Procuro disfrutar al máximo de todos mis sentidos físicos porque son los lazarillos que me llevan a los espirituales. La “vista” es uno de los que me hace tomar plena conciencia de mi propia vitalidad. Miro, contemplo, me empapo de cuanto hay a mí alrededor... ¡son taaaantos los regalos que el mundo ofrece si se le presta atención! Y al hacer camino es como más se amplía el campo visual, como más aumentan los horizontes a recorrer.
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En los últimos años paseo con frecuencia por un parque llamado Internet. A veces me detengo en recodos de su jardín, a los que bautizaron con el nombre de “blogs”. En las visitas que he realizado, he podido observar en ellos una gran variedad de flora. Hay plantas extrañas, quizás carnívoras, pero las rodean hermanas de aparente y misteriosa serenidad, que enriquecen con la estela de su perfume a quien se aproxima. Una de ellas es la Cibercomentaristas agradibilis (nombre científico por supuesto que para eso estamos en terrenos botánicos). Es lindo detenerse a contemplar su belleza... a respirar su aroma. Aunque en ocasiones tanto una como otro sean efímeros pues si cualquier flor no tiene siquiera un día de vida una vez cortada, algunas de estas apenas permanecen en el mundo durante unas horas. Sin embargo ya lo escribió Ibn Hazm de Córdoba... "soy una tierra dura y pedregosa, reacia e insumisa a toda vegetación, pero si algunas plantas afincan sus raíces, ¿no ha de cuidarse de que abunden las lluvias en primavera?". Pues eso.
¡Aaaaaahh la primavera … mágica estación del año! Las tardes se van alargando, los pajarillos cantan al unísono presos de alguna singular epidemia, las flores silvestres despiertan de su letargo, el campo se alfombra de verde, el aire huele diferente, la sangre se altera según dicen, comentan, rumorean... los osos salen de sus madrigueras tras su hibernación (precaución al merodear lugares donde haya susodichos ¡eeeehhhh!), los alérgicos a pólenes varios las pasan canutas, ejem... en definitiva: ¡Doña primavera renace del vientre de la madre Naturaleza! Pero … ¿acaso sólo existe la climatológica? No si pensamos que cada primavera es sinónimo de comienzo, de resurgir … Claro que eso no lo pueden entender quienes se conforman con lo que abarcan de un rápido vistazo, contentándose así con un fragmento... del todo. Y precisamente por estar refiriéndome a comienzos empezaré hablando de la primera edad, es decir... leve-explicando por qué de mayor quiero ser pequeña.
En la infancia se "vive", después se "subsiste". Esto lo leí hace años en un periódico. El artículo afirmaba que "Alicia en el país de las maravillas" es (o lo era por entonces), junto a otras pocas, la obra más leída a lo largo de la historia. Me gustó mucho la frase porque encierra una gran verdad. Es a esas edades tempranas cuando –en general- no nos mueve ninguna maldad, cuando no nos ciegan ambiciones materiales, cuando jugamos por sistema, cuando nos llenamos de sorpresa con cada nuevo descubrimiento, cuando la risa supera al llanto, cuando la ingenuidad se acuesta con nosotros en las noches y amanece a nuestro lado en las mañanas...
A medida que el tiempo transcurre, voy tomando mayor conciencia de esta "gran verdad" y creo que retrocedo premeditadamente porque trato de aprovechar al máximo los minutos, los segundos, y de lo que se puede... intento hacer un sano juego. Lo más bonito, lo que mayor satisfacción me causa es que me nace de forma natural el comportarme, pensar, sentir como lo hago, porque es mi corazón la semilla que germina, convirtiéndose poco después en el guía de cada uno de mis actos y pensamientos. Y me reconforta sobremanera que mi meta consista fundamentalmente en encender lámparas que iluminen, aunque sólo sea un poquito, aunque sólo sea por breve espacio de tiempo. Y si no lámparas con suficientes vatios de potencia... al menos consigo prender de vez en cuando alguna que otra velita. De manera que no serán los malos recuerdos, las facturas por pagar, los tropezones, las averías del coche (¡qué tarden en llegar que Salvatore está bien cuidado!), las supuestas pautas que deben marcar los movimientos de una mujer hecha y derecha de cuasi 42... primaveras je, lo que me impida seguir siendo una "niña" (cuando proceda naturalmente).
Los humanos somos como un río donde el agua de la vida fluye. En su trayecto encontrará multitud de rocas que, a modo de presas, intentarán entorpecer su camino, impedir su avance, sin embargo... por la propia fuerza de su crepitar, siempre logrará sortear los obstáculos y continuar el recorrido hasta alcanzar su desembocadura. Atendiendo a esta alegoría me reafirmo en mi propósito de no permitir que las circunstancias no gratas que me tocaron, me tocan y me tocarán vivir enturbien ese "agua". Como tampoco consentiré en modo alguno que mi existencia se "diluya" en un sinfín de quehaceres y obligaciones cotidianas llenas de "sequía". No mientras me quede un soplo de aliento que me lleve a encontrar una sola "gota" que calme mi "sed". Y, por parafrasear a la malvada reina de esa deliciosa historia a la que hago referencia y que tanto tiene que ver con esta patria, vaticino que terminaré por abrazar al mar sin sentenciar sobre nadie ni una sola vez diciendo: ¡¡¡que le cooooooorteeeennn la cabezaaaa!!! Bueeeeeno, quizás sí que lo diga pero no ejecutaré el veredicto, je.
Y como hoy me siento especialmente embargada por mi "niñez", contaré un cuento al respetable. Naturalmente... de “comienzos” porque es el tema que ocupa este instante...
Había una vez y no había una vez, en las afueras de una ciudad, una casita linda-linda, de esas que parecen sacadas de una película de dibujos animados. En ella vivía una familia compuesta por un papá, una mamá, dos hijos, Roberto y Marina, y un perro llamado Marrón; por su color claro. Nada más verle le bautizó la benjamina de la familia y con ese nombre se quedó. Roberto, a sus trece años, era un chico muy imaginativo que tenía una gran pasión. Soñaba con volar… volar a donde las ventanas siempre estuviesen abiertas, pero sabía que siendo niño lo de mudar a gaviota se tornaba poco menos que imposible, de manera que optó por convertirse en piloto de mayor.
¡Aaaaaahh la primavera … mágica estación del año! Las tardes se van alargando, los pajarillos cantan al unísono presos de alguna singular epidemia, las flores silvestres despiertan de su letargo, el campo se alfombra de verde, el aire huele diferente, la sangre se altera según dicen, comentan, rumorean... los osos salen de sus madrigueras tras su hibernación (precaución al merodear lugares donde haya susodichos ¡eeeehhhh!), los alérgicos a pólenes varios las pasan canutas, ejem... en definitiva: ¡Doña primavera renace del vientre de la madre Naturaleza! Pero … ¿acaso sólo existe la climatológica? No si pensamos que cada primavera es sinónimo de comienzo, de resurgir … Claro que eso no lo pueden entender quienes se conforman con lo que abarcan de un rápido vistazo, contentándose así con un fragmento... del todo. Y precisamente por estar refiriéndome a comienzos empezaré hablando de la primera edad, es decir... leve-explicando por qué de mayor quiero ser pequeña.
En la infancia se "vive", después se "subsiste". Esto lo leí hace años en un periódico. El artículo afirmaba que "Alicia en el país de las maravillas" es (o lo era por entonces), junto a otras pocas, la obra más leída a lo largo de la historia. Me gustó mucho la frase porque encierra una gran verdad. Es a esas edades tempranas cuando –en general- no nos mueve ninguna maldad, cuando no nos ciegan ambiciones materiales, cuando jugamos por sistema, cuando nos llenamos de sorpresa con cada nuevo descubrimiento, cuando la risa supera al llanto, cuando la ingenuidad se acuesta con nosotros en las noches y amanece a nuestro lado en las mañanas...
A medida que el tiempo transcurre, voy tomando mayor conciencia de esta "gran verdad" y creo que retrocedo premeditadamente porque trato de aprovechar al máximo los minutos, los segundos, y de lo que se puede... intento hacer un sano juego. Lo más bonito, lo que mayor satisfacción me causa es que me nace de forma natural el comportarme, pensar, sentir como lo hago, porque es mi corazón la semilla que germina, convirtiéndose poco después en el guía de cada uno de mis actos y pensamientos. Y me reconforta sobremanera que mi meta consista fundamentalmente en encender lámparas que iluminen, aunque sólo sea un poquito, aunque sólo sea por breve espacio de tiempo. Y si no lámparas con suficientes vatios de potencia... al menos consigo prender de vez en cuando alguna que otra velita. De manera que no serán los malos recuerdos, las facturas por pagar, los tropezones, las averías del coche (¡qué tarden en llegar que Salvatore está bien cuidado!), las supuestas pautas que deben marcar los movimientos de una mujer hecha y derecha de cuasi 42... primaveras je, lo que me impida seguir siendo una "niña" (cuando proceda naturalmente).
Los humanos somos como un río donde el agua de la vida fluye. En su trayecto encontrará multitud de rocas que, a modo de presas, intentarán entorpecer su camino, impedir su avance, sin embargo... por la propia fuerza de su crepitar, siempre logrará sortear los obstáculos y continuar el recorrido hasta alcanzar su desembocadura. Atendiendo a esta alegoría me reafirmo en mi propósito de no permitir que las circunstancias no gratas que me tocaron, me tocan y me tocarán vivir enturbien ese "agua". Como tampoco consentiré en modo alguno que mi existencia se "diluya" en un sinfín de quehaceres y obligaciones cotidianas llenas de "sequía". No mientras me quede un soplo de aliento que me lleve a encontrar una sola "gota" que calme mi "sed". Y, por parafrasear a la malvada reina de esa deliciosa historia a la que hago referencia y que tanto tiene que ver con esta patria, vaticino que terminaré por abrazar al mar sin sentenciar sobre nadie ni una sola vez diciendo: ¡¡¡que le cooooooorteeeennn la cabezaaaa!!! Bueeeeeno, quizás sí que lo diga pero no ejecutaré el veredicto, je.
Y como hoy me siento especialmente embargada por mi "niñez", contaré un cuento al respetable. Naturalmente... de “comienzos” porque es el tema que ocupa este instante...
Había una vez y no había una vez, en las afueras de una ciudad, una casita linda-linda, de esas que parecen sacadas de una película de dibujos animados. En ella vivía una familia compuesta por un papá, una mamá, dos hijos, Roberto y Marina, y un perro llamado Marrón; por su color claro. Nada más verle le bautizó la benjamina de la familia y con ese nombre se quedó. Roberto, a sus trece años, era un chico muy imaginativo que tenía una gran pasión. Soñaba con volar… volar a donde las ventanas siempre estuviesen abiertas, pero sabía que siendo niño lo de mudar a gaviota se tornaba poco menos que imposible, de manera que optó por convertirse en piloto de mayor.
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Una tarde en que los padres habían salido, Roberto se encontraba enfrascado en acabar el dibujo -porque dibujaba y además muy bien- de una avioneta. Marina, todo aburrida y más que se lo hacía ya que le encantaba estar con su hermano al que consideraba la persona más liiiiiiiiisssssta del mundo mundial -y hasta del universo-, entró en la habitación:
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- Robertoooooooo ...
- ¿Qué Marina?
- ¿Te puedo hacer una pregunta?
- Ahora no. Estoy concentrado, terminando este dibujo.
- Robertoooooooo ...
- ¿Qué Marina?
- ¿Te puedo hacer una pregunta?
- Ahora no. Estoy concentrado, terminando este dibujo.
- ¿Y qué dibujas?
- Una avioneta ... mira, ¿te gusta?
- ¡Mmmmmmmmm es muy bonita! Andaaaaaa, déjame que te pregunte por faaaaa ...
- Está bien, pero sólo una, ¡eh!, que te conozco.
- Valeeeee... ¿de dónde hemos salido?
- ¿De dónde hemos salido quiénes?
- Pues quiénes vamos a ser... ¡todos!, que pareces tonto a veces.
- Si me prometes que después te callarás, te contaré cómo se formó el mundo.
- ¡Juro solemnemente que cuando acabes me comerá la lengua el gato! Bueno... Marrón porque gato no tenemos.
- ¡Pero qué teatrera eres Marina!... Verás... hace mucho, pero muuuucho tiempo, cuando el mundo era joven todavía, no había personas en él. No había que ordeñar a las vacas ni que dar de comer a las gallinas. Los animales se las apañaban muy bien. El mundo era grande y salvaje. Hasta que un día por fin apareció la primera persona, una mujer. Miró a su alrededor.
- No está mal todo esto- dijo.
Examinó las cosas con mayor detalle.
- Buena idea estos árboles- comentó bajo un arbusto verde claro.
También se fijó en las vacas y en las gallinas.
- Estupenda idea estos animales: dan leche, huevos y se pueden comer.
Cogió una banqueta de ordeñar, se sentó bajo la vaca y la ordeñó...
- ¿De dónde hemos salido quiénes?
- Pues quiénes vamos a ser... ¡todos!, que pareces tonto a veces.
- Si me prometes que después te callarás, te contaré cómo se formó el mundo.
- ¡Juro solemnemente que cuando acabes me comerá la lengua el gato! Bueno... Marrón porque gato no tenemos.
- ¡Pero qué teatrera eres Marina!... Verás... hace mucho, pero muuuucho tiempo, cuando el mundo era joven todavía, no había personas en él. No había que ordeñar a las vacas ni que dar de comer a las gallinas. Los animales se las apañaban muy bien. El mundo era grande y salvaje. Hasta que un día por fin apareció la primera persona, una mujer. Miró a su alrededor.
- No está mal todo esto- dijo.
Examinó las cosas con mayor detalle.
- Buena idea estos árboles- comentó bajo un arbusto verde claro.
También se fijó en las vacas y en las gallinas.
- Estupenda idea estos animales: dan leche, huevos y se pueden comer.
Cogió una banqueta de ordeñar, se sentó bajo la vaca y la ordeñó...
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- Roberto... ¿y de dónde salía la banqueta de ordeñar?
- La había traído ella.
- Entonces... ¿llevaba equipaje?
- Sólo una banqueta de ordeñar y un puñado de grano para las gallinas.
- ¿Había banquetas de ordeñar y grano para las gallinas en el lugar del que venía?
- ¿Cómo iba a traerlo si no, Marina?
- Claro, claro pero... ¿de dónde venía?
- Del extranjero.
- ¿Y cómo llegó al extranjero?
- Estuvo allí siempre. ¡Oye!... ¿Cómo quieres que lo sepa? Y si no te gusta lo que escuchas... ¡cuenta tú la historia!
- Vaaaaale perdona, sigue, sigue.
- Bueno, pues en aquel tiempo, cuando el mundo era joven todavía, todo era joven. Estrellas jóvenes, piedras jóvenes, ríos jóvenes, personas jóvenes, pájaros jóvenes, árboles jóvenes...
- ¿Y casas jóvenes?
- También.
- ¿Y vacas... y gallinas?
- Incluso terneras y pollitos. Todo un mundo pequeño, no mucho mayor que una mesa. Aquel mundo vivió sólo una semana. Los ríos se secaron; las personas, los animales y las plantas se murieron de sed; las estrellas se apagaron; las piedras, pequeñas como granos de arena, se pulverizaron en el vacío. Un mundo hermoso, pero breve. Entonces hubo más de mil años de tranquilidad. Y después de mil años de tranquilidad, otros mil años de tranquilidad más tranquila aún. De pronto... fue apareciendo un nuevo mundo, esta vez sólo nubes... y encima de ellas el cielo... y debajo de ellas el mar. Un mundo de nubes y olas.
- Roberto... ¿y de dónde salía la banqueta de ordeñar?
- La había traído ella.
- Entonces... ¿llevaba equipaje?
- Sólo una banqueta de ordeñar y un puñado de grano para las gallinas.
- ¿Había banquetas de ordeñar y grano para las gallinas en el lugar del que venía?
- ¿Cómo iba a traerlo si no, Marina?
- Claro, claro pero... ¿de dónde venía?
- Del extranjero.
- ¿Y cómo llegó al extranjero?
- Estuvo allí siempre. ¡Oye!... ¿Cómo quieres que lo sepa? Y si no te gusta lo que escuchas... ¡cuenta tú la historia!
- Vaaaaale perdona, sigue, sigue.
- Bueno, pues en aquel tiempo, cuando el mundo era joven todavía, todo era joven. Estrellas jóvenes, piedras jóvenes, ríos jóvenes, personas jóvenes, pájaros jóvenes, árboles jóvenes...
- ¿Y casas jóvenes?
- También.
- ¿Y vacas... y gallinas?
- Incluso terneras y pollitos. Todo un mundo pequeño, no mucho mayor que una mesa. Aquel mundo vivió sólo una semana. Los ríos se secaron; las personas, los animales y las plantas se murieron de sed; las estrellas se apagaron; las piedras, pequeñas como granos de arena, se pulverizaron en el vacío. Un mundo hermoso, pero breve. Entonces hubo más de mil años de tranquilidad. Y después de mil años de tranquilidad, otros mil años de tranquilidad más tranquila aún. De pronto... fue apareciendo un nuevo mundo, esta vez sólo nubes... y encima de ellas el cielo... y debajo de ellas el mar. Un mundo de nubes y olas.
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- Robertooo...
- ¿Quéééé?
- ¿Y después?
- Nubes y olas.
- ¿Y todo lo demás? Tuvo que llegar algún día: la hierba, las vacas, las personas, los pueblos...
- No.
- ¿Cómoooo?
- No se añadió nada.
- Entonces, ¿se ha acabado la historia?
- No, continúa, sólo que no pasa nada nuevo. Sieeeeeeempre lo mismo: nubes y olas, nubes y olas, nubes y olas.
- ¿Y el viento?
- ¡Ah sí viento! Nubes, olas y viento.
- ¿Y la silla en la que estás sentado, la ventana, tú y yo?
- Eso no existe. En esta historia no.
- ¿Entonces dónde?
- En ningún sitio. No hay tierra a la vista.
- ¡Claro que síííí, el paraíso!
- ¡Aaaaaahhhhh es cierto! El mundo se llamaba paraíso cuando era joven. Las personas, los animales, las plantas, las montañas y los valles acababan de llegar. Se saludaron.
- Me llamo Eva, ¿y usted?
- Adán. Me llamo Adán, ¿y usted?
- Leona. Me llamo leona, ¿y usted?
- Fuente. Me llamo fuente, ¿y usted?
- Palmera. Me llamo palmera, ¿y usted?
- Mariposa. Me llamo mariposa, ¿y usted?
- Trucha. Me llamo trucha, ¿y usted?
- Libélula, yo soy la libélula.
Adán preguntó a Eva:
- Perdone, ¿sabe usted dónde estamos?
- En el paraíso- contestó Eva.
- Paraíso - murmuró Adán. - Es la primera vez que lo oigo.
Dieron un largo paseo por el gran jardín. Anduvieron por el musgo húmedo, por la arena suave... y saludaron por todas partes. Una hermosa mañana comenzaba. Todo nuevo, todo reluciente. Los elefantes saludaban con las orejas, las rosas perfumaban el aire como locas...
- Veo que somos las únicas personas, dijo Eva. - Tendremos que casarnos.
- ¿Casarnos?, es la primera vez que lo oigo, dijo Adán en tono casi amistoso.
- Casarse significa estar juntos. Pero antes tenemos que querernos. Así es como se empieza. ¿Tiene usted algún inconveniente en que nos queramos?
- ¿Querernos?, es la primera vez que lo oigo, dijo Adán.
Eva le abrazó y le besó largamente. En medio del beso añadió:
- Esto es quererse.
Adán permaneció con la boca dispuesta y Eva siguió besándole. Luego se hizo mediodía, y él dijo:
- No tengo ningún inconveniente, incluso en cierto modo me complace esto de querer.
Cuando tomaron aliento ya caía la tarde.
- Me gustaría que nos tuteáramos, propuso Eva.
Adán dijo:
- Está bien, querida Eva.
Así comenzó el mundo.
- Robertooo...
- ¿Quéééé?
- ¿Y después?
- Nubes y olas.
- ¿Y todo lo demás? Tuvo que llegar algún día: la hierba, las vacas, las personas, los pueblos...
- No.
- ¿Cómoooo?
- No se añadió nada.
- Entonces, ¿se ha acabado la historia?
- No, continúa, sólo que no pasa nada nuevo. Sieeeeeeempre lo mismo: nubes y olas, nubes y olas, nubes y olas.
- ¿Y el viento?
- ¡Ah sí viento! Nubes, olas y viento.
- ¿Y la silla en la que estás sentado, la ventana, tú y yo?
- Eso no existe. En esta historia no.
- ¿Entonces dónde?
- En ningún sitio. No hay tierra a la vista.
- ¡Claro que síííí, el paraíso!
- ¡Aaaaaahhhhh es cierto! El mundo se llamaba paraíso cuando era joven. Las personas, los animales, las plantas, las montañas y los valles acababan de llegar. Se saludaron.
- Me llamo Eva, ¿y usted?
- Adán. Me llamo Adán, ¿y usted?
- Leona. Me llamo leona, ¿y usted?
- Fuente. Me llamo fuente, ¿y usted?
- Palmera. Me llamo palmera, ¿y usted?
- Mariposa. Me llamo mariposa, ¿y usted?
- Trucha. Me llamo trucha, ¿y usted?
- Libélula, yo soy la libélula.
Adán preguntó a Eva:
- Perdone, ¿sabe usted dónde estamos?
- En el paraíso- contestó Eva.
- Paraíso - murmuró Adán. - Es la primera vez que lo oigo.
Dieron un largo paseo por el gran jardín. Anduvieron por el musgo húmedo, por la arena suave... y saludaron por todas partes. Una hermosa mañana comenzaba. Todo nuevo, todo reluciente. Los elefantes saludaban con las orejas, las rosas perfumaban el aire como locas...
- Veo que somos las únicas personas, dijo Eva. - Tendremos que casarnos.
- ¿Casarnos?, es la primera vez que lo oigo, dijo Adán en tono casi amistoso.
- Casarse significa estar juntos. Pero antes tenemos que querernos. Así es como se empieza. ¿Tiene usted algún inconveniente en que nos queramos?
- ¿Querernos?, es la primera vez que lo oigo, dijo Adán.
Eva le abrazó y le besó largamente. En medio del beso añadió:
- Esto es quererse.
Adán permaneció con la boca dispuesta y Eva siguió besándole. Luego se hizo mediodía, y él dijo:
- No tengo ningún inconveniente, incluso en cierto modo me complace esto de querer.
Cuando tomaron aliento ya caía la tarde.
- Me gustaría que nos tuteáramos, propuso Eva.
Adán dijo:
- Está bien, querida Eva.
Así comenzó el mundo.
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- ¿Has terminado Roberto?
- Sí. Mejor lo dejamos mientras sigan besándose. Los cuentos tienen finales felices, pero las historias del paraíso tienen principios felices. Volveré a comenzar... cuando el mundo era joven todavía, hubo que empezar por aprender a vivir. Las estrellas se reunieron para formar figuras. Unas ensayaron al principio una jirafa, después un manzano y luego una rosa, hasta que intentaron la Osa Mayor. Otras formaron una pequeña niña, como tú Marina, de la que surgió después Virgo. Mientras, algunas más habían formado un dragón, un toro o un cisne. Las piedras lo tenían más fácil. Se volvieron duras y pesadas en el acto. Fueron las primeras cosas acabadas. El sol (solete en realidad) comenzó a brillar, aprendió a salir y ponerse. Cualquier otra cosa que intentara no le salía. Por ejemplo, cantaba. Pero su voz ronca asustaba al mundo entero, que aún era nuevo y sensible. Durante mucho tiempo la luna no supo lo que tenía que aprender. ¿De verdad tenía que brillar? De día contestaba que no; de noche, que sí. Como no podía decidirse, hacía lo siguiente: engordaba y adelgazaba, se llenaba y se vaciaba. Lo que sí aprendió fue el cambio constante. El agua aprendió a fluir. Lo consiguió cuando notó que para ello sólo había un camino, siempre hacia abajo, hacia abajo, hacia abajo... El viento estuvo quieto durante mucho tiempo. Por eso al principio no era nada ni nadie en realidad. Pero entonces descubrió que podía soplar. Era fácil vivir. A cada uno le bastaba descubrir qué era exactamente lo fácil. Para el fuego era algo distinto que para la madera; para el pez, diferente que para el pájaro; para la raíz, no era como para la rama. El mundo se tomó su tiempo para organizarse. Después todo marchó solo. La lluvia no tenía más que caer de las nubes para verterse sobre la tierra, las personas no tenían más que abrir los ojos para ver lo bueno que era todo. Si cada uno hacía lo que le resultaba más fácil, el mundo quedaba ya bastante ordenado.
- Entiendo Roberto... el mundo estaba bastante ordenado todavía...
-¡Sssshhhhhhh, no sigas! Es mejor que empecemos otra vez desde el principio. Esta historia no tiene fin, sino comienzos, muchos comienzos... pues hace mucho tiempo, cuando el mundo era joven todavía...
- ¿Has terminado Roberto?
- Sí. Mejor lo dejamos mientras sigan besándose. Los cuentos tienen finales felices, pero las historias del paraíso tienen principios felices. Volveré a comenzar... cuando el mundo era joven todavía, hubo que empezar por aprender a vivir. Las estrellas se reunieron para formar figuras. Unas ensayaron al principio una jirafa, después un manzano y luego una rosa, hasta que intentaron la Osa Mayor. Otras formaron una pequeña niña, como tú Marina, de la que surgió después Virgo. Mientras, algunas más habían formado un dragón, un toro o un cisne. Las piedras lo tenían más fácil. Se volvieron duras y pesadas en el acto. Fueron las primeras cosas acabadas. El sol (solete en realidad) comenzó a brillar, aprendió a salir y ponerse. Cualquier otra cosa que intentara no le salía. Por ejemplo, cantaba. Pero su voz ronca asustaba al mundo entero, que aún era nuevo y sensible. Durante mucho tiempo la luna no supo lo que tenía que aprender. ¿De verdad tenía que brillar? De día contestaba que no; de noche, que sí. Como no podía decidirse, hacía lo siguiente: engordaba y adelgazaba, se llenaba y se vaciaba. Lo que sí aprendió fue el cambio constante. El agua aprendió a fluir. Lo consiguió cuando notó que para ello sólo había un camino, siempre hacia abajo, hacia abajo, hacia abajo... El viento estuvo quieto durante mucho tiempo. Por eso al principio no era nada ni nadie en realidad. Pero entonces descubrió que podía soplar. Era fácil vivir. A cada uno le bastaba descubrir qué era exactamente lo fácil. Para el fuego era algo distinto que para la madera; para el pez, diferente que para el pájaro; para la raíz, no era como para la rama. El mundo se tomó su tiempo para organizarse. Después todo marchó solo. La lluvia no tenía más que caer de las nubes para verterse sobre la tierra, las personas no tenían más que abrir los ojos para ver lo bueno que era todo. Si cada uno hacía lo que le resultaba más fácil, el mundo quedaba ya bastante ordenado.
- Entiendo Roberto... el mundo estaba bastante ordenado todavía...
-¡Sssshhhhhhh, no sigas! Es mejor que empecemos otra vez desde el principio. Esta historia no tiene fin, sino comienzos, muchos comienzos... pues hace mucho tiempo, cuando el mundo era joven todavía...
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Esteeeeeee... si alguien tuvo valor para llegar hasta aquí y lo hizo tal que así...
Esteeeeeee... si alguien tuvo valor para llegar hasta aquí y lo hizo tal que así...
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en la levefarmacia-herbolario hay existencias de: Almax, leche de magnesia, manzanilla y un licorcito que dicen también es digestivo. ¡Qué menos que la causante propicie algo de alivio!
Nota de la editorial: “Cuando el mundo era joven todavía” fue escrito por Jürg Schubiger y parafraseado por Leve, habiendo incorporado –alegó la muchacha que pegaba, si bien se desconoce la opinión del autor al respecto- también personajes como Marina, Roberto y Marrón el cual, aunque tiene un papel secundario je, básicamente presencial que no sonoro, es de vital importancia en la vida de los hermanos; contiendas, cantinelas, compañía y... cuentos incluidos.
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Como una nenita disfruté del cuento.
ResponderEliminarGracias leve-solete.
...y ese licorcillo de hierbas, no por nada que aliviar, no más que por puro placer; uno a su salud, señorita leve por fa y chim chim, brindemos por los comienzos...
ahimsa
Pero cada comienzo implica siempre un final... salvo en el paraíso de Adán y Eva. ¿Va a ser esa la esencia del paraíso? ¿Un lugar dónde sólo hay comienzos y nunca finales? No está mal visto, no..
ResponderEliminar¿Y qué demonios es la leche de magnesia? ¿Eso no será peligroso?
¡Hip!... Ahimsa... ¡hip!... perdona que esté albo beodilla pe-¡hip-ro es que Víctor rencién me... ¡hip! ha invitao’ a una... ¡hip!... queimada y sumando esta co-¡hip!-pita del licordillo de hierbaz... ¡hip!... pues se me sube a la ca-¡hip!-besa enseguida, que no estoy acostum brada... ¡hip! al alcohol du-¡hip!-ro.
ResponderEliminarPero... ¡chi-chin!... Hedonistamente brindo por los comienzos, los ¡hip! durantes y por qué no... por los buenos finales... ¡hip! (ya que son, que sean buenos).
Gracias... las que tú tienes, je.
Víctor... Mi paraíso está hecho a imagen y semejanza; por si acaso sirve el diseño pa’ después de fenecer. Y, claro, es un supermundo de megafantasía con sirenas, unicornios, lagos maravillosos, etc. Y como allí todo será wonderful... pues ni plantearme lo de principios, finales...
Me alegro de que no sepas lo que es el hidróxido de magnesio. Eso significa que de estómago andas mu’ bien o requetebién, je. Más peligroso es, me parece, el entradón-empachador que motiva estos comentarios.
¡Chin chin con vos también
Se me olvidó comentarte algo.
ResponderEliminarUn 10 a la frase: "Como tampoco consentiré en modo alguno que mi existencia se "diluya" en un sinfín de quehaceres y obligaciones cotidianas llenas de "sequía".
¿Otro 10?... Caramba-carambita, carambí-ru-rí... ¡Y van dos en una noche! A este paso matrícula de honor.
ResponderEliminarEn cuanto a la frase... se hace lo que se puede y en consecuencia se intenta. Unas veces se logra más, otras menos pero con que haya unas gotitas... suficiente pa' no morir de sed. No obstante siempre hay ayudas extras. Mañana, de hecho, anuncian lluvias, je. Así que nada de seguía... por el momento.
Graciasss-graciaaaasss.