Hay canciones que están llenas de verdad. Dice Ismael Serrano en una de sus tonadas... “gente que miente por un trozo de calooooorrrrr..."
Pablo Milanés canta así en otra de las suyas...”luego la vida te habrá de enseñar, con la belleza no es fácil andar sin la certeza del bien y del mal, pobre de míííííí..."
Leía el otro día en algún lado que la moral no es el fruto de un árbol llamado morera. Partiendo de ahí... para mí la mentira es la mayor “arma de destrucción masiva”, sobre todo por la variedad de disfraces de que dispone y que le permiten camuflarse tan camaleónicamente; incluso en su entorno más inmediato. No deja de causarme sorpresa que gente que goza de fama de “buena” –y que realmente lo parece- tenga conductas tan antagónicas con los principios inherentes a ese adjetivo: bondad, humildad, honradez, dignidad... y otros tantos valores que cada vez brillan más por su ausencia, o son prostituidos sin ninguna clase de escrúpulo. Claro que eso lo desconoce el groso que generalizadamente le aplica esa... “etiqueta” al individuo-a en cuestión. Y resulta casi cómico (¿o es triste?) que se llenen la boca con autocalificativos del tipo “soy buena gente” como tarjeta de presentación, o para definirse de manera sistemática.
Mientras tanto, a estas alturas, reaprendo más que aprendo que quien es regido por esos valores de manera auténtica no necesita “apelativos”, menos aún aplicárselos uno mismo; sí en cambio llevar a la práctica los actos en concordancia... silenciosos y anónimos por lo general. Algo así como... “que tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha”. Es un asunto de... “puertas para adentro”, de tu conciencia y de ti; de nada y nadie más.
Hace un par de noches proyectaron en televisión una película que hacía mucho tiempo que no veía: “Línea mortal”. Trata sobre un grupo de médicos que, ávidos por saber qué sucederá tras la muerte, se provocan un estado que les hace quedarse en el umbral de la misma. Pero no cuentan con que tras la experiencia algo se desata en sus mentes que les obliga a enfrentarse a sus... “pecados”, que parecen perseguirles a raíz del experimento, llegando a considerar que era necesaria la “expiación” -literalmente- para liberarse. “Todo lo que hacemos importa... siempre importa”... es una de las frases que se escucha en la historia. E importa desde lo más nimio a lo más grave porque somos seres con pies... que dejan huellas.
Desde una atalaya de ficción se miente, se usa, se tira, se pisotea a las personas... egoístamente, en pos del beneficio propio. Esa es la consigna de la actualidad... de la época de -como dijo mi amigo Francisco Javier- la inmediatez. Y no importa... aparentemente. Comenta Sangón que hasta cualquier acusado por un delito tiene “derecho” a mentir en el juicio correspondiente a su causa. Y en las relaciones sociales según expertos en psicología resulta incluso conveniente a cierto nivel. Pero una cosa es la “legalidad”, otra la “sociedad” y una más... la moralidad... la ética personal, que al parecer dista mucho de las anteriores.
Lo dije en algún momento y lo repito: según mi opinión el autoengaño es la peor enfermedad que azota a la humanidad, sobre todo en países... “desarrollados”; una auténtica pandemia es lo que se vive. A lo largo de mi caminar me he topado con bastante gente que la padece en mayor o menor grado y, sin eximirles de la responsabilidad de sus actos, lo más probable es que fueran guiados por la inconsciencia -insensatez si se prefiere-, más que por la... “maldad”.
Importa hacer daño. E importa que te hagan daño en tu cuerpo y/o en algunos de tus kiloalmómetros; por supuesto que importa. Pero lo más relevante es que el "alma del mundo" queda dañada ¿irreparablemente? con cada nueva agresión individual. Y de inmediato nunca se sabe su alcance; eso es algo que se averigua a medio o largo plazo. Pero de todo se aprende. A veces la lección lleva como pasapáginas el marcaje de un punto de inflexión. Y casi... hay que estar agradecido por ello.
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Un amigo de mis padres, hace años, decía muy a menudo la frase "La gente miente...", y recuerdo que en casa la terminamos adoptando y la repetíamos cada vez que, a alguno de nosotros, alguien se la volvía a jugar.
ResponderEliminarSe pronuncia así... la gente miiiieeente... uniendo a un tiempo la sorpresa ¡y la enésima constatación!
En fin, tú a lo tuyo, y el Vilus mentiralococo sinescrupulosae algunis (jeje), ¡fumigado!
El daño en el alma del mundo... eso me suena budista.. por favor, Yoisel, cuando vengan a captarte (como a aquél niño de Granada, quien, por cierto, ya ha vuelto todo rebotado), por favor llévate un ordenata para seguir con el blog..
Que la paz sea contigo..
"Cualquier manifestación del universo, de cualquier manera que se comporte alrededor nuestro, no es simplemente acerca de nosotros, no es meramente psicológico, es un movimiento del universo, y como tal lo que nos sucede, no importa lo que sea, nos conecta a todo, y en esa conexión qué puede sentirse sino asombro reverente?; "Un mundo vivo, está en fluir constante, se mueve, cambia, se contradice a si mismo. Nosotros tratamos de defendernos contra esto, pero no podemos. La única respuesta liberadora es el asombro."
ResponderEliminar(Carlos Castaneda)
Desvistiendonos de los personal, soltamos gran parte del dolor...
Un abrazo
¡Ups... ahora el tango me llama y Don tiempo no me regala un minuto extra en este momento!
ResponderEliminarMañana volveré para dar merecida respuesta a vuestros comentarios. Mientras tanto... gracias a ambos dos.
Voy a acicalarme, un poquito no más. O un muchito, no sé.
Para cuando vuelvas del tango... aquí te dejo un cuento del gran Borges.. que me ha venido a la cabeza al leer tu entrada y el comentario de Carlota:
ResponderEliminar"Para que su horror sea perfecto, César, acosado al pie de una estatua por los impacientes puñales de sus amigos, descubre entre las caras y los aceros la de Marco Junio Bruto, su protegido, acaso su hijo, y ya no se defiende y exclama: “¡Tú también, hijo mío!”. Shakespeare y Quevedo recogen el patético grito.
Al destino le agradan las repeticiones, las variantes, las simetrías; diecinueve siglos después, en el sur de la provincia de Buenos Aires, un gaucho es agredido por otros gauchos y, al caer, reconoce a un ahijado suyo y le dice con mansa reconvención y lenta sorpresa (estas palabras hay que oírlas, no leerlas): “¡Pero, che!”. Lo matan y no sabe que muere para que se repita una escena."
Borges. "La trama", del libro "El hacedor"
Víctor... ¡tú sí que sabes hablando de “enésimas”. Fíjate que yo pensaba que tenía cubierto el cupo de cierta clase de mentiras peeeeeero, cachissss en la mar salá... resulta que siempre queda espacio en ese almacén de la memoria que ya no miras nunca porque no tiene sentido hacerlo. Y claro ante el estruendo del nuevo “trasto”, no te queda otra que abrir la puerta para ver qué pasó. Y ahí te encuentras a todas las mentiras que te lanzaron llenas de telarañas, apretujadas, atropellándose, despertándose las que llevaban casi el mismo tiempo que la bella durmiente en los brazos de Morfeo. Así, una vez compruebas la causa del estruendo, cierras la puerta, sigilosamente, pa’ que se vuelvan a dormir y no molesten más... que su tiempo pasó.
ResponderEliminarA mí se me da fatal-fatal lo de mentir. Cuando alguien de mi entorno elabora una broma, ni de ídem cuentan con mi complicidad porque hay muchas probabilidades de que la estropee, o bien por que me río en mitad de la “actuación”, o porque mis eyes dicen -al margen de mi voluntad- que la cosa ¡no es verdad de la verdadera! Creo que lo de mentir, además de ser una cuestión cultural, tiene mucho de naturaleza, de nacimiento y a mí me parieron como me parieron. Que no tengo el talento necesario pa’ llevarla a la práctica vaya; ni interés.
¿Budismo, catolicismo, islamismo, sintoísmo, nosequeismo...? la verdad, no me englobo en ninguna, si acaso en la “descalcez”, creada a medida con un poco de todo, supongo porque espiritual... soy un rato largo. Será que me afecta esa ley física que asegura que... “la energía no se crea ni se destruye; se transforma”... con la consecuencia de que lo “jondo” me atrapa cual imán. No obstante la base del budismo me parece bastante coherente dentro de lo que trae y lleva consigo el mundo religioso. Dentro de cada uno de nosotros hay un dios... y en nuestro interior está el infierno y el paraíso. Por eso hay que cuidarse. Por eso medito. Porque necesito mover el cuerpo y aquietar la mente. Que si no es de un pesadoooo... pero no llevo haciéndolo –como ejercicio continuo al igual que puede ser una sesión de natación- más de un año. Y si un día no medito, no pasa nada. No soy estricta en eso, pero me sienta muy bien hacerlo cotidianamente. Es como una rutina más. De hecho es con la que comienzo la jornada. Y sí... en frente hay como una mesita con un Buda, porque me gusta la figura más que por otra cosa, con velita y todo al lado. Pero que no cunda el pánico... que no me he afeitado la cabeza ni me he envuelto en una tela naranja, ni canto haaareeee, hareeee, hareeeee-krishnaaaaaa.
Por otra parte no me sorprende que la criaturica a la que le endosaron lo de “ser lama” haya acabado rebotada. Personalmente creo que las religiones se deberían elegir a una edad madura... o en vías de madurez. Distinto es que nuestros padres quieran transmitirnos valores humanos, no ya positivos sino necesarios para una buena convivencia entre las distintas ideologías; que esos forman parte de toda religión. Sin embargo ya sea por inercia, por tradición, por verdadero fervor religioso... nos acaban “presentando” a lo que proceda, en función de en qué núcleo toque nacer.
Una vez tuve una discusión (constructiva, ¡eh!) con alguien que se declaraba ateo, o escéptico, no recuerdo bien. Le dije que, desde mi punto de vista, él tenía tanta fe como un cristiano, sólo que en el lado opuesto. Es decir... en que no había nada... en el NO, a diferencia del SI del religioso. Pues ídem te digo a ti, y así me ahorro ir a darte la réplica en la entrada de “Clarita” la muñeca quitapenas.
Si vienen a captarme... ¡llevaré un portátil! Creo que ya no podría vivir sin interenet-e. Bueno, bueno, tampoco eso pero...
Gracias por el cuento de Borges... ¡me encantó!
La paz también contigo, hermano. Amén.
Carlota... no sé si fue a ti a quien comenté –en cuyo caso me repito- que me habría encantado conocer a Carlos; con un ratico me habría bastado. Hubiera sido estupendo dar un paseo con él por el monte... por un bosque para ser exactos. Tengo la sospecha –casi certeza- de que su sola presencia me habría enseñado un montón de cosas. Si a eso le unimos escucharle...
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con lo que dice el texto que aportas excepto en una línea. Comprenderás que ese “no importa lo que sea” me sobra en una entrada en la que precisamente defiendo el “Todo importa”, no ya a título colectivo sino también individual; sobre todo porque así voy... aligerando. Y sí... aspiramos a defendernos... pretendemos tener el control... qué ingenuidad la nuestra.
Precisamente para soltar... es que estoy visitando a menudo la “cala de dios”, pa’ quitármelo todito-todo. Así... además de que recibir como regalo baños de Don mar y Don sol... ¡me ahorro las marcas externas! Que tampoco es que sea relevante su presencia pero... no está de más que... no estén, valga la casi redun. Las internas en cambio... llevará un poco más de tiempo. Claro... como ahí los rayos del astro rey tardan más en llegar por aquello de que han de penetrar piel y órganos pues...
Otro abrazo pa’ ti y a la calle, a la calle guapaaaaaa...