sábado, 23 de mayo de 2009

Instinto básico

Anoche chapoteé tanto en aguas Chinas que esta mañana me desperté aún con la cola puesta y las escamas. No me ha quedado otra que lanzarme de nuevo al mar, pero esta vez me he quedado en el sur peninsular.

En el primer baño Eolo estaba tranquilo, pero se manifestaba dando lugar a algunas olitas que hacían mis delicias. En el segundo se ha espabilado y trabajaba con ganas. En un plis plas las olas se han vuelto una constante aumentando en tamaño e intensidad. Ser sirenahumana tiene ventajas e inconvenientes. Nadas bastante bien lo cual es bueno. Y por ello te confías, lo cual es malo. Siempre me ha gustado irme hacia el fondo e incluso he sido, hasta no hace mucho, un poco temeraria. Una vez en una playa muy extensa Don mar estaba muy bravo. Había unas olas considerables que se asemejaban a cava recién descorchado de lo espumosas que se veían y claro, parecían decirme: ¡Bééééébeme!

A resultas ni una persona dentro del agua, excepto yo. El baño fue estupendo, de lo más cetáceo, pero tocaba salir. Oh my god! Me costó al menos veinte minutos lograrlo pues las olas me arrastraban hacia dentro. Resaca creo que lo llaman. Afortunadamente logre llegar a la orilla poco menos que exhausta. Obviamente... desde entonces se acabaron los bañosconolaspotentes. ¿Un trauma? Igual sí. Peeeeeeeeeero, hoy casi lo superé pues he estado deslizándome a lomos de muchas, cual si fuera una tabla de windsurf humana, o un delfín, o ... una sirena. Ha sido super-super-superdivertido.

Mi temeridad no se ceñía a jugarme el tipo acuáticamente hablando. Hace tiempo que cuando salgo por la noche no voy a bares de copas. Me asfixian por razones varias: humo, pulpos, exceso de decibelios que impide escuchar e incluso hablar... No me gustan, no-no-no. Así que tras la ronda de vinitos la gente sigue la fiesta y yo vuelvo a casa. No se hace muy tarde, pero si fuera Levecienta ya la carroza se habría convertido en calabaza por pasar el reloj de la medianoche en una o dos horas. Me agrada caminar cuando las calles están silenciosas, casi vacías. Y si llovizna... ¡mmmmmmm, me re-agrada! Ultimamente no me prodigo porque creo que me voy volviendo sensata, aunque a veces me tienta mi “rebeldía”. Sin embargo no está la vida como para que una moza camine sola en la madrugada ... ¡cachis en la mar!... salá' (por supuesto).

Me pasa algo curioso desde que era cría. En casa, tengo la manía de moverme a oscuras por la noche, cual gata. Lo malo de esto es que si alguien me ve deambulando se puede llevar el susto padre creyéndome un fantasma procedente de ultratumba. Lo remalo que de tanto en tanto mi “radar” falla y me pego tremendas leches con alguna esquina, pero por suerte ocurre muy puntualmente. Lo bueno... a partir de este personal “ensayo sobre ceguera” he desarrollado lo que llamo “paseosnocturnospensantes”, que a la postre son de lo más productivo pues, paradójicamente, me permiten ver con más claridad lo que el día opaca en asuntos que requieren reflexión.

Y como hay una cuestión de capital importancia sobre la que debo meditar... con permiso del respetable voy a darme una vueltecilla, apagando las luces claro. ¿Miaaaaauuuuu? ... ¿Mi-aaaaaaauhhhhhhh?... ¿Mi-glub, glub, glub, glub...? ¿Instinto felino... instinto lobuno... instinto sirenil? Vamos a dejarlo, al menos hoy, en un "tres en uno"; sin más (y con todo). O lo que es lo mismo: instinto felilobusire.
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2 comentarios:

  1. ...Huele a mar...
    Noto la caricia de las olas... el agua forma espuma burbujeante, emitiendo un sonido como si hirviera al tocar tierra...
    La piel está muy sensible por la brisa que mueve cada vello de tu cuerpo... te podrías fundir con los elementos de la naturaleza que te rodean... el tiempo no importa...
    Una vez más estuve en el mar, no en un mar cualquiera, sino en ese lugar único, mágico, se nota en la sonrisa, y todavía estoy impregnado de esas sensaciones...
    Me gusta ir siempre que puedo...

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  2. "Como si hirviera al tocar la tierra" ... ¡mmmmmm! Gracias- gracias Sangon por esa linda expresión. Por compartir esos pedacitos de ti u otros que rescatas.

    El mar, cuando atrapa, lo hace para siempre. Igual que la montaña. La gran paradoja es que en su "atrapar"... nos hace más libres.

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