Hace un par de semanas que tengo un nuevo compañero de trabajo. Siempre está contento y cada mañana le da por cantar. Silbar para ser exactos y lo hace francamente bien; es muy agradable escucharle.
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Es especialista en aerodinámica. Tan experto que... es un vencejo que ha anidado en el cajetín de la persiana del amplísimo ventanal que tengo a medio metro, a mano derecha. ¿O es venceja? Así, cada día, le veo deslizarse por lo que usa como tobogán aunque no lo sea, para salir de paseo con los vecinos de su especie. Ejem, de vuelo quiero decir. Preciosa danza aérea me ofrecen envueltos en sus cantares. Se parece mucho a la golondrina del cuento de “El príncipe feliz”... y por eso me gusta un poco más; por pura melancolía positiva.
Da gusto comenzar el día con estos regalitos. Da más placer aún que sigan planeando acrobáticamente a lo largo de la jornada laboral. Como no fumo... es un estupendo kit-kat. Y pronto, pronto... la eclosión de los huevos. Pío, pío que ellos si han sido y cuando nazcan las crías... lo serán más.
¡Ah!, Pavarotti se llama... mi nuevo compañero.
Da gusto comenzar el día con estos regalitos. Da más placer aún que sigan planeando acrobáticamente a lo largo de la jornada laboral. Como no fumo... es un estupendo kit-kat. Y pronto, pronto... la eclosión de los huevos. Pío, pío que ellos si han sido y cuando nazcan las crías... lo serán más.
¡Ah!, Pavarotti se llama... mi nuevo compañero.
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