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Finalmente, como en toda “película” que se precie, Nancy era víctima del “síndrome de Estocolmo”. Aunque claro por entonces yo simplemente lo llamaba: de tanto estar juntos... la buena se hace novia del malo.
Aquel periodo coincidió con mi despertar sexual. Y Nancy y Lucas... ejem, el Conde Drácula, fueron mis primeros instructores. Si bien las lecciones se limitaban a tumbarse el conde sobre la damisela –vestidos, je- y a besarse. Digo yo que se besarían porque lo único que hacían era unir sus bocas. Pobres... imagino que hasta un muñeco se hartaría de tanto beso de tornillo, y beso de tornillo, y beso de tornillo... Vale, no era sexo explícito pero lo era tácito. Aunque... si Nancy estaba atada de pies y manos sobre una mesa de mármol... ¿significaba que me iniciaba en el terreno vía “sadismo”? En fin... en ese tiempo mi falta de experiencia no daba para reproducir la realidad más fidedignamente.
Por entonces también empezaron a preguntarme: “¿Qué quieres ser de mayor?”. Era una pregunta rara. Pues qué iba a querer ser... ¡yoooo!... aunque a ratos también deseaba ser otras que me gustasen, pero sin prescindir de mí como es natural. Por ejemplo... todas las mujeres guapas de los anuncios, un ángel de Charlie (Farraw Fawcett por supuesto), Dorothy de “El mago de Oz” (ahorrándome el tornado claro), la leve durmiente del bosque... digo Aurora, la bella durmiente (que ya hay que estar atontada para, del catálogo de princesas, elegir a la que se pasaba casi toda la historia ausente y en brazos de Morfeo. Otro gallo habría cantado si “Shrek” hubiese existido antaño. Quiero decir... si Fiona hubiera existido), Sherezade en “Las mil y una noches” (aquí sí estuve avispada... ¡de la que me libraba gracias al “déjame que te cuente” diario!), Vilma Picapiedra (pero sin los gritos de Pedro), Olivia Newton John, más en versión “Xanadú” que “Grease”... Pero llegó el día en que comprendí el intríngulis de la pregunta y entonces lo tuve claro: dedicaría mi vida y esfuerzos a hacer más hermosa a la mujer. ¡Sería peluquera!
Confieso que practiqué con Nancy fervorosamente. Y tanto deseo tenía de convertirme en buena profesional, que casi la dejé perfecta para alistarse en los marines norteamericanos. Esto es... comencé a cortar su hermosa y larguísima cabellera “Lady Godhiva” y se me fue un poco la mano con el nuevo estilismo. Bueno... más que la mano las tijeras por aquello de intentar emparejar a cada corte que daba. Y no crea el respetable que le sentó mal. Ni rechistó siquiera por su impuesto cambio de imagen. Supongo que éramos tan, tan amigas... que no dudó en sacrificar su cabellera en pos de mi aprendizaje. La pena es que se me pasó pronto esa fiebre, aunque para mí su renuncia tuvo el mismo valor que la que hizo Jo March en “Mujercitas”, que vendió su hermosa melena (considerada por ella su bien más preciado) para que su madre pudiese viajar y visitar al padre herido en la guerra. Vamos... igualito, igualito de importante.
Y hete aquí que en nuestros últimos tiempos juntas, sucedió que Nancy perdió la cabeza. Literalmente. O sea... pasó a ser María Antonieta. O lo que es lo mismo: fue decapitada. Aunque no perdió la sonrisa ni por un instante. Era de un estoicismooooo... No recuerdo cómo ocurrió -¡lo juro!-, pero me imagino como única responsable. Y digo me imagino porque no encuentro el menor vestigio del crimen en mi memoria. Trucos de la psique humana... seguramente: borra lo que no le interesa, je. Y dado que por entonces no sabía yo de Robespierre ni poco, ni mucho, ni ná’... y tampoco nunca me llamó la atención lo de ser cirujana, deduzco que el episodio no se explica porque Nancy se hubiese donado a sí misma como cuerpo experimental a la Facultad de Medicina; habiéndome matriculado yo como alumna. Sí... definitivamente el suceso debió ser un terrible, lamentable, e inevitable accidente.
Lo de ejercer de enfermera quizás si me interesó en algún momento. Fundamentalmente por el uniforme y por casarme con el doctor je-je. A ver... de pequeña había que casarse forzosamente cuando una llegase a mayor. Y lo más de lo más en “partidos” era un médico o un policía, aunque ya entonces no me acababa de convencer eso de que la función prioritaria (¿o era única?) de la fémina fuese el matrimonio... y lo que llevaba aparejado.
Después de la rubia platino llegó una sustituta tan oscura como la noche. Bueno, tan chocolate como el cacao; es decir de raza negra. Naturalmente también quise ser como ella porque las mujeres negras eran las que mejor bailaban del mundo mundial, y por entonces mi vocación ya se había arraigado justo en ese terreno.
Pero... tener un hermano abre otros horizontes. Y un día llegó el Scaléxtric... ¡y Geypermanes con tienda de campaña militar y todo! Entre el armarito de Nancy, la cocinita con los cacharros pa’ fregar, los bebés que, o lloraban, o había que cambiarle los pañales... y tener la posibilidad de emular a “Los hombres de Harrilson”... ¡no había color! Así que adiós muñecas y... ¡bienvenidos mocetones... articulados!
Adiós sí... ¡pero un respeto! Porque en la actualidad van y sacan otra muñeca, que no tiene nada que ver con la genuina, atreviéndose vilmente a bautizarla con el mismo nombre. A ver, juzgue el respetable... ¿qué tiene esta moza de Nancy?
¡NADA!
Si la fábrica pretendía tener ya un camino recorrido en el momento de su lanzamiento al mercado... ¿no le podrían haber llamado “Mansy”... “Tandy”... “Randy”...? Amos, amos, amos... ¡no hay derecho! Qué manera de atentar con los recuerdos de quien suscribe y de tropecientas criaturas de mi generación... ¡Que me la devuelvan!... mi memoria histórica, je. ¡Pero ya! :-)
A propósito... ¿no le pasaba al respetable que no podía resistirse a ver esas películas de Christopher Lee interpretando al Conde chupóctero, y luego al dormir era ineludible taparse la cabeza con la sábana creyendo que la susodicha era un escudo inexpugnable? A mí... ¡siempre! Lo que no sé es como no fenecí asfixiada, pero a ver quién era el valiente de arriesgase a dormir con la cabeza a la intemperie, sabiendo que en cualquier momento Drácula saldría de detrás de la cortina. Yo no... ¡que tenía toda una vida por delante!
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Una posible respuesta en "La tesis de Nancy" de Ramón J. Sender, que no he leído pero me han recomendado fervorosamente hace pocos días.
ResponderEliminarY las sábanas eran efectivas porque el Ariel llevaba extracto de ajo como blanqueante. :-p
¿Es tuya esa colección de Nancys? si es así que bien cuidadas las tienes.
ResponderEliminarCoinicido contigo en que la nueva Nancy ya no se parece mucho a la original, pero ya sabes, la tendencia actual en muñecas es ponerles una cabezota, un cuerpecito y unos piesotes, amén de las enormes pestañas que se aprecian en la foto.
Supongo que las Nancys son chicas eurpoeas porque aquí yo no las conocemos. Acá lo que se maneja más son las Barbies, ya sabes, las chicas gringuitas que en unas pocas horas llegan de más allá del Río Bravo hasta tierras mexicanas para hacer felices a las niñas.
Pues me ha resultado muy ilustrativa tu entrada, ahora conozco un poco más de las tendencias en juguetes de las niñas españolas. ¡Saludos!
¡Ozú mi arma!... cuando lo leas sabrás que Nancy se dedicaba a la golfería. Digo a jugar al golf :-P
ResponderEliminarCon razón a veces me venía un olor rarillo... ¡era el Ariel!
Myriam... No es mi colección, como ya cuento... a la pobre Nancy que vivía conmigo le corté el pelo y la decapité. ¡Pero sin intención, eeeehhhh! Las imágenes las “pesqué” en internet-e... y la última me ha venido de perlas por aquello de que están de manifestación las mozas.
También me regalaron una Barbie, pero no me gustaba nada por varias razones. La primera porque... ¡tenía cara de mala! No sé...esa sonrisa me resultaba “poco sincera”, je. Luego era tan flaca que casi me sobraba mano al cogerla. Y para colmo... sus accesorios eran para liliputienses. Sus zapatos podían confundirse perfectamente con uno de los dientes que se me caían y le dejaba al ratoncito Pérez. Así que pasaba de ella bastante.
Nancy... en España fue la muñeca number one durante años y más años.
Pequesaludos... por aquello de la materia que me ocupa.
No creo que la Nancy estuviera diseñada -ni pensada, ni imaginada, ni nada de nada- para ese jueguecillo tuyo, jaja, anda que ya te valeeee.. ¿ese tal Lucas era la pareja "oficial" de la Nancy? no me suena de nada.
ResponderEliminar¿Y la Barriguitas? ¿esa no la tenías?
Yo era más de los Madelman que de los Geyperman. Creo que todavía tengo alguno por ahí guardado, medio mutilado también supongo. También los han vuelto a resucitar, creo.
Vaya recuerdos.. tú lo has dicho, memoria histórica. ¡O prehistórica!
Por cierto, en La 2 están reponiendo a Félix Rodríguez de la Fuente por las tardes.. te puedes comprar una nueva Nancy y jugar con ella en el suelo de tu salón mientras escuchas de fondo las desventuras del lirón careto en el chopo hueco, como en los viejos tiempos.. ¡y no seas tan creativa, juega a los vestiditos como dios manda!
Sí señó, Lucas era el novio que “Famosa” le inventó a Nancy, pero claro como tú eras chico... ¿a santo de qué te va a sonar? De todas maneras Lucas siempre tuvo... vamos a llamarlo “carencia de virilidad”; a nivel de aspecto quiero decir.
ResponderEliminarEn cuanto a las barriguitas (¡qué tiernas!) eran mis hermanas las que jugaban con ellas, así como con Lesly, sister que también le endosaron a la number one. Claro yo era más “prehistórica” :- PPPPPPP y en algo tenía que notarse.
¿Madelman?... ¡Bah!, unos escuchimizaos al lado de los cachas Geypermans. Quita, quita... estos sí que eran machotes y tenían las muñecas y rodillas articuladas (me hacía una gracia que pa’ qué eso), privilegio del que creo no gozaban tus prefes. Ya me corregirás si procede.
Y que me avises de cuando me vayas a provocar un ataque de risa. Estaba yo con la botella de agua empinada mientras leía tu comentario y cuando llegué a lo de... “te puedes comprar una nueva Nancy y jugar con ella en el suelo de tu salón mientras escuchas de fondo las desventuras del lirón careto en el chopo hueco”... Si por poco me ahogo porque se me fue el trago por otro lado (¡en serio!). ¡Ah!, que es que tú no sabes que yo visualizo las cosas con una facilidad pasmosa y claro... así, todo grandota, con trenzas, sentada en el suelo y con una nancy entre manos... peripatético-peripatético (patético a secas suena demasiado fuerte), pero también muy diver, je.