Hace años, cuando fumaba, escribí una especie de oda a la breve –pero intensa- vida de un cigarrillo. Aún a riesgo de que resulte vanidoso creo que resultó un magnífico texto que lamentablemente fue devorado por un virus. Pero... bueno es no aferrarse a nada... ni a nadie.
Posiblemente la calidad de aquellas líneas no dependió tanto de mí como de alguna extraña energía ajena a mi voluntad que me invadió, ya que recuerdo el momento como una especie de abducción absolutamente mágica.
En realidad no lo fumé, lo encendí y lo dejé apoyado en el cenicero pues manejaba unos papeles frente al ordenador. Al ir a cogerlo descubrí que estaba ocurriendo algo fuera de lo común. O en aquel momento y bajo la influencia de “la musa” a mí me lo pareció: sucedía lo extraordinario. En su metamorfosis de tabaco a ceniza se producía una maravillosa danza entre el humo presente y el aire invisible.
Frente a la escena permanecí, absorta, deleitándome con los movimientos de lo que por momentos parecía convertirse en una serpenteante mujer gaseosa... unas veces blanquecina, otras grisácea... alguna más casi transparente. Y en ese baile hipnótico que atrapaba toda mi atención, en esos escasos cinco minutos... el cigarrillo entregaba su chispa de existencia para que el humo tuviese la suya propia. Un acto de suprema generosidad... ¿un acto de amor? Bla, bla, bla... pero fue así, sólo que más extenso e incluso intenso, palabrita de la niña Leve.
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Te enlazo,eres preciosa
ResponderEliminare intensa más que leve!
Desde Amstelveen,besos
Un claro ejemplo de la "vida", del significando del "instante".
ResponderEliminarY cuántos cigarros se dejan consumir al día sin la más mínima apreciación. ¡Y cuántas vidas!.
Entonces Mia ... enlacémonos pues, que estos lazos no hacen sino liberar y expandir.
ResponderEliminarUn abrazo.
Arqueólogos del pasado. ¿Pioneros del futuro? Exploradores del presente. Lo único que nos ancla definitivamente en el instante es eso: explorarlo, vivirlo, sentirlo ... "fumarlo".
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