Una de aquellas tardes, justo cuando saludaba un cliente que llegó, escuché que alguien chistaba a modo de llamada:
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. Leve.- ¡Glubs!... ¿Qué hace un chico como tú en un sitio como este? (y conste que no sonaba “Burning” en ese momento).
. Voz misteriosa.- Eso mismo me pregunto yo. Me llamo Flip. ¿Me llevarías a vivir contigo?
. Leve.- ¡Madre del amor hermoso... eso si que es ir al grano! Debes ser de los que consideran que los preludios son prolegómenos innecesarios, supongo... así que pa’ qué perder el tiempo, ¿no?
. Flip.- Tú lo has dicho. La vida es breve... y leve. Y quien no arriesga no gana...
Ante tanta virtud -y sobre todo gestos zalameros- no pude resistirme y acepté llevarle a casa, incluso le contraté a través de mi Leve-empresa porque precisamente andaba buscando un profesional cualificado en su especialidad. De camino me contó su historia. Dijo que antaño fue un duende y que una tarde, jugando al escondite con sus vecinos de bosque, se metió en un árbol que desde fuera parecía más espacioso, pero que una vez dentro comprobó era más estrecho de lo que supuso. Se atascó y quedó allí atrapado. Gritó y gritó pidiendo auxilio pero nadie le escuchó. Transcurrieron días, meses, años... tanto tiempo pasó que se acabó fundiendo –y confundiendo- con la madera del árbol. Hasta que un artesano que buscaba materia prima apareció, descubriéndole casi por accidente pues aquella era una zona muy apartada de difícil acceso. Cortó el tronco y le llevó a su taller, donde le limpió concienzudamente con sus herramientas hasta que su carita quedó libre de musgo, hierbajos y demás, y le nutrió la corteza con cera pa' que brillase más que la patena...
Se convirtió en algo así como su padre postizo... en una especie de Gepetto para un Pinocho de nariz corta, pues es sincero a diferencia del original. Entre ellos surgió un profundo afecto y el artesano, viéndole posibilidades, le enseñó el oficio de lámpara, que finalmente se acabó convirtiendo en vocación para Flip ya que está convencido de que es importante –vital añade incluso- iluminar la vida de otros. Además el trabajo le resulta cómodo porque no es cansado y de hecho su jornada laboral es muy reducida. Eso sí, salvo excepciones, ejerce en turno de noche. Pero tiene ventajas comenzando en que la nómina se engrosa algo más debido al lógico plus de nocturnidad. (Hay que respetar los derechos de los trabajadores... y aquí el convenio se sigue a rajatabla). Por otra parte él está acostumbrado a ese horario.
He aquí una muestra de su operatividad...
Y otra de cuando descansa...
Sí, Flip es el primero que me da los “buenos días”, el último en darme las “buenas noches”... y, huelga que lo diga, ilumina mis amaneceres, mis anocheceres e incluso... mis momentos de oscuridad más densa.
Y aquí seguimos, conviviendo, muy bien avenidos pues somos... compañeros de piso. Pero compañeros de verdad de la verdadera. Vínculo tan auténtico como lo relatado... aún a riesgo de que flip-e el respetable.
Lo único triste de esta levehistorieta es que donde antes estaba la mágica-potágica tienda musical, ahora hay una cafetería. Lo alegre, aparte de la luminosa presencia de Flip en mi cotidianeidad, todo lo que me llevé cuando pisaba aquel espacio. ¡Que me quiten lo bailao’... y lo escuchao’!
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Parece un castor haciendo el pino.
ResponderEliminarParece que sonríe, se nota que le alegras la existencia.
ResponderEliminarHummm... Flip me recuerda a la abuela sauce... siempre hay que tener el corazón atento para recibir lo que nos llega del universo que nos rodea...
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=D7AKPEkn3wo
Amkiel... ya lo dicen: lo observado depende del cristal con que se mire... Esteeeeee, ¿has limpiado tus gafas? Vaaaaale que esté haciendo el pino -aunque yo diría que hace la encina-, ¿pero Flip un castor?... ¡un DUENDE!
ResponderEliminarVíctor... ¡sí que sonríe!... siempre de hecho. Las fotografías no le hacen justicia pues al natural es mucho, muchííííísimo más guapo. Y lo mejor... nos alegramos mutuamente la existencia. Es lo que pasa cuando un “circuito”... circula como debe.
Sangón... seguramente me repetiré al decir que “en ocasiones veo cosas”... que no muertos, como el protagonista de “El sexto sentido”. Abres el corazón y entonces... ves colores en el viento... descubres que el amor sabe a melocotón... escuchas la luz del sol... tocas el polvo que las estrellas dejan cuando se van a dormir... En resumidas cuentas alcanzas la magia-potagia que nos rodea, aunque a veces se nos escape por ceguera transitoria u otras razones ajenas a nosotros. Pero cuando ES... “estás más allá del límite de las cosas”, que ya he referido con anterioridad.
Pd. No me canso del sauce (llorón)... es un árbol que me fascina... lánguidamente se dobla hasta que parece que vaya a romperse, pero finalmente es tan flexible y resistente como un junco. ¡Además es precioso!... y esta abuela, encima sabia.
ResponderEliminarGracias a los tres.