domingo, 10 de mayo de 2009

Celebrando una vida

Si no me falla la memoria fue a Luis Mateo Díez a quien escuché decir que era incapaz de escribir una novela si no tenía previamente un título para ella. Me sentí identificada pues, salvando las distancias que me separan del maestro, me sucede igual, lo que me resultó curioso de descubrir. Si no nombro aquello de lo que voy a hablar aquí, sea una emoción, una escena presenciada, una opinión... no me arranco en la escritura. Pero no es que me dedique a devanarme los sesos pensando cómo denominarlo, sino que surge de manera espontánea así como lo que sigue. Digamos que actúa de detonante y si no se produce, no hay lugar para el resto.

Esta entrada, que esperaba ser escrita cualquiera de los días que han transcurrido en los últimos meses, tenía un nombre: “Injusticia”. Sin embargo ayer sucedió algo que ha cambiado el título por el que se lee.

A veces peco de ingenua. Creo, por ejemplo, que la gente que se esfuerza en ser persona, que lo ha tenido complicado durante la vida... tendrá una muerte digna, fácil; entiendo que como forma de compensación. Estaba convencida de que a Pepe así le sucedería pero me equivoqué. Ingresó en el hospital el ocho de enero y falleció el ocho de mayo, tras cuatro meses prácticamente de agonía. Decir que ha resultado demoledor para la familia, amigos y en primer lugar para el enfermo es decir poco. Pero aún así, inexplicablemente, ha habido momentos en los que parecía remontar y recuperaba fuerzas para planear otra comida de las que solía preparar, congregando así a la gente querida.

Siendo un chaval Pepe se marchó a trabajar a minas de Alemania. Tiempo después regresó con un equipaje de fatiguitas, largas jornadas de trabajo a su espalda y una enfermedad en sus pulmones, los cuales fueron debilitándose con el pasar de los años. Pero en aquel momento aún era joven, fuerte... y había mucha necesidad, así que siguió penetrando en las entrañas de algunas montañas de la provincia.
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Hombre humilde, muy trabajador, generoso, tímido, silencioso, prudente hasta el extremo... si hubiera que colocarle un calificativo Pepe era ante todo buena persona. Una gran persona. Manuel, el sacerdote que ofició el funeral y del que ya he hablado con anterioridad, íntimo amigo del difunto y su familia, dijo ayer que Pepe estaba lleno de Dios. Desde luego si Dios ES... y es bondad, en efecto. Si algo le caracterizó fue llevar continuamente a la práctica -sin que su mano izquierda supiera lo que hacía la derecha- aquello de... “haz el bien y no mires a quien”.

Padre de... no una amiga sino una hermana, conectamos mucho gracias a las plantas, a las cuales era muy aficionado. Como quiera que a mí el verde que le quiero verde me atrae poderosamente, platicábamos cuando iba a su casa sobre sus estupendos cactus y demás criaturillas vegetales. Menuda buena mano tenía... para la jardinería y para cualquier tarea de bricolaje.

Ayer, en la capilla ardiente, se celebró su vida, sí, pero sobre todo se le celebró a él. Por enseñar como lo hacía desde la no intención, desde su dignísimo caminar siendo coherente y honesto... por ser verdad. En su sencillez lo entregaba todo incluido a sí mismo y doy fe de que, tal y como se proclamó en el funeral, su casa era un lugar de puertas abiertas, a ser posible con un mantel de por medio y si no había algo que festejar... se inventaba. Doy fe, sí, de que todo lo que se dijo sobre él era... es rigurosamente cierto.

Se respiraba tanto amor y respeto por ti Pepe... tanta gente de buena voluntad había allí... Y ese momento en que te cantaron con la guitarra la canción de Víctor Manuel... ¡cuánta emoción! Aquel aplauso que parecía no tener fin para decirte hasta luego... Tan hermosa fue la ceremonia de despedida, que las ráfagas de rabia que sentía por la lentitud e injusticia con que tu muerte llegó se evaporaron. Me sanó esa energía benefactora que circulaba invisible por la sala. De allí salí reconfortada, con el corazón colmado de tranquilidad.

Pepe padre, esposo, abuelo, compañero, suegro, amigo, vecino... Pepe hombre. Me quitaba el sombrero ante ti cuando estabas entre nosotros. Me lo sigo quitando ahora que tu cuerpo nos dejó, no así tu recuerdo... ni las hermosas huellas que dejaste. Gracias por las lecciones que sin afán y silenciosamente dabas en vida. Gracias por la que ayer nos diste, desde el otro lado. Descansa en paz... en esa paz tan merecida.

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2 comentarios:

  1. Lamento tu pena, un abrazo

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  2. Gracias Carlota. Con el deseo de que te encuentres bien... otro abrazo para ti. Nada de leve, apretao', de osita.

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