domingo, 12 de septiembre de 2010

El cartero siempre llama dos veces...

Y el pasado también. A veces incluso tres, cuatro, cinco, seis…

Pensaba publicar una de esas entradas de bombera retirá, pero Doña Coti obliga a cambiar el plan A por el B. De modo que con permiso del respetable me voy a quedar en pelotalma picada, literal. O sea: hablaré desde un nivel de intimidad como posiblemente con anterioridad no lo he hecho. De manera que avisado-a queda quien asome por estos lares, por si prefiere ir a otra cosa, mariposa. Sospecho, además, que será largo.

Esta mañana, mientras tomaba un té, chequeaba el correo electrónico. Me he topado con uno cuyo asunto es lo primero que ha captado mi atención: “Yo”, rezaba. ¿¿¿Yo??? Me ha sorprendido y entonces sí he buscado el remitente pensando que se trataría de un spam, o como se llamen, aunque raramente los recibo. He llegado a un nombre que inicialmente no recordaba… pero una vez abierto y leído su contenido, el engranaje de mi memoria se ha puesto en marcha encajando unas piezas con otras… y algo… alguien a quien ni siquiera había concedido la categoría de recuerdo, ha regresado.


Recapitulo pues, con detalles incluso. Hace algo más de tres años tuve un intento de pareja. Y digo intento porque lo que no perdura ni se consolida, queda en mera tentativa. No fue breve, sino más. Lo nuestro duró… lo que duran dos peces de hielo en un güisqui on the Rocks, que cantaría Joaquín Sabina :-). Apenas un mes de acercamiento, más otro de preludio del preludio que sigue al asunto de hilvanar las emociones de un comienzo, más que sentimientos porque estos sí necesitan tiempo para forjarse. Sin embargo… pronto empecé a descubrir mentiras al otro lado (ya saben que tiene tres patas… o que se pilla antes a un mentiroso que a un cojo) que no quedaban en nimiedades, como el hecho de quitarse años (¡anda queeeeee...!). Entre ellas… que las causas de sus dos divorcios (¡dos sí!) no serían las que argumentó y que por supuesto no era la víctima. Es más… el mayor engaño consistía en que se creía a pie juntillas aquello a lo que daba forma, pero no coincidía con la realidad. Debo reconocer que elaboraba muy bien su… personaje.


El proyecto “nosotros” se diluyó rápidamente en un “tú” y un “yo”. No podía funcionar… de ninguna manera. Para mí las relaciones personales, máxime aquellas en las que median sentimientos… afectos, no pueden desenvolverse ¡jamás! en binomios de dominio-sumisión, celos-posesión, etc. El intercambio de la energía amorosa, de cada cual, sólo tiene según mi criterio una finalidad: hacer crecer a los integrantes y enriquecerles mutuamente. Siempre desde la libertad, nunca desde la necesidad... desde un pretender -consciente o inconscientemente- cubrir huecos personales a base de otra presencia humana, particularmente en lo que se refiere al ámbito de pareja. Así que cuando me fui encontrando con alguien que quería acotar (¿hasta anular?) mis espacios dedicados a vivirme con otros como amiga, hermana, compañera… en soledad, es decir, sin él… cuando veía la rareza en los gestos que dirigía a otros hombres que pudieran mirarme (porque sencillamente nos cruzábamos en la calle)… cuando me dijo que tenía que darle gracias porque no había espiado en mi ordenador (¡¡¡¿¿¿Eeeeinnnnn???!!!!) aseguré: hasta aquí hemos llegado.

Por lucidez, por experiencia y por suerte… sé distinguir, desde hace mucho, lo que es amor y lo que son los seudoamores, entre los cuales se incluye… la obsesión. Puse fin a la relación. Al principio pareció aceptarlo pero enseguida, al margen de mi voluntad (y por ende libertad), decidió que no. Se montó a saber qué película mental en la que no admitía las razones que puse sobre la mesa: que éramos absolutamente incompatibles. Que su concepción del amor y del mundo de pareja chocaba diametralmente con la mía. Que los polos opuestos se repelían. Que estábamos ya grandes para no tener la posibilidad de un futuro conjunto, si ni siquiera alcanzábamos un presente.

Un par de intentos de mi parte para acabar bien no fueron suficientes. De modo que tuve que optar por el posicionamiento férreo y el silencio absoluto. No me dejó otra opción y apremiaba el uso de la inteligencia frente al abuso del impulso. Así que nada de verse para aclarar lo que ya había sido aclarado en varias ocasiones, nada de llamadas que mareasen la perdiz, nada de entrar al trapo, nada... de nada. Porque cuando alguna de las dos partes dice NO, significa eso y no otra cosa. Sus tretas, que las hubo, no sirvieron. Y seguía sin aceptarlo. Pasaba, de la noche a la mañana, de las intenciones más dulces de “reconquista”, colmándome de regalos que me hacía llegar y que sin abrir le devolvía, al despecho más veladamente agresivo. Aquello duró otro par de meses. Tiempo en el que supe lo que es llegar a sentir miedo (y en mí no es fácil) por acoso. Y justo cuando decidí que al siguiente intento le denunciaría… dejé de recibir noticias. Por fin, supuse, había encontrado… a otra con la que sustituirme. Sólo un año más tarde volvió a escribir, despechadamente, claro. Pero yo, ¡ni mu!


Y hoy, tres años y pico después (y sé la fecha exacta porque me la deja clara), recibo un correo suyo envuelto con un gran manto de arrogancia. Entre alguna que otra salida de tono, básicamente resume su escrito en que... aunque no lamenta las reacciones que tuvo conmigo, ya no me guarda rencor. (¿Cómorrrrrrr?). Lo que resulta casi divertido es que juraría que pretende obtener una respuesta. Justo lo que no le di entonces… y lo que, naturalmente, no le pienso dar en la actualidad. Alpiste… a los pajaritos, pero ni un grano a los pajarracos.

Damas y caballeros… a veces la única explicación posible que encuentro a tener este “poder de atracción” para fantasmas del pasado, la relaciono con algo kármico en cuyo caso… ¡existiría la reencarnación! Porque desde un punto de vista racional no lo puedo comprender. No me entra en la cabeza que gente que… no lo hizo mal sino peor, tenga el cuajo de… “reaparecer en escena”, más tarde o más temprano. Y la cosa parece que va a peor ya que la media de “regreso” estaba en un año, dos… Pero si considero que el último fue en navidad, con la versión contemporánea de Mr. Scrooge, y cuento los meses transcurridos… ¡no se ha cumplido el año aún! Creo que empiezo a estar cansada del no saber estar… del no saber NO estar… de otras almas con las que me mezclé. Almas que, por teórica madurez, debieran saber que si se tiene elegancia al decir “hola”… hay que tenerla para decir, o asumir, un “adiós”. Llegada a este punto me resuena una cita de Henri Bergson: “El presente sólo se forma del pasado, y lo que se encuentra en el efecto estaba ya en la causa”.

Sería bueno que nuestro cerebro fuera como el disco duro de un ordenador. Que pudiésemos formatearlo -pero por sectores- para que la información que alguna vez se grabó nunca más se pueda recuperar. En la línea de lo que le sucede a Clementine y Joel…



¿Por qué recordar una historia de amor fallida?... ¿Para qué?... ¿Qué sentido tiene, cuando no se busca la propia paz… ni la de la otra parte?

Decía Camilo José Cela que… “no es lo mismo estar dormido que estar durmiendo, porque no es lo mismo estar jodido que estar jodiendo”. Y aunque no debiera... eso ha conseguido este fantasma, hacerme pasar el día con un zumbido que me rondaba… como una mosca pesada que se empeñaba no tanto en recordarme imágenes de antaño, sino las sensaciones que en paralelo llevaba aparejada lo que entonces fue realidad concreta. Aunque tengo clarísimo que se trata de un pretérito cerrado. Que es algo… que-ya-no-es-más. Y confío en que me acostaré, dormiré y mañana me despertaré de otra manera. Pero que hoy me han jorobado el día… me lo han jorobado. ¡Y yo estoy de vacaciones!... hasta del pasado, ¡ains!

La ironía es que cuando leía ese correo, sonaba una linda tonada llamada “Algo de ayer” que precisamente celebra lo acontecido tiempo atrás con un…. “qué hermoso fue… lo que se fue”. En este caso no me sirve, pero sí puedo quedarme con otro cachito: “Uno se guarda lo vivido y vuelve al paso a los caminos que aún le faltan por hacer... la-riiii-la-raaaa…”


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7 comentarios:

  1. Si alguien no te trata con amor y respeto, que se aleje de ti es lo mejor.
    Además, para disfrutar del "ahora" lo mejor es dejar ir el pasado, a veces, si se deja de prestar atención, energía, a algunas cosas acaba por hacerlas desaparecer...
    Aunque es difícil, es cuestión de practicar, intentarlo...

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  2. Qué tendrán los canallas que siempre saben cómo ganarse a las mejores.

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  3. Sangón, Sangón, Sangón… de eso se trata. De que se alejen. No de que vuelvan una y otra vez… a intentar acercarse.

    Te sonará la frase: “vive y deja vivir”. Pues… ¡cuánto se dice y qué poco se practica!


    Amkiel... querrás decir que siempre saben... cómo perdernos.

    Por cierto, ¿qué tendrán las canallas que siempre se ganan a los mejores? Creo ver que gran parte de los hombres no quieren ser amados... sino maltratados. Igual es que estoy un poco ciega y necesito gafas 8-/

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  4. Yo me refería a que no le prestes tu energía... Has dedicado una entrada a hablar de él...
    Hay un mundo maravilloso ahí fuera(Se parece a una frase de expediente X, je, je), y también es maravilloso tu País de la Maravillas, para que gastar el tiempo en lo que no lo es.
    Love of my life

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  5. Sangón, Sangón, Sangón… efectivamente he escrito una entrada, sí, sí... pero no presto… depuro, limpio… lo que se empeñan en manchar y remanchar.

    Y (o) si te place-place, mira-mira aquí… digo escucha-escucha la tonada que dejé en esta entrada… sacaarrrr lo que se pueeeede afuueeeeraaa, para que adentro nazcan cooosaasss nuevas, nuevas, nueeeevaaassss… la-riiii-la-raaaa… ;-)

    Pd. Qué "reyes"... Queen.

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  6. qué pereza de tío, por diosssssss...

    peeeeero tengo una buena noticia para ti: dado que la suerte es aleatoria, y no has tenido mucha hasta ahora con el género masculino, me atrevo a pronosticar que en los próximos tiempos te van a llover los tipos estupendos.. ¡pura estadística! :-)

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  7. Cuánto se tiene que aburrir alguna gentecilla perezosa en su presente para recurrir al pasado, ¿eeeeh Víctor?

    Cachissss, no creo en la estadística ;-)

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