miércoles, 9 de junio de 2010

En la comisaría de policía

Leve.- Buenas tardes.
Agente de policía.- Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarle?
Leve.- Quiero poner una levedenuncia.
Agente.- ¿Cómo ha dicho?
Leve.- Que quiero poner una levedenuncia.
Agente.- Querrá usted decir una denuncia.
Leve.- No, no, ha escuchado bien. Una levedenuncia.
Agente.- Ejem, ejem… dígame…
Leve.- Verá señor agente... estoy siendo acosada.
Agente.- ¿Acosada?
Leve.- Sí, él me persigue insistentemente y empiezo a temer por mi integridad.
Agente.- Creo detectar que se refiere usted a él con cierta familiaridad. ¿Es conocido o desconocido?...
Leve.- Pues en realidad no es sangre de mi sangre, ni amigo, ni vecino, ni compañero de trabajo u otras actividades, pero me ronda desde que tengo uso de razón. Siempre se las apañó para estar próximo. Y últimamente es cuando me persigue de manera casi obsesiva.
Agente.- Si es tan amable, matice un poco más la expresión: "casi obsesiva".
Leve.- Que se presenta de manera continua. Aprovecha cada oportunidad para hacerlo y parece disfrutar en particular mis reacciones cuando menos le espero. Aseguraría que le entusiasma el “factor sorpresa”.
Agente.- ¿Y desde cuándo exactamente se siente acosada?
Leve.- Mmmmmm… comenzó en noviembre del año pasado.
Agente.- ¿Sabe el nombre del presunto acosador?
Leve.- Sí. Se le conoce universalmente como Don Amor.

Al policía casi se le salen los ojos de las órbitas.

Agente.- ¡Señora!… ¿está bromeando?
Leve.- ¿Me ve acaso reír? Este es un asunto muy serio para mí. De hecho ya tuve una herida física por su intervención directa. Es un mago de la simulación en las formas y lugares más insospechados. Se trata de una especie de Mortadelo que dispone de una amplíííísima gama de disfraces que le camuflan a la perfección. Que si de libreta, que si de falda, que de piedra, de galleta, de nube, de parqué
Agente.- A ver… explíqueme con detalle lo de su herida…
Leve.- Bueno... no es que me atacase propiamente, pero me pegó tal susto que sufrí un accidente como consecuencia de su presencia súbita… ¡Y él fue el responsable!
Agente.- Señora… esta comisaría tiene asuntos más serios de los que ocuparse. Comprenderá que pretender denunciar a algo abstracto es una barbaridad; por no decir una pérdida de tiempo absoluta.
Leve.- ¡Oiga... que este es un asunto de vital importancia! Yo creía que ignorándole se olvidaría de mí, pero sucedió lo contrario. ¡Ha empeorado aún más si cabe!
Agente.- ¿Tiene pruebas de los hechos que ha relatado?
Leve.- ¡Por supuesto!
Agente.- ¿Puede mostrármelas?
Leve.- Enseguida…

Haciendo la limpieza de la habitación de invitados me topé de repente con él, jugando a ser cojín...
.


Voy a coger ropa del armario y ¡zas!, colgado del pomo...


Decido escuchar un poco de música y al ir a elegirla, ahí está, en el cajón...


Una de las peores cosas que ha hecho es que se adhirió a mis pies y ha pasado todo el invierno ¡siguiéndome los pasos!...


Incluso se escondió en una caja de dulces que una compañera llevó al trabajo...


Suena el móvil, lo saco del bolso y de nuevo cerca, cerca...


Estoy en la cocina, preparando el almuerzo, me giro a coger el guante y ¡sorpresa!...


Pero si en algo demostró su enorme osadía fue al calzárseme a la hora de bailar. ¡Ahora sé porqué me enamoré perdidamente en la primera clase!...


En fin, señor agente, comprenderá que cualquier día como poco me da un ataque cardiaco, por lo que me veo en la necesidad de tomar medidas.
Agente.- Visto así... tiene usted razón. No puede quedar abandonada a su suerte, aunque sinceramente dudo que el juzgado admita a trámite la denuncia contra Don Amor, pero por formularla, que no quede.

(Tic-tac, tic-tac, tic-tac, tic-tac, tic-tac… tiempo que se toma el señor agente para redactar la denuncia).

Agente.- Firme aquí y quedará formalizada.
Leve.- Gracias agente. Me marcho mucho más tranquila sabiendo que en adelante contaré con ayuda.
Agente.- De nada señora. Las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado existen para servir a la ciudadanía y proteger el libre ejercicio de derechos y libertades. Velar por la seguridad pública, en definitiva.
Leve.- Afortunadamente. Adiós.
Agente.- Adiós… (¿de dónde habrá salido esta… esta…? Del país de las maravillas como poco. Pues sí queeeeee…).
Leve (regresando a casa).- ¡Ayyyyy qué alivio siento! Tengo confianza en poder por fin zafarme del acosador por antonomasia, ta-ri-ra-raaaaaaa…

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5 comentarios:

  1. Tengo una corazonada, qué raro, pensé que las tenías todas tú.

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  2. ¡Uy no te fíes!, que dicen este es omnisciente, omnipotente y omnipresente, así que probablemente alguna corazonada andará contigo.

    ¡Ops!... si tiene los tres atributos exclusivos de EL/ELLO... ¡Don amor es dios!

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  3. ¿Y por qué te quieres zafar? ¿por qué no te rindes sin más ni más?

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  4. Oye, pues a mi también me a conquistado tu Don Amor ahora que lo he visto en esa caja disfrazado de galletita espolvoreada con azúclar glass... y es que ¡así me gustan! de tez clarita y que se deshagan cuando uno los estruje un poco, deveras que se me antojó tanto que ahorita me voy a ir a buscar uno a la tienda más cercana.

    ¡Saludos!

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  5. ¡Hhhhhuy ese uy!... Yo me lo guiso, yo me lo como. Yo me equivoco, yo lo compongo.


    ¿Que por qué Víctor?... Me haga el favor de leerse la última entrada…


    Myriam… Aquí en Spain hay un dicho: “Se conquista por el estómago”, mismamente paladar. Justito lo que te ha pasado a ti, pero no es de extrañar, se le adivina tan dulce… ¡Que te aprovecheeee!

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