En estos lares hay un cachito de mar al que rebauticé como “Cala de Dios”, de puro inmensa que es su belleza pues pareciera que un escultor gigantesco hubiese esculpido pacientemente su montaña de basalto, otorgándole caprichosas apariencias. Seguramente será consecuencia de mi imaginativa imaginación que no pocas veces crea encontrarme en la fortaleza de Superman sita en el Polo Norte; aunque claro, no con predominio del blanco-hielo sino del gris-roca. Y es que la cala está incluso dividida en dos de forma natural por una especie de monolito, que me recuerda ineludiblemente a las formas tubulares que poblaban el lugar donde el héroe recuperaba poderes y se reconstituía si lo precisaba. Su “parada y fonda” vaya.
Cuando voy, me convierto en artista sin remisión... y casi sin intención. Quiero decir que, inmersa en una especie de sonambulismo, acabo –o empiezo- una visita... y otra también dibujando. Bueno, artista, artista... es un suponer. Para ser exacta el asunto se reduce a que utilizo la orilla como papel y algún palo que allí mismo encuentro hace las veces de lápiz. Una línea por aquí, otra onda por allá... que unidas dan como resultado “algo” que incluso puede resultar agradable dependiendo de los ojos que lo miren.
Elementales formas... ¿naif? Probablemente de encuadrarlas en algún estilo ese sería el adecuado. Y como goma de borrar... las olas. Una goma de borrar automática, con voluntad propia, trabajando cuando le... va y viene... en gana. Que si un barco –de vela claro, nada de trasanlánticos que son poco románticos y aún menos estéticos-, que si una estrella, que si la luna, que si una ballena –que para eso estamos donde estamos-, que si una guitarra, que si una sirena –que para eso seguimos estando donde seguimos estando y además es uno de mis alter(es) ego(s)-, y el que parece sello de la casa (nos salió simbólica la muchacha) que no falte: un corazón...
Y en una de esas, sin casi darme cuenta, un día acabé “cantando” sobre la arena un tema de Pedro Aznar y Pat Metheny. Supe entonces la razón de por qué dibujo en una cuartilla tan volátil. Y, claro, me volví doblemente artista y fui añadiendo tonadas hasta formar todo un repertorio arenoso que interpreto según ánimo imperante.
Cuando voy, me convierto en artista sin remisión... y casi sin intención. Quiero decir que, inmersa en una especie de sonambulismo, acabo –o empiezo- una visita... y otra también dibujando. Bueno, artista, artista... es un suponer. Para ser exacta el asunto se reduce a que utilizo la orilla como papel y algún palo que allí mismo encuentro hace las veces de lápiz. Una línea por aquí, otra onda por allá... que unidas dan como resultado “algo” que incluso puede resultar agradable dependiendo de los ojos que lo miren.
Elementales formas... ¿naif? Probablemente de encuadrarlas en algún estilo ese sería el adecuado. Y como goma de borrar... las olas. Una goma de borrar automática, con voluntad propia, trabajando cuando le... va y viene... en gana. Que si un barco –de vela claro, nada de trasanlánticos que son poco románticos y aún menos estéticos-, que si una estrella, que si la luna, que si una ballena –que para eso estamos donde estamos-, que si una guitarra, que si una sirena –que para eso seguimos estando donde seguimos estando y además es uno de mis alter(es) ego(s)-, y el que parece sello de la casa (nos salió simbólica la muchacha) que no falte: un corazón...
Y en una de esas, sin casi darme cuenta, un día acabé “cantando” sobre la arena un tema de Pedro Aznar y Pat Metheny. Supe entonces la razón de por qué dibujo en una cuartilla tan volátil. Y, claro, me volví doblemente artista y fui añadiendo tonadas hasta formar todo un repertorio arenoso que interpreto según ánimo imperante.
Don mar... mi amante, mi amigo, mi consejero, mi confidente, mi libertador y, también, en días de furia... mi medicina. Gracias por tanto bien.
Hay lugares mágicos... después de estar en uno de ellos, me dio por escribir para guardarme las sensaciones...
ResponderEliminar"Es como un secreto, en que te invade el sentimiento de querer contarlo y compartirlo, pero a la vez preservarlo para ti por el miedo aque si se sabe, todo pueda perder su encanto.
Simplemente has llegado a ese lugar por casualidad, o tal vez no, y es ese sexto sentido el que te ha llevado a uno de esos puntos del planeta cargado de energía... Donde la montaña se une con el mar, donde el agua se desliza por la arena dorada de forma interminable, golpeando las rocas... chispeante...
La gente alrededor parece que está parada, tranquila, sin prisas, apenas se oye otro sonido que el del mar... Podrías decir que aquí el tiempo va más despacio, casi que se ha parado, como si se disfrutara más cada segundo... pero... cuando la energía te envuelve ¿Qué importa el tiempo?...
sssshh, que nadie lo sepa, es un secreto... pero si al final alguien lo descubre...
Como dice la canción que ahora escucho... ¡Aleluya! "
Una parte del ser dibuja absorta, mientras, el resto, se deja cuidar, sanar, vendar, besar por las olas...
ResponderEliminarEspero que la cura sea duradera, aunque es recomendable volver cada 2 disgustillos y 3 alegrías a tratamiento, así como aplicar cada 12 horas una interrogación regeneradora y cicatrizante :)
¡Sssssssshhhhh! ... mantendré el secreto pero si alguien lo descubre ... por favor, preferiblemente que sus visitas no coincidan con las mías, dependiendo de quien se trate. No puedo –ni quiero- evitarlo, prefiero infinitamente vivir esos momentos mágicos con poquita o ninguna gente porque he comprobado como ciertos lugares casi “sagrados” se han transformado en negativo por el “boca a boca”. Afortunadamente sólo en periodo estival y el resto del año retornan a su casi estado primigenio, de naturaleza prácticamente salvaje.
ResponderEliminarSangon ... gracias por compartir tus sensaciones, todo un privilegio. ¡Qué gran verdad que el tiempo no importe cuando la buena energía envuelve!
Magnífica recomendación Srta. Si Lente. De hecho, además de medicina es terapia permanente el acudir a mi santuario, o cachito de mar en cuestión.
ResponderEliminarNo obstante, como el que provocó la furia fue en realidad un disgustón, aún queda cierto eco. De modo que con tu permiso me quedaré unos días más el mosquitero-letril para defenderme de ataques varios.
Te lo devolveré en buen estado y a la mayor brevedad posible.
De lo que no estoy segura es de si la interrogación que propongo en la entrada de hoy será regeneradora y cicatrizante ... Lo volveré a consultar con la almohada.
Buena noche.