Hacía unos días que no veía a Doña Paca pero hoy hemos vuelto a coincidir en la cafetería. Ha sido ella quien se ha acercado a saludarme pues yo estaba ojeando (u hojeando) el periódico. Que por cierto... ¡qué majo Rafa!... de un tiempo a esta parte lo tiene controlado si está ocupado y cuando se queda libre sale de la barra para llevármelo a la mesa. Da gusto que haya gestos de amabilidad como ese en la cotidiana cotidianeidad, lo cual le he transmitido, así como un... gracias-gracias-gracias.
Le he preguntado a Doña Paca qué tal se encontraba y me ha detallado tooooooooodo su historial médico junto a alguna cosilla más. Incluso me ha revelado su edad: 74 añitos lleva en la vida. Que si hoy le han dado los resultados de unos cultivos y que no han salido como esperaba, que si la gimnasia que le mandaron para su vejiga le ayuda y así atrasa la operación que le da mucho miedo la anestesia, que si los huesos, que si la hernia de hiato, que sí...
- Leve.- Pues está usted estupenda de aspecto para su edad (verdad de la verdadera).
- Doña Paca.- Será por fuera porque por dentro estoy mu’ escacharrá’.
- Leve.- Sí, tiene achaques pero el alma ha de estar mu’ sana, que ya sabe lo que se dice... “la cara es su espejo” y usted la luce muy bien. Además... ¡virgencita-virgencita... que nos quedemos como estamos!
- Doña Paca.- La misma cosa en la mirada que la del cuadro...
- Leve.- Ja, ja, ja... (aún no he ido a comprobar mi supuesto parecido con la madre de Dios, pero cualquier día me lanzo a ello).
Me gusta hablar con la "gente otoñal"... ejem, en realidad escucharla. Los mayores son tan frágiles o más que los niños. Y basta a veces con prestarles unos minutos de oído atento para que se sientan un poco menos solos... que a muchos les come Doña Soledad porque no tienen con quien comunicarse. Por ejemplo el marido de Doña Paca padece Alzheimer... no muy avanzado aún pero el deterioro ya es una evidencia. Y sus hijas... lo que pasa... están ocupadas con su propia prole, sus trabajos, sus rutinas en definitiva... aunque se ven todos los días conste.
Nos hemos despedido y he seguido con el periódico. Desde hace un tiempito se publica una sección en la que familiares, amigos... escriben “cartas homenaje” a seres queridos fallecidos. Algunas son muy emotivas, incluso literarias, por lo que suelo leerlas. En la de hoy aparecía la fotografía de otra Doña Paca. Era un primer plano de esos que favorecen poco, formato tipo carnet pero más grande, y efectivamente su rostro delataba lo que rezaba el titular que acompañaba: “Una mujer cargada de ternura”. Ciertamente le colmaba la mirada.
La ha escrito una nieta que la recuerda cada día desde que hace seis años se marchó. La define como una persona sencilla que nunca tuvo mayor pretensión que vivir rodeada del cariño de su familia, y que tenía el malestar de los genios... del que sufre porque es capaz de entender cosas que otros no logran imaginar que existen... de quien sabe que sentir es andar más despacio. En el que fue su "ser-estar" seguramente tenga que ver la difícil vida que le tocó... con ocho años no le quedó otra que hacerse cargo de sus hermanos por la temprana muerte de su madre, aparte de vivir la guerra y todas las penurias de antaño.
Creció y crecieron con ella mientras repartía besos, caricias y abrazos por toneladas. Cuenta su nieta que la despertaba cada mañana para ir al cole haciéndole cosquillas. ¡Qué delicia amanecer así!
Decía “Doña Paca” que lo más importante que tiene una persona es la conciencia pues es la única que puede pedir prebendas y que, al final, sólo vives con ella por más acompañado que se esté. De manera que hay que mantenerla "aseadita".
Y por supuesto no se puede obviar su “imperativo” por excelencia: “¡Tú no que quites mérito!". Eso sí que es invitar a la autoestima... eso sí que es ser sabia. ¡Qué bonicaaaaaaaaa!... lo que me gustan a mí este tipo de personillas.
“Tu ejemplo diario me ayuda a intentar ser cada día mejor persona. Gracias por elegir tenerme a tu lado”. Así se despide su nieta... y de paso yo con ella... con ellas.
Le he preguntado a Doña Paca qué tal se encontraba y me ha detallado tooooooooodo su historial médico junto a alguna cosilla más. Incluso me ha revelado su edad: 74 añitos lleva en la vida. Que si hoy le han dado los resultados de unos cultivos y que no han salido como esperaba, que si la gimnasia que le mandaron para su vejiga le ayuda y así atrasa la operación que le da mucho miedo la anestesia, que si los huesos, que si la hernia de hiato, que sí...
- Leve.- Pues está usted estupenda de aspecto para su edad (verdad de la verdadera).
- Doña Paca.- Será por fuera porque por dentro estoy mu’ escacharrá’.
- Leve.- Sí, tiene achaques pero el alma ha de estar mu’ sana, que ya sabe lo que se dice... “la cara es su espejo” y usted la luce muy bien. Además... ¡virgencita-virgencita... que nos quedemos como estamos!
- Doña Paca.- La misma cosa en la mirada que la del cuadro...
- Leve.- Ja, ja, ja... (aún no he ido a comprobar mi supuesto parecido con la madre de Dios, pero cualquier día me lanzo a ello).
Me gusta hablar con la "gente otoñal"... ejem, en realidad escucharla. Los mayores son tan frágiles o más que los niños. Y basta a veces con prestarles unos minutos de oído atento para que se sientan un poco menos solos... que a muchos les come Doña Soledad porque no tienen con quien comunicarse. Por ejemplo el marido de Doña Paca padece Alzheimer... no muy avanzado aún pero el deterioro ya es una evidencia. Y sus hijas... lo que pasa... están ocupadas con su propia prole, sus trabajos, sus rutinas en definitiva... aunque se ven todos los días conste.
Nos hemos despedido y he seguido con el periódico. Desde hace un tiempito se publica una sección en la que familiares, amigos... escriben “cartas homenaje” a seres queridos fallecidos. Algunas son muy emotivas, incluso literarias, por lo que suelo leerlas. En la de hoy aparecía la fotografía de otra Doña Paca. Era un primer plano de esos que favorecen poco, formato tipo carnet pero más grande, y efectivamente su rostro delataba lo que rezaba el titular que acompañaba: “Una mujer cargada de ternura”. Ciertamente le colmaba la mirada.
La ha escrito una nieta que la recuerda cada día desde que hace seis años se marchó. La define como una persona sencilla que nunca tuvo mayor pretensión que vivir rodeada del cariño de su familia, y que tenía el malestar de los genios... del que sufre porque es capaz de entender cosas que otros no logran imaginar que existen... de quien sabe que sentir es andar más despacio. En el que fue su "ser-estar" seguramente tenga que ver la difícil vida que le tocó... con ocho años no le quedó otra que hacerse cargo de sus hermanos por la temprana muerte de su madre, aparte de vivir la guerra y todas las penurias de antaño.
Creció y crecieron con ella mientras repartía besos, caricias y abrazos por toneladas. Cuenta su nieta que la despertaba cada mañana para ir al cole haciéndole cosquillas. ¡Qué delicia amanecer así!
Decía “Doña Paca” que lo más importante que tiene una persona es la conciencia pues es la única que puede pedir prebendas y que, al final, sólo vives con ella por más acompañado que se esté. De manera que hay que mantenerla "aseadita".
Y por supuesto no se puede obviar su “imperativo” por excelencia: “¡Tú no que quites mérito!". Eso sí que es invitar a la autoestima... eso sí que es ser sabia. ¡Qué bonicaaaaaaaaa!... lo que me gustan a mí este tipo de personillas.
“Tu ejemplo diario me ayuda a intentar ser cada día mejor persona. Gracias por elegir tenerme a tu lado”. Así se despide su nieta... y de paso yo con ella... con ellas.
Pd. “Tu ejemplo diario me ayuda a intentar ser cada día mejor persona. Gracias por elegir tenerme a tu lado”... me ayuda a intentar ser mejor persona... gracias por elegir tenerme a tu lado... ¡mmmmmmm qué bien suena y resuena continente... y contenido!
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Cuando se muere una persona mayor se lleva una cantidad inmensa de información en forma de recuerdos, cosas que no están escritas en ningún lado y que desaparecen con ella para siempre...y de esto no te das bien cuenta mientras viven, sino después, cuanto se te ocurre una pregunta que te gustaría hacerles, y ya no están aquí para contestarla.
ResponderEliminarHace unos días, por la calle, vi una escena curiosa: un chica joven, de veintipocos años, estaba sentada en un banco junto con un par de señores mayores, y charlaba con ellos mientras apuntaba cosas en una libreta. No parecía tratarse de una encuesta ni nada por el estilo, sino simplemente de una persona que, por motivos de estudios, de trabajo, o por simple curiosidad, estaba recopilando recuerdos... y los viejecillos estaban tan contentos contándole cosas a la chica y viendo cómo las apuntaba..
No nos damos cuenta porque vivimos tras los pasos de Doña prisa, esa que llamo mujer hecha de instantes que nos atrapa en su telaraña sin casi darnos cuenta lo que, al mismo tiempo, nos aleja de la vida; de la verdadera vida... o al menos lo que para mí lo es, que puede ser por ejemplo... pisar la montañita de arena que se forma y solidifica en la orilla tras la bajada de la marea, o dar un abrazo... o recibirlo, o comerme un helado, o bailar, o canturrear, o ver una película que me con-mueva, o tocar la corteza del tronco de un árbol con los ojos cerrados... Lo decía –sabiamente creo- Doña Paca la tierna... “sentir es andar más despacio”. Claro que esto lo apunta alguien que cada día que pasa aprende más y más a ser... “tortuguita”. ¡A “muncha” honra!
ResponderEliminarLos viejecillos se suelen contentar al menor gesto de atención. Si además se pone oído atento a sus “batallitas”... casi fiesta-fiesta. Claro que hay cada cascarrabias que... que lo aguante Rita la que canta.
En efecto son una fuente de información porque mira que una existencia acorde a la esperanza de vida media actual da para cositas... y cosazas.
Y a propósito... llevo varios meses haciendo un “experimento” en el que los “otoñales” tienen parte activa. Posiblemente en breve saque las conclusiones... pa’ mí que el ensayo clínico ya ofrece resultados.
¡Salud!