jueves, 11 de junio de 2009

Verde que te quiero verde...

“Verde que te quiero verde. Verde viento. Verdes ramas. El barco sobre la mar y el caballo en la montaña...” ¡Ah no!, que hoy no es así. Rectifico pues... “Borde que te quiero borde. Borde leve, borde muchacha...”

A veces me gasto bastante mala milk. O bueno, no es eso exactamente sino que puedo ser borde-bordísima. Y no sólo puedo sino que llego a serlo; decidiéndolo, no de manera espontánea. Unicamente cuando me tocan los ovarios... o si insisten en hacerlo y previamente he dejado claro que no lo consentiría. Cuento esto porque, a tenor de mis “historias”, a veces pudiera parecer que por “light” soy Levenieves... sin siete enanitos; ni uno siquiera, ¡snif! Pero no, nada más lejos de la realidad. Hoy, por ejemplo, he sido desagradable con alguien. O tajante –mucho- si se prefiere. ¿Antipática? Es probable... incluso seguro.

Hace unas semanas hablaba por el móvil a las 23:12h, repito, 23:12h cuando sonó el fijo. Por el número cantaba a la legua que pretendían venderme algo. Pondría la mano en el fuego; sobre todo porque no es la primera vez. Llegada a este punto convendría puntualizar que me molesta poderosamente que me quieran vender algo vía telefónica, máxime si persisten frente a un cortés: “no, gracias”. A esa hora opté por no contestar ya que hubiera reducido a la altura del betún a la criaturilla, y al fin y al cabo los “teleoperadores” sólo hacen su trabajo. ¿Sólo hacen su trabajo? Pues unos sí y otros... habrían sido perfectos ejerciendo a las órdenes de Torquemada en la Santa Inquisición.

Hasta no hace mucho casi siempre les respondía si la circunstancia lo permitía: “mira, no voy a comprar ni contratar lo que ofrezcas por tanto no te quiero hacer perder el tiempo, pero si necesitas para tu trabajo que te escuche, lo hago”. Excepto algún rebotado-a, por lo general se iban agradecidos a otra cosa... mariposa. Digo a otro pardillo, caracolillo. Ejem... a otro posible cliente. El caso es que creo que lo que antaño eran “técnicas de venta” se ha convertido en “agresiones puras y duras”... lo que no estoy por la labor de soportar.

En los últimos días mi móvil suena continuamente y en diferentes franjas horarias. Miro la pantallita del aparato y veo que es de la empresa con la que tengo contratada la línea. Como ya me bombardean por todos lados –mensajes de texto incluidos- con las diferentes “ofertas” y no soy tontita, si tengo interés comunicaré con la susodicha por voluntad propia para modificar las condiciones del contrato, o lo que proceda. Así que... no contesto, directamente. Es más, hasta le doy a colgar para que se vea que rechazo la llamada (porque me parece que así aparece reflejado, ¿no?... Es que yo del móvil paso bastante y claro no le presto mucha atención, ni tecnológicamente, ni de otro modo. En fin, no sé bien). A lo que iba... estaba en el trabajo y a lo largo de la mañana ha habido cinco llamadas; las mismas que he rechazado. A la sexta lo he cogido:

- Leve.- ¿Sí...?
- Teleoperadora.- Buenos días, mi nombre es tal y le llamo de Timofónica (ejem, esto lo digo yo)... de Movistar. ¿Es usted la titular del número patatín, patatán...?
- Leve.- Soy, soy... (mi timbre de voz debe parecerse al del Führer de bigotito... bueno no tanto, pero denota que cara de amigos... poca o nula. Hay que comprenderme... ¡llevo una semana de tortura!... pero aún así le permito hablar).
- Teleoperadora.- ¿Me dice su nombre?
- Leve.- ¿Me dice usted el suyo? (se hace un silencio prolongado... ¿pasó un ángel?) Sobre todo porque, al menos en teoría y puesto que me llama de la empresa, debe tener acceso a él dado que también conoce mi número. (¡Tomaaaaaa... 1-0!).
- Teleoperadora.- Eeeehhh... sí... espere... un momento...
Segundo ataque... digo defensa:
- Leve.- Estoy trabajando y no dispongo de tiempo para esperar, ¿qué desea... para qué me llama?
- Teleoperadora.- Estoooo... tenemos unas ofertas que...
- Leve.- Perdón... ¡stop, stop! Mire señorita, llevan toda una semana enviándome mensajes, llamándome en demasía incluso a horas que prefiero no recordar y se anuncian por doquier. Conozco sus ofertas y si deseo algo en relación a ellas ya me comunicaré personalmente. (Mudita, sin palabras se ha quedado... ¡jo! hasta me siento un poco mal pero he de ser impertérrita y no desfallecer, más ahora que estudio para “femme fatale”). ¿Ha quedado claro?
- Teleoperadora.- Sí, sí... (también ella es Führer en este momento).
- Leve.- Pues que tenga un buen día.
La dama no se ha despedido, claro.

La verdad es que muy orgullosa no me he sentido a continuación, ni bien siquiera. Me molesta que tenga que ser así pero... he de continuar con el entrenamiento de marcar límites a niveles varios. Es un modo de decir: “si yo les dejo en paz... ¡hagan lo propio conmigo, señoras y señores!”... particularmente en estos días. Además... que tengo atravesadas a las compañías timofónicas. Me han dado muy, muy malos ratos (y los que te rondaré morena). Sobre todo cuando he tenido que solicitar una baja. Ya sabrá el respetable a qué me refiero si ha pasado por la terrible experiencia... ¡ains! La de veces que he gritado: ¡quiero-hablar-con-un-ser-humanoooooooooo! Pero luego, llegado el reclamado, a veces fue peor el remedio que la enfermedad porque hay que ver con el descaro que se miente a veces. Y... ¿he dicho que no soporto ni poco, ni mucho, ni nada la mentira? En fin... a estas alturas debo ser de hierro si... “todo lo que no nos mata nos hace más fuertes”, según Nietzsche.

Y va a resultar increíble, pero hace apenas unos minutos acaban de llamar al fijo. ¿Se adivina quién? ¡De nuevo de Timofónica! Con mi primera frase también la “he acorralado” ... ¡otro 1-0 a mi favor! Por si a alguien le interesa se trata de responder con preguntas. Se quedan bloqueaítos. Van a tener que espabilar o llamar a quien no sea... borde que te quiero borde, borde leve, borde muchacha...

¡Hummmmm!... ¿qué será más duro, el hierro o el titanio?
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