Al amor... ¿de mi vida? Me late que esta vez sí. Casi no lo puedo creer. Tanto tiempo deseando que apareciera y en el momento menos esperado... ¡plof!, de bruces me topo con él. Me sorprende porque soy poco enamoradiza y entre “oca y oca”... generalmente suele transcurrir bastante tiempo. Quiero decir que sin dudar del refrán aquel que reza: “Una mancha de mora con otra verde se quita”... mi naturaleza no suele llevarlo a la práctica. Que me tengo que curar bien, en resumen, y solita. O “estar preparada”. O según una leveteoría... ¿en cierto espacio estar llena de vacío para que otro lleno de llenos, vaciándose, me llene? Uy, uy lío-lío que yo sí he sido.
En el blog de Nisu así como en un collar de “perlas” que recién me regalaron, se lee una cita preciosa de Berna Wang: “El amor entra en nuestra vida por los huecos que abre la risa”. Literalmente así ha sido.
Sólo hay un pequeño (gran) problema: es chica... ¡ups! Problema porque quien escribe toda su existencia se ha sentido heterosexual hasta la médula, sin duda alguna. Repito, sin duda alguna... y de repente verme en semejante situación me descoloca, me crea un conflicto divisorio... a la par que ¡tanta alegríaaaaa!
¿Cómo nos hemos conocido? En la piscina. Concretamente en el vestuario y, al parecer, la seduje sin pretenderlo. El hecho es que desde hace algunos días he incorporado inconscientemente algo más a eso de cantarsilbartararear: bailar. Bueno... más bien bailotear, que las “grandes coreografías” las reservo para la intimidad del hogar, o para las escasas veces que me subo a un escenario... o, a tenor de aquel momento mágico "cheek to cheek" que cual Ginger experimenté con Fred, incluso para alguna visita al baño de mi centro de trabajo.
Ya me había duchado y abría la taquilla para sacar el resto de cosas cuando ella llegó, acompañada por otra chica. Las saludé y seguí con lo mío, que si echarse la hidratante en el body, que si en la cara, ponerte la ropa interior... y sin darme cuenta empecé a moverme, a seguir in crescendo el ritmo, usando además el bote de desodorante cual micrófono emulando a la mismísima Cher que sonaba. ¡Glubs, qué poder de abstracción me invade últimamente!, porque de veras que estaba ajena a que tenía público. Ella, mi ELLA, al verme empezó a reírse... ¡y de qué modo! Su risa es como de otro mundo... parece más de ángel que de persona. Tan sana, tan pura, tan cómplice, tan musical, tan generosa... que me atrapó irremisiblemente, hasta el punto de que finalicé la función ofreciéndosela por completo. Ella, reía más al percibir mi dedicación y se generó entre ambas una energía maravillosa que circuló a modo de boomerang.
Claro que... lo cierto es que en realidad hay otro problema, de mayor envergadura que el anterior: a juzgar por su aspecto y por ir en carro... no alcanza aún los dos añitos. Se llama Claudia y es la mujer de mi vida, sí. El amor no tiene edad, ni sexo... ¿no? La esperaré... ya lo creo que lo haré. Pagaré incluso el precio de empezar a “entender” lo que antes no comprendía en mis carnes, que en el resto sí conste. Una caricia no tiene género, no, no, no...
Bromas aparte, y palabrita de la niña Leve que ha sido tal cual lo cuento, me lo he pasado... nos lo hemos pasado genial las tres, pues hasta la madre –la chica con la que ha llegado mi amada, obvio- ha disfrutado al ver-escuchar a su pequeñeca. Tienen algo las risas de los niños... algo tan contagioso y tan hermoso... Cada vez que escucho alguna siento que me subo... me sube (pues me atrapa con su invisible lazo) a ella y cabalgo de alegría. La risa infantil... debe ser en realidad la inocencia que se pone un disfraz sonoro. Sí, eso va a ser. Y engancha como lo hace porque sentimos tremeeeennnndaaaa saudade de ella, de aquellos maravillosos años.
Y ya me he estrenado marcándome un baile “inesperado”, tal como profetizó mi compañera Milagrito. Sólo que en la piscina y no en una caja del Carrefú’. ¡Ufff, es un alivio! En vista del acierto de su predicción, le sugeriré que monte un gabinete de clarividencia... se le da muy, muy bien.
En el blog de Nisu así como en un collar de “perlas” que recién me regalaron, se lee una cita preciosa de Berna Wang: “El amor entra en nuestra vida por los huecos que abre la risa”. Literalmente así ha sido.
Sólo hay un pequeño (gran) problema: es chica... ¡ups! Problema porque quien escribe toda su existencia se ha sentido heterosexual hasta la médula, sin duda alguna. Repito, sin duda alguna... y de repente verme en semejante situación me descoloca, me crea un conflicto divisorio... a la par que ¡tanta alegríaaaaa!
¿Cómo nos hemos conocido? En la piscina. Concretamente en el vestuario y, al parecer, la seduje sin pretenderlo. El hecho es que desde hace algunos días he incorporado inconscientemente algo más a eso de cantarsilbartararear: bailar. Bueno... más bien bailotear, que las “grandes coreografías” las reservo para la intimidad del hogar, o para las escasas veces que me subo a un escenario... o, a tenor de aquel momento mágico "cheek to cheek" que cual Ginger experimenté con Fred, incluso para alguna visita al baño de mi centro de trabajo.
Ya me había duchado y abría la taquilla para sacar el resto de cosas cuando ella llegó, acompañada por otra chica. Las saludé y seguí con lo mío, que si echarse la hidratante en el body, que si en la cara, ponerte la ropa interior... y sin darme cuenta empecé a moverme, a seguir in crescendo el ritmo, usando además el bote de desodorante cual micrófono emulando a la mismísima Cher que sonaba. ¡Glubs, qué poder de abstracción me invade últimamente!, porque de veras que estaba ajena a que tenía público. Ella, mi ELLA, al verme empezó a reírse... ¡y de qué modo! Su risa es como de otro mundo... parece más de ángel que de persona. Tan sana, tan pura, tan cómplice, tan musical, tan generosa... que me atrapó irremisiblemente, hasta el punto de que finalicé la función ofreciéndosela por completo. Ella, reía más al percibir mi dedicación y se generó entre ambas una energía maravillosa que circuló a modo de boomerang.
Claro que... lo cierto es que en realidad hay otro problema, de mayor envergadura que el anterior: a juzgar por su aspecto y por ir en carro... no alcanza aún los dos añitos. Se llama Claudia y es la mujer de mi vida, sí. El amor no tiene edad, ni sexo... ¿no? La esperaré... ya lo creo que lo haré. Pagaré incluso el precio de empezar a “entender” lo que antes no comprendía en mis carnes, que en el resto sí conste. Una caricia no tiene género, no, no, no...
Bromas aparte, y palabrita de la niña Leve que ha sido tal cual lo cuento, me lo he pasado... nos lo hemos pasado genial las tres, pues hasta la madre –la chica con la que ha llegado mi amada, obvio- ha disfrutado al ver-escuchar a su pequeñeca. Tienen algo las risas de los niños... algo tan contagioso y tan hermoso... Cada vez que escucho alguna siento que me subo... me sube (pues me atrapa con su invisible lazo) a ella y cabalgo de alegría. La risa infantil... debe ser en realidad la inocencia que se pone un disfraz sonoro. Sí, eso va a ser. Y engancha como lo hace porque sentimos tremeeeennnndaaaa saudade de ella, de aquellos maravillosos años.
Y ya me he estrenado marcándome un baile “inesperado”, tal como profetizó mi compañera Milagrito. Sólo que en la piscina y no en una caja del Carrefú’. ¡Ufff, es un alivio! En vista del acierto de su predicción, le sugeriré que monte un gabinete de clarividencia... se le da muy, muy bien.
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El amor... realmente creo que no tiene sexo, ni otras miles de cosas que le "pegamos" de forma artificial a modo de prejuicios. Más bien habría que dejarse llevar por esa "energía maravillosa que circula a modo de boomerang" de la que tu hablas aquí, y olvidarse de lo que nos han enseñado... aunque parezca de lo más descabellado hacer caso al corazón, ese no se equivoca.
ResponderEliminarEn varias ocasiones, conversando, he comentado que si se nos vendasen los ojos, se nos anulara el sentido del olfato y alguien nos acariciara... existirían muchas probabilidades de que no supiésemos si quien lo hace es un hombre o una mujer. A más de uno-a... el resultado del “experimento” le rompería sus esquemas... ¡cuando no le daría un patatús!
ResponderEliminarPero sí creo que el corazón no siempre acierta, tal vez porque ande confundido y no sepa distinguir con claridad esa... maravillosa energía que circula a modo de boomerang.