba así?... ¡ah memoria cómo me traicionas!) un tal Darwin había asomado con una teoría de evolución de especies que aseguraba que el ser humano -o sea yo entre otros- descendíamos del mono. ¿Del mono?... ¡vaya sorpresa!

Y lancé la pregunta, sin sospechar que al parecer se trataba de una bomba:
- Sor Teófila...
- ¿Qué?
- Entonces... si venimos del mono... ¿Adán y Eva eran chimpancés?

El resultado de mi inocente (¡lo juro!) pregunta fue las risas de mis compañeras y la casi excomunión de la Iglesia a manos-voz irritadas de Sor Teófila. Regresé a casa enfadada, no tanto por la bronca que me había caído sin entender el motivo sino porque en mi interior escuchaba un clamor: ¡me lo expliqueeeeeeeeeen! (el misterio de si Adán y Eva fueron monos, ya que la dicotomía en que Darwin me había situado era lo que me devanaba los sesos).

Y así pretendían educarnos, en ese grado de contradicción y opresión. Ni que decir tiene que en cuanto el sistema educativo impuesto me lo permitió cambié la asignatura de religión por la de ética. Del mismo modo comencé a tener cierto gusto por el contenido de un graffiti en cuyo continente reza: “Cristo es el camino y Marx es el atajo”. Y decidí que Jesús de Nazaret fue un revolucionario, el primer hippie de la historia, que no tenía que dejar de gustarme porque no me interesara la iglesia católica, apostólica y romana... ni primas hermanas.
Unos minutos de publicidad. Enseguida volvemos... ¡no se vayan!
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jueves, 17 de julio de 2008

Mi religión no religiosa

Podría decir que por escepticismo apostaté hace un tiempo; no de oficio pero sí de convicción. También podría comentar que la incredulidad fue creciendo a medida que los años pasaban, hasta poblarme prácticamente por completo en la actualidad. Debo añadir que asumir esta realidad me causó –y me sigue causando- un poso de tristeza en mi hondura más abisal. Porque paralelamente la posibilidad de que la palabra “transcendencia” sea realidad se pierde para mí. Y eso me genera un miedo que con anterioridad no existía: el miedo a la muerte. Ligero bien es cierto.

Lo bueno es que no me da miedo tener miedo. Y lo más bueno es que, en momentos de letargo existencial, ese miedo posiblemente me sirva de acicate para cambiar la pregunta “¿hay vida después de la vida?” por la de “¿hay vida antes de la vida?”. O sea, que si me duermo en los laureles debo espabilar, ponerme a la tarea del “carpe diem” y, sin renunciar a la esperanza, no depositar todas las expectativas en un futuro que aún está por llegar (si lo hiciere). Creo que fue John Lennon quien dijo: "La vida es lo que ocurre mientras uno hace planes", cita que ilustra perfectamente lo que trato de expresar.

Pero a veces... a veces sucede que miro y veo. Veo esa belleza, esa energía benefactora tan cargada de misterio que parece querer decirme que detrás de lo aparente hay más, mucho más. Y que esa añadidura está en un perfecto orden aunque yo no lo comprenda, aunque no lo alcance, aunque desborde a mi intelecto.

Esta mañana ocurrió: vi. Conducía hacia el trabajo y al girar a dirección Este me topé con un cielo nuboso en distintos tonos de gris. Desde el otro lado de esa cubierta esponjosa, focos solares se proyectaban hacia la tierra y, con la concreta delimitación de su enfoque, parecían querer iluminar al protagonista invisible de un espectáculo teatral igualmente inexistente.

Sí, el cielo era como un queso gruyère por el que se escapaba el sol. Un queso en el que Dios, divertido, jugaba a ser tobogán lanzándose en varias direcciones... deslizándose disfrazado de haces de luz.

Y entonces... en esas ocasiones en las que veo, o creo ver, mi escepticismo se vuelve de lo más escéptico.
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Y entonces... mi gloria se siente en la Gloria.
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miércoles, 16 de julio de 2008

Al revés

Hacía cola en la caja de un comercio cuando la chica que iba delante de mí se disponía a efectuar un cambio:
- Perdona... el reloj que me llevé ayer resta las horas.
- ¿Cómo que las resta?
- Sí, que las resta.

E intervengo yo:
- Cierto... mira el segundero, gira hacia la izquierda, es decir va hacia atrás...
Y de repente, sin proponérmelo, me marcho de allí para introducirme en una de las escenas de “En la ciudad blanca”, de Alain Tanner...

Paul llega a Lisboa y entra a un bar en el que atiende Rosa, mujer de la que en breve se enamorará.
- Una cerveza por favor, bien fresca.
Mientras la saborea se queda mirando enfrente, fijamente.
- ¿Es usted la dueña?
- No, soy la camarera.
- Ese reloj de ahí va al revés.
- No, él va bien. El mundo es el que va al revés.
- ¿Ah sí?... qué interesante. Entonces si hacemos que todos los relojes vayan al revés, el mundo irá como debe ir...


¿Cosas que hacen que la vida valga la pena? Que el cine salga del cine para instalarse, aunque sólo sea por un instante, en la realidad.

Si no fuera porque ya hay un reloj en la cocina y no quiero más trastos -particularmente innecesarios- se habría venido conmigo a casa.

Pensándolo mejor... lo cierto es que me arrepiento de haberle dejado en la tienda pues sería estupenda insignia de un vivir sin ser esclavo del tiempo, de las horas... de la máquina que las representa ya que es un reloj no-reloj. E ideal estandarte, también, del país de las maravillas, el mundo al revés por excelencia; pero revés del bueno.
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Imagen: Paul (Bruno Ganz) y Rosa (Teresa Madruga) en un fotograma de "En la ciudad blanca".

martes, 15 de julio de 2008

Cicatriz umbilical

Dicen que las cicatrices molestan cuando cambian las estaciones.

Hoy me pica el ombligo y hasta me duele un poco. Seguramente tenga que ver que hace unos días, de hace unos años, ella, la que me parió, se marchó del mundo.

Y a veces... eu tein saudade... de esa que vive escondida detrás de alguna estrella.
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domingo, 13 de julio de 2008

Estado líquido

Esta noché soñe que era un río ... ¿o sería ría ya que no sentía perdida mi condición femenina? No, río pues nacía en la montaña y sólo había un posible camino: hacia abajo, siempre hacia abajo ... sin obstáculos, fluyendo según el orden natural de las cosas ... Era fácil, bastaba con dejarse ir ... hacia abajo, más abajo ...
¡Huuummmmmm, aún permanece esa musiquilla líquida en mi oído, en mi ser!

Algunos sueños debieran cumplirse, al menos por un día.

(Y aquí, con traducción incorporada: http://musicaenvo.blogspot.com/2007/10/nick-drake-river-man.html )
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sábado, 12 de julio de 2008

Verde esperanza

Deseo ... asomarme al resto de geografías humanas, de Norte y Sur, de Este y Oeste, desde un posible mundo pintado con el verde esperanza.
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Y que se cierren las carnes ... y que se expanda el corazón.
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viernes, 11 de julio de 2008

Sin papeles

Acabo de ver un telediario y creo que es casi una obligación repetirme. Veo que el drama de las pateras vuelve a producirse. Y veo apenas unos minutos después que en nuestro país hoy se lanzaba a la venta un móvil de nueva generación, con pantalla táctil y no se qué más. Y la cola de compradores ha sido enorme, e incluso el primer chico en adquirir el modelo ha esperado 17 horas apostado a las puertas del establecimiento. Se le veía muy contento, casi triunfal una vez lo ha tenido en sus manos.

E inevitablemente mi mente se ha proyectado a las antípodas.

Las desproporciones siempre me han sacudido y cuando apenas media intervalo entre ellas, lo hacen con la intensidad de un fuerte terremoto, con incluso sensaciones físicas. Pero me da hasta cierto miedo pensar en el grado de facilidad que estamos alcanzando para pasar de la comedia al drama, incluso dando un rodeo sin ni siquiera percatarnos de la existencia del último. Miedo por la consciente o inconsciente falta de sensibilidad ante el dolor ajeno, porque son amenazas a valores entiendo que fundamentales para la pervivencia de la especie humana: solidaridad, compasión, justicia ...

No es que nacer sea una suerte, no. La suerte, buena o mala, es el lugar donde se nace. El punto del mapa es el quid de la cuestión. Ese maldito o bendito azar. Huelga mencionar que no es lo mismo venir al mundo en la –hoy opulenta España aún con la crisis, porque en los años cincuenta ...- que hacerlo en cualquier país africano. Tampoco, siendo mujer, significa lo mismo nacer aquí o en Afganistán. O que ser homosexual en Irán suponga pagar con la pena capital si llega a saberse. Sí, geografía y suerte van unidas.

Sin papeles llamamos a los que llegan en pateras, en esos cruceros de muerte. Y mi parte más racional puede “entender” ese calificativo, su acepción burocrática, el concepto de frontera y lo que lleva aparejado. Pero “aceptar” que alguien ... que un ser humano es “ilegal”, a eso algo en mi interior se resiste. ¿Acaso es la vida ilegal?

La suerte de los demás en realidad la tejemos entre todos. Es un asunto más complejo de lo que a priori parece, de difícil solución. Rectifico: de difícil “confección”. En lo que a mí concierne creo, honestamente, que intento hacer lo que puedo por al menos no empeorar la realidad que inmediatamente me rodea, pues considero que a modo de “efecto mariposa” de alguna manera mi ser y estar tendrán repercusiones en lugares tanto cercanos como remotos.
Sin embargo eso no impide que a veces, cada vez más, no entienda el mundo, ni lo quiera entender. Mi lucidez, don y yugo por excelencia, llega a agotarme. Por eso cruzo a menudo el espejo y me refugio en el país de las maravillas. Creo, de hecho, que nací predestinada para que ese lugar y no otro fuera mi auténtica patria. Allí ... aquí, hay sitio para todos sin que bebés o adultos sean pasto de tiburones, sin que, como canta La Mari de Chambao, el mar se cubra de papeles mojaos... de papeles sin dueño.
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jueves, 10 de julio de 2008

Pateras (o drama humano)

Se me abren las carnes ...

se me encoge el corazón.

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miércoles, 9 de julio de 2008

Open - Closed

"La puerta es un acceso a tareas bien conocidas, pero también conforma el enigma de lo imprevisible. Antes de abrirla, es difícil sustraerse al recuerdo de aquellas ocasiones en que la hemos cerrado o nos ha sido cerrada. Un portazo no es sólo contundente o brusco, un portazo es, en ocasiones, definitivo. La puerta comporta tanto el gesto de abrir como de cerrar, es tanto acceso como clausura. Por eso, a veces cuesta tanto salir. O entrar.

Resultaría sano que antes de traspasar su umbral contuviéramos el aliento o el paso, siquiera de nuestra alma, de nuestro corazón. No para vislumbrar lo que nos espera, sino para preferir entrar y confirmar que estamos dispuestos a aportar. Sólo así llegaremos de verdad. Nada interesante se encuentra tras la puerta si somos indiferentes para con ello, si nosotros mismos al acceder al interior no tenemos que ver con él, con que resulte más o menos agradable. Y si no es así, porque ya todo está acabado, es como es, más vale reconocer que ese sitio no es ya el nuestro. Pero tal vez al llamar alguien salte a nuestro cuello, o nos abrace o nos acoja. O un sereno silencio nos abrigue. Y entonces la puerta es la puerta de casa".
(Angel Gabilondo)

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martes, 8 de julio de 2008

domingo, 6 de julio de 2008

La no resistencia

¡Estás espléndida! ¿Cuál es tu secreto?
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¿Mi secreto? ... Dejarme fluir con la vida.
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viernes, 4 de julio de 2008

Embarazo

El milagro de dos corazones latiendo...

dentro de un mismo cuerpo.
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miércoles, 2 de julio de 2008

Brújula

Si alguna vez te sientes perdida, cierra los ojos, respira con calma, vuelve a respirar, profundo, muy profundo, más allá del límite de las cosas, siempre más allá. Respira ...
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y deja que las aguas te devuelvan a casa.
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