Detesto que crezcan tan rápido.
Detesto que lo hagan tan velozmente que deba limarlas cada semana.
Detesto pensar que dejarlas más largas sería una solución para no verme forzada a limarlas con tanta frecuencia.
Detesto la posibilidad de permitir que aumenten su longitud porque igual me daría por pintármelas, con lo cual sería peor el remedio que la enfermedad.
Detesto imaginar que me acabara gustando pintármelas, ya que sería la primera vez que sucediera. ¡Uf pobrecillas!, no podrían respirar.
Detesto que me agradase hacerlo, porque igual de ahí paso a los labios, en los que, de momento, sólo soporto el cacao.
Detesto que, al menos según lo que supone es leyenda, sigan creciendo -¡las muy puñeteras! incluso una vez muertos. Pero total, entonces qué más dará si no me enteraré.
Detesto siquiera referirlo ya que, según mi deseo, una vez llegado el momento de la partida al otro barrio –que espero tarde mucho, muchísimo- me convertirán en cenizas que arrojarán a mi "cala de Dios", o a un arrecife maravilloso de esta zona. No sé, aún está por determinar el lugar exacto pero desde luego mi tumba será agua de mar. Caprichos sireniles.
Detesto, volviendo a la vida que afortunadamente me sigue ocupando, recordar que como a fecha corriente he pasado por alto el refrán aquel que reza: “Nunca dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”, me tocará limarlas como mucho en un par de días ... ¡buffff qué pesadez más pesada!
Detesto que lo hagan tan velozmente que deba limarlas cada semana.
Detesto pensar que dejarlas más largas sería una solución para no verme forzada a limarlas con tanta frecuencia.
Detesto la posibilidad de permitir que aumenten su longitud porque igual me daría por pintármelas, con lo cual sería peor el remedio que la enfermedad.
Detesto imaginar que me acabara gustando pintármelas, ya que sería la primera vez que sucediera. ¡Uf pobrecillas!, no podrían respirar.
Detesto que me agradase hacerlo, porque igual de ahí paso a los labios, en los que, de momento, sólo soporto el cacao.
Detesto que, al menos según lo que supone es leyenda, sigan creciendo -¡las muy puñeteras! incluso una vez muertos. Pero total, entonces qué más dará si no me enteraré.
Detesto siquiera referirlo ya que, según mi deseo, una vez llegado el momento de la partida al otro barrio –que espero tarde mucho, muchísimo- me convertirán en cenizas que arrojarán a mi "cala de Dios", o a un arrecife maravilloso de esta zona. No sé, aún está por determinar el lugar exacto pero desde luego mi tumba será agua de mar. Caprichos sireniles.
Detesto, volviendo a la vida que afortunadamente me sigue ocupando, recordar que como a fecha corriente he pasado por alto el refrán aquel que reza: “Nunca dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”, me tocará limarlas como mucho en un par de días ... ¡buffff qué pesadez más pesada!
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Detestaría que alguien me recomendase un cortauñas ... se me astillan, con lo cual el trabajo se doblaría.
Detesto escribir sobre algo que, de puro aburrido, resultará posiblemente detestable.
Por eso mejor me voy a la cama, lo cual no es en absoluto detestable sino incluso deseable.
Felices sueños ... dormidos y despiertos.
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