¡Oh sí!... hoy también toca quedarse en pelotalma picada… ¿o acaso han visto a alguna sirena utilizar textil? :-)
Como es natural, y al margen de los impedimentos tácticos y fácticos, mis escamas necesitan mojarse y mi cola dar alguna que otra batida. De modo que esta mañana caminaba en dirección a la piscina, justo por aquí…
cuando de repente oigo un nombre que hacía tiempo no escuchaba. Alguien gritaba: “¡Navra… Navra…!”. Así me bautizó… no mi gran amiga, sino mi hermana del alma. Y a su vez… yo la llamaba “Zíngara”. Nunca pensé que hablaría en pretérito de ella pero… a veces los sentimientos no bastan.
En una oportunidad alguien casado me dijo: “Los solteros (divorciados, separados… y similares), os vais quedando al margen”. Y le respondí: “Eso no es exactamente como lo planteas. Lo que sucede… es que nos vais dejando al margen, que es diferente”. Pareciera que para el groso de la sociedad la vida de un soltero tiene menos valor que la suya porque cuando vuelves a casa no te espera alguien, o porque no hay niños que llevar al cole y a los que darle la cena. El sistema está montado así, sobre todo llegadas ciertas edades: el mundo gira en torno a la familia tradicional, por más que queramos vestirnos de modernos con términos como “single” o “impar”. La realidad se impone y, si no estás dentro, o te adaptas siempre a su universo para mantener las relaciones, o se van diluyendo poco a poco; cuando no lo hacen súbitamente.
Pensé que eso no ocurriría con Zíngara, que éramos intocables, que encontraríamos el modo de evitarlo, pero me equivoqué.
Tengo una naturaleza… dadora. Doy… y doy… y doy. Porque en el mundo hace falta que se dé… y porque me siento bien dando. Muy bien, de hecho. Pero doy… hasta que mi dignidad puede verse afectada, hasta que ya no me queda más. Y cuando la despensa se vacía, cuando sólo tú la has ido llenando de víveres durante los últimos años… comprendes que, tristemente, ya no tiene sentido pues hace tiempo que la relación acabó; al menos tácitamente.
Y llega un momento en la vida, o a mí me ha ido llegando ya que ha sido paulatinamente, en que no es ya que no me puedan pedir que siga dando… que siga estando, si los demás no están. Sino que incluso he tenido que empezar a decir cuando “se me exige mi entrega”: “Manos que no dais… ¿qué esperáis?”. Y hacerlo no es fácil. Ni plato de buen gusto.
En casi una década, que es el tiempo en que Zíngara vive en pareja, no sé lo que es tomar un café a solas con ella. Y me llevo magníficamente con su marido, aclaro. Y su niña es un encanto. Pero es cansado que el esfuerzo siempre parta de una… y vas dejando de llamar, de ir, de estar...
La última vez que tuve noticias suyas fue a través de un correo electrónico, hace algo más de tres meses y después de otros tantos de no vernos ni tener prácticamente contacto. Me contaba lo atareadísima que estaba y los planes domésticos que tenía para el día siguiente; incluida la crianza y constante vigilancia de su pequeña de dos años y medio que, hay que añadir, se encuentra en cuasi eterna fase de mamitis absolutis. Me proponía, con la exigencia de responderle en poco menos que unas horas –como si yo viviera con un portátil pegado a mis dedos permanentemente- que fuese a su casa el día sobre el que había elaborado su planning; sábado para más señas. Valoré y concluí: “¿Para qué… para ver como hace el cambio de ropa de temporada de un armario a otro y demás actividades del hogar?”. Y por si todavía después de taytantos desaciertos y desconsideraciones (inconscientes, me consta) me quedaba alguna duda, lo tuve claro. Entre la opción de no tener más plan que ir a la piscina, e ir a su casa… opté por sumergirme en el agua, sintiendo que me enriquecería infinitamente más. Aquel escrito y la respuesta que me provocó no era más que el resultado de una agonía anunciada, a la que yo asistía casi más como observadora y esa era la paradoja porque formaba parte del elenco actoral. Aunque hacía tanto que no me tocaba entrar en escena que… tenía el corazón cansado de esperar mi turno y se me había ido olvidando hasta el papel que me correspondía en la obra.
No me sorprendió pues mi reacción. Le respondí, empleando la misma vía de comunicación, que no me apetecía su propuesta, que sabía de sus ocupaciones, que yo también tenía aunque conjugase el verbo en singular. Pero que si algún día lograba arañar al reloj algunos minutos y deseaba conversar tranquilamente, sin prisas, sin interrupciones, sin otras ocupaciones... con espacio para nosotras, ya sabía donde encontrarme. Su silencio fue la respuesta, así que sin pensar demasiado en el asunto deduje que ya no quería saber más de mí. Casi ni me hizo falta elaborar duelo, porque lo fui realizando poco a poco viéndolas venir, en los años anteriores… De modo que, salvo una ligera sacudida emocional-sentimental inicial, pude quedarme con lo bueno vivido y seguir mi camino. Claro, con una cicatriz más.
Esta mañana un muro nos separaba, literalmente, ya que Zíngara estaba en la arena y yo caminaba por el paseo marítimo. Me encontraba en un estado de tranquilidad pasmosa. Ella en cambio estaba nerviosa… saltaba de cuestiones superficiales de la cotidianeidad a… “lo nuestro” y viceversa. “Estoy sufriendo por ti” dijo en un par de ocasiones… haciendo pucheros casi como una niña y derramando lágrimas intermitentes. He tenido que abrazarla, para tranquilizarla, a la par que le decía: “No sufras… no hay que sufrir”.
¿Cómo hacerle comprender que es ella quien no concede el menor espacio a una amistad que ya ni recuerdo cómo era? ¿Cómo hacer que entienda, si ni podemos hablar, que lo que le hace sufrir verdaderamente no soy yo… no es mi ausencia… sino la realidad? La impepinable realidad de que no encuentra un lugar, por mínimo que sea, para nosotras. Que un nosotras… se compone de dos y no de una.
Cuántos universos diferentes que quisieran confluir pero resulta imposible. Cuántas despedidas… que desearíamos no fueran, pero que son. Dice que tenemos que hablar, pero que antes necesita expresarme algunas cosas por escrito. No sé qué pasará pero sí sé que es ella quien debe saltar ese muro que esta mañana nos separaba… tiene que saltarlo. Si lo hace… posiblemente esté mi mano al otro lado para ayudarle a dar el brinco… y quién sabe si con la que el viento se llevó ya de regreso. Quizás entonces podamos volver a ver alguno de aquellos atardeceres en los que contemplábamos a Don solete cuando se iba a dormir. Y cuando rayaba con su esfera en el horizonte cerrábamos los ojos… porque ambas sabíamos que ese era el momento justo en que la gran bola dorada recibía los deseos de los soñadores del mundo, esperando ser algún día los afortunados de sus favores…
Y tal vez, con ese ocaso, volvamos a amanecer de nuevo... juntas...
Veremos qué ocurre. En cualquier caso, suceda lo que suceda… si las aceptamos las cosas son como son. Y si no las aceptamos… las cosas son como son.
Y yo necesitando unas vacaciones tranquilas, la-ri-la-raaaaa… tienes que dar un pocoooo, recibir un pocooo y dejar que tu pobre corazón suuufraaaa un pooocooo. Así es la historia y la gloria del amoooorrrrr...
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Leve, esta historia que cuentas de verdad está fuerte. Al verlas así de unidas en la foto de la bitácora uno se puede imaginar lo doloroso que debe ser por momentos la añoranza de lo que fue. Afortunadamente tu tienes bien claros tus argumentos para sostener tu posición y quizá realmente es ella quien debe de tomar la palabra.
ResponderEliminarClaro, debe ser difícil tocar el tema, y quien sabe si tú quieras desgastarte haciéndolo pero si aún crees que vale la pena la amistad valdría la pena intentarlo.
A mi aún no me ha pasado algo así con alguna amiga, será porque no tengo muchas amigas o será porque ya en estos tiempos nadie se casa. Tengo una amiga desde hace ya 15 años con la que me veo para tomar café y platicar y demás cosas que hacen las amigas, y no se si debería estar feliz o preocuparme pero ambas estamos así en stand-by y aún podemos darnos ánimos en este mundo de la soltería y ver con positivismo todas las ventajas que implica el no tener hijos.
Así pues, tu tuviste que alejarte de una amiga , a mi me pasó que un fulanito con el que andaba embarazó a otra y ¡ufff! son separaciones dolorosas y tragos amargos que a veces pasamos amiguis, pero mira, lo mejor de todo es que podemos irnos a tomar un café y leer un libro sin tener que vigilar babys, o podemos caminar en la playa (o en la calle en mi caso) inmersas en nosotras mismas y eso es algo muy valioso.
Verás que si ella valora igual tu amistad, volverá, si no, conserva el bonito recuerdo y siéntete tranquila contigo misma.
Beso grande!
Pues sí, por algún extraño motivo los casados tendemos a relacionarnos más con otros casados.. es como si el "sujeto de socialización" pasara a ser "la pareja", y no "el individuo". No tendría por qué ser así, pienso, pero es innegable que ocurre.
ResponderEliminarDe todas formas Leve, la experiencia que relatas no es exclusiva de los solteros. Yo también he pasado por situaciones parecidas con amigos (casados o no). Y es que con el tiempo cambian las circunstancias de uno, y con ellas cambian inevitablemente las relaciones que tenemos. Un día se darán las circunstancias que te acercarán de nuevo a Zíngara... o no.
Es difícil pensar en algo que no sea "cíclico" en esta vida. Hasta las rocas pasan por ciclos.. mucho más cualquier fenómeno biológico, y no te digo ya humano. Como bien dices, "las cosas son como son".
Un fuerte abrazo.. y a seguir disfrutando de esas vacaciones :-)
Así son las cosas, Myriam. Y veo que también tú llevas lo tuyo. La pregunta quizás sería… “¿quién no?”. En mi caso es más de lo mismo, porque no es la primera vez. De ahí que haya llegado a un punto en que no. Que no voy a estar “sola” en las relaciones. Que si me piden… me tienen que dar. Es algo que incluso se ha convertido en visceral, aunque partiese inicialmente de la voluntad. Desde una serena tranquilidad, por lo demás.
ResponderEliminarY que yo no tengo inconveniente alguno en hacer el camino de la soltería, porque la disfruto, pero que es triste que relaciones de años desaparezcan por no estar en el mismo “universo”, lo es.
Menos mal que en la vida a las despedidas les suceden encuentros :-). Y viceversa claro, hay que tenerlo presente.
Un abrazoide amigüi.
Víctor… creo que el extraño motivo es que sois mayoría y coincido contigo en que no debería ser así. Posiblemente porque yo siempre he necesitado cubrir mis diferentes facetas: pareja, amiga, hermana, compañera… es decir no he sido sólo “una”, sino "muchas en una".
Está claro que se establecen prioridades, pero de ahí a dar cerrojazo -de repente o lentamente- porque cambia tu estatus… ¿cuánto de verdad había... en lo que había? Y estoy pensando en amistades de años y años… e íntimas.
Por eso lo mejor es no aferrarse a nada… a nadie… pero entonces, ¿cómo se establecen vínculos que tan necesarios son para nuestra humanidad?
Disfrutaré, no lo dudes, je, je.
Me parece valiente tu desnudez del alma, toda una catarsis.
ResponderEliminarEs interesante la pregunta que te haces ¿Cuanto de verdad había... en lo que había?. Es algo que cabe preguntarse en cada cosa que vivimos.
Yo veo a veces que nos aferramos a cosas falsas, y gastamos nuestra energía en ellas cuando hay un universo ahí fuera. Otras veces, son cosas de verdad, intensas, pero por cambios en la evolución interior de cada uno, las personas siguen caminos distintos.
Creo que no influye el estado civil de nadie, ni incluso la distancia. Cuando quieres estar con alguien luchas por él, con él. Cuando no hay nada que aportarse las personas dejan de atraerse y siguen caminos distintos. Aceptarlo es muy duro, pero si se comprende, puede hacer que utilicemos nuestra energía en positivo. Pensar que si algo no funciona o nos disgusta hay que cambiarlo, buscar con esfuerzo algo nuevo, reinventarnos.
A la pregunta ¿cómo se establecen vínculos que tan necesarios son para nuestra humanidad?
Aunque me repito, yo te contestaría: desde el corazón y hacia el corazón. Ahí, siempre es todo de verdad. Al menos así lo siento.
Pues fíjate Sangón que sigo opinando que el estado civil sí que interviene (e interfiere) en las relaciones que se tenían con anterioridad. No debería, pero sucede. Lo digo por experiencia propia (numerosa, lo que relato en la entrada no es un caso puntual) y por lo que me cuentan otros solteros, divorciados, separados.... Pero coincido contigo en que… “querer es poder”. Y suele ocurrir que los que tienen “familia”, vamos a decirlo así, no quieren-pueden, o no pueden-quieren.
ResponderEliminarDesde el corazón he estado casi una década adaptándome al mundo de pareja de mi amiga. Y es ahora la cabeza la que me permite ver que tengo cansado al que late. Ya sabes que pienso que lo ideal es el binomio en justa medida creado entre ambos… una positiva simbiosis.
Ah, sí, sí… se me da bien la valentía ;-)
Gracias, como siempre, por tu corazonada aportación.