Otra de las razones por las que no me agradan es que mi santuario natural preferente (leve-rebautizado como “Cala de Dios”) no es que se llene de gente en plan Benidorm, pero va más de la deseable para mi gusto. Cuando no existía internet-e era distinto, pero entre la tecnología, el “boca a boca” y el “desarrollo sostenible”... recibe muchas más visitas que antaño. Habrá que compartir pues en tiempo estival. O no ir. O ir poco... como finalmente hago cada verano. Si acaso, y como quiera que no puedo estar tantos días alejada de mi amor por excelencia, de vez en cuando me acerco super temprano y regreso pronto. Y, a fecha corriente, estoy aprovechando todo lo que puedo porque ya mismito llega el tropel, hasta el punto de que pasadas las 10:00h de la mañana cierran (espero que este año continúen haciéndolo) una barrera de acceso a la pista que lleva a las playas y calas para impedir que vehículos privados entren, teniéndose que desplazar allí quien lo desee con autobuses destinados a tal fin.
El sábado tan sólo estábamos cinco personas y yo en lo que es una cala muy extensa. El domingo como mucho diez... una gozada ya que evito las marabuntas. Me encontraba tan a gusto que se me hizo un poco tarde para mi hora habitual de regreso. Volví al aparcamiento de la playa de Genoveses, que sí se llena incluso en estas fechas si es fin de semana. ¡Madre del amor hermoso!... no cabía ni un alfiler. Fui hacia Salvatore y me encontré con que entre la puerta del conductor y la del “listo-a” que había aparcado al lado había como mucho diez cm de espacio.
Tengo pericia para aparcar, desaparcar... conducir bien en definitiva. Pero por mucha dirección asistida que lleve Salvatore (¿creería el personal que me costó horrores “acostumbrarme” a ella?... y es que con su antecesor “trabajaba los bíceps”. Más de un amigo se ha pitorreado con eso de que... “busco el ejercicio físico en cualquier actividad cotidiana”, je) molesta –es decir jode- tener que estar maniobrando... especialmente porque otro-a te lo impone.
No sé si será porque desde peque he sido una especie de “defensora de causas perdidas”, lo que me ha creado más de un perjuicio personal, pero me dispuse a escribir una nota en los siguientes términos: “Buenas tardes, vecino-a de estacionamiento. ¿Qué tal la jornada playera? Confío en que muy bien. Esto... mira que te haga una preguntilla... ¿te has parado a pensar en que tal vez, sólo tal vez, el conductor del coche al que has cerrado por completo el paso podría tener una discapacidad física y en consecuencia la excesiva proximidad del tuyo le dificultase sobremanera, repito... sobremanera, el acceso a su vehículo? GRACIAS POR TENERLO EN CUENTA EN LO SUCESIVO Y NO CONTRIBUIR AL AUMENTO DE “BARRERAS ARQUITECTONICAS” QUE YA DE POR SÍ EXISTEN PARA CIERTO SECTOR DE LA POBLACION” .(la parte final en mayúsculas, pa’ que lo viera bien). No pertenezco al grupo mencionado pero...
¿Qué conseguiría con esas líneas? A bote pronto se me ocurren tres posibilidades:
- Que le entrase por un ojo y le saliera por el otro, pasándose el mensaje por salva sea la parte anatómica de su idiosincrasia, dependiendo del sexo de quien la leyera. Es decir nada.
- Que eso le hiciera “detenerse” un poco recordando que en el mundo hay más gente y que si tuviésemos en cuenta las consecuencias de nuestros actos –al menos las de cajón-, seguramente ayudaríamos a que todo funcionase mejor. O al menos no jorobaríamos tanto, que ya es bastante.
- Que le tocase las gónadas, más o menos poderosamente, lo cual por otra parte no estaría del todo mal... aunque sólo fuera por las... molestias ocasionadas.
La coloqué pillándola con el limpiaparabrisas y ya sí me metí en Salvatore por la puerta del copiloto, que tampoco se podía abrir completamente. Pero... ¡cachis en la mar!, tropecientas veces tocó mover el volante porque el “listo-a” para salir de su coche tuvo, a su vez, que dejarlo adelantado de tal manera que me comía considerable espacio para poder girar cuando echase marcha atrás. Y es que sucede que a medida que van llegando forman hileras aprovechando al máximo para que haya más plazas, con lo cual dejan la distancia casi justa para salir del hueco que se esté ocupando. Eso siempre y cuando todos los vehículos estén aparcados más o menos en línea, que no era el caso por la “eminencia” que me había tocado a la vera.
No pude evitar soltar un: “¡qué cabroncete!”, resistiéndome a creer que un coche decorado con elementos como una bandera de “Sex Pistols” -con un lema que prefiero no reproducir- y otros detallitos lo lleva una fémina, aunque todo es posible. Que sí... que es un prejuicio pero es que algunos se equivocan tan poco... y este tenía toda la pinta de ir en esa línea. Rectifico... lo que en realidad dije fue: ¡qué cabrón!... para qué me voy a andar con suavidad irreal. Eso sí, lo dije bajito y con tranquilidad, casi riéndome pues tenía dos opciones: enfadarme o no enfadarme. Opté por la segunda ya que no estaba dispuesta a que echasen a perder la estupenda mañana que pasé.
Después de que Salvatore pareciera una de las muñecas de famosa que se dirigen al portal de puros “pasitos” que dábamos...
logramos salir del estacionamiento propiamente dicho, pero tocaba hacerlo de la zona de ídem por el tramo que lleva a la pista principal. No importa que haya señales que digan que no se permite el aparcamiento bajo retirada de grúa. No. Importa que ambos lados del tramo estaban llenos de vehículos a la par que vacíos de espacio. Tuve que esperar un rato pues no dejaban de llegar coches hasta que parecía que no se acercaba alguno (una curva impide la visibilidad del tramo completo). Recorrido un tercio del camino... ¡zas!, coche enfrente, con otro que le seguía. Hice un cálculo y como quiera que había avanzado menos distancia opté por ser quien regresase marcha atrás... no había otro modo de resolverlo: o él... o yo. El tipo ni me miró siquiera. En cambio casi saliendo por fin, apareció otro y teniendo un pequeño hueco a mi derecha metí el morro lo que le permitió avanzar. Este sí que agradeció con sonrisa incluida y por nada... o casi nada. Si es que en la viña del Señor... de to’ tié’ que haber.
Como soy ducha en poner reclamaciones, quejas, cartas al director de periódicos de mi parte o de la de otros que me pidieron lo hiciera por resultarme fácil la redacción... ¡marchando una al ayuntamiento de la zona!, pa’ contar lo que pasa y que se espabilen o puede que arda Troya. Lo digo con conocimiento de causa pues ya lidié con un asunto parecido aunque en la ciudad, concretamente en relación a una calle de ¿servidumbre? por la que accedemos al garaje, que ha creado conflictos varios hasta casi hacer... “llegar a las manos” en alguna ocasión; que lo he visto con estos ojitos. No se sabe si ¡superleve en acción! con sus llamadas, misivas y en resumen solicitud al consistorio tuvo algo que ver en que medio se resolviera, pero coincidió en tiempo cuando pusieron señales y pintaron; tal fácil como eso. Sigue habiendo gente que hace lo que le sale de... pero al menos la nueva señalización ayuda algo; sobre todo porque de cuando en cuando la policía hace una ronda y multa a diestro y siniestro. Si es que está visto que mientras no nos rasquen el bolsillo... No deja de ser lamentable que el dinero sea más importante que las personas.
El hecho es que si bien elegí no enfadarme, los dos episodios me habían alejado un poco del bienestar alcanzado. Pero de repente... algo comenzó a sonar en Salvatore que me devolvió de inmediato a mi estado anterior, aumentando su intensidad benefactora si cabe. Los responsables del cambio fueron unos átomos, desconocidos hasta el momento, que se me agarraron con fuerza por dentro y, aunados en una especie de oración, cantaron para mí...
Y después de que, a base de rebobinar una y otra vez, me acompañasen casi todo el trayecto de vuelta a casa... Salvatore también se llenó inesperadamente de ángeles. Pero esa es otra historia.
No es la primera vez que cuando una canción o melodía se me “agarra” grabo un cd repitiendo la tonada hasta que se llena. O si existen varias versiones... las recopilo y sigo el mismo procedimiento. Y bien por esa vía o similar, la escucho, y la escucho, y la escucho... hasta que se suelta de mis adentrados adentros y se marcha para instalarse en algún kiloalmómetro de quién sabe qué semejante. Aunque de momento en Levelandia seguimos con las clases de... “física y química”.
Se despide... ¡superleve!, hoy también "mujer persiana", témome, ¡glubs!
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jeje, vaya aventura... casi te hubiera resultado más tranquila la mañana si sólo hubieses salvado a un pobre niño de morir ahogado, forcejeando al tiempo con un hambriento tiburón blanco mientras repelías a patadas el ataque de un calamar gigante...
ResponderEliminarYo no sé qué odio más, si el calor, las muchedumbre en la playa, o los atascos en el parking... creo que hay un empate en cabeza.
Bueno, bueno Vïctor... no sabes la de carcajadas -literalmente- que me ha arrancado tu "propuesta" para mi faceta de heroína. Es que a medida que iba leyendo lo iba visualizando y claro, ja-ja-ja-ja... y así sucesivamente.
ResponderEliminarGracias por ellas, me voy a la cama con una sonrisa dibujada en el rostro. Espero, eso sí, no soñar con tiburones blancos ni calamares... salvo que sean en aceite o a la plancha.
Seguro que hay muchos "santuarios" por descubrir... a veces hay que buscar, no es sencillo, siempre en los lugares de difícil acceso y menos populares, para poder tener "reservas" por si alguna opción se masifíca...
ResponderEliminarEn ocasiones, los lugares son sólo mágicos de forma personal e intrasferible... tal vez porque sólo determinadas sensibilidades, son capaces de captar esa esencia que los hace únicos.
Siempre habrá “santuarios” por descubrir... mientras el que late siga haciéndolo; aunque no sean espacios físicos, naturales o no. Efectivamente no es fácil, en ningún “terreno” y de hecho creo que los de mayor importancia o belleza para cada uno... aquellos con los que se “conecta” llegan por sorpresa. O se llega a ellos por ídem, para ser exactos. Aunque... tal vez el irse acercando sea cuestión de un 50%.
ResponderEliminarMe consta que los “lugares” son las más de las veces personales e intransferibles. En los últimos tiempos generalmente voy a la “cala de dios” (u otras) sola. Cuando lo hago acompañada, por más sensibilidad afín que la otra parte pueda tener... no capta la luz como yo, ni la arena, ni la montaña que la rodea, ni los sonidos, ni el agua... porque entre otras cosas es verdad de la verdadera que tengo mucho de sirena y que he bailado con mis “hermanos” los peces no pocas veces... y he pasado noches allí durmiendo y bañándome a la luz de la luna en lo que no parecía el mar sino un lago... Mi modo no es ni mejor ni peor que el de otro-a, simplemente es diferente... si bien la mayoría de veces más intenso... ¿o es “hondo” sobre todo considerando que hablo de Don mar?
Es más... tengo un juego que un día en el que me ex-playa-ré (je... me hacen gracia estas levetonterías que me salen con las paroles al ir escribiendo) cuando hable de esa cala largo y tendido, propondré y que me ayuda a “ver” como los demás... “miran”. En resumen... podemos aproximarnos los unos a los otros, acercar nuestro pensamiento, nuestra experiencia, nuestra percepción del mundo y la gente... mucho incluso en momento absolutamente mágicos y enriquecedores, pero no ser los demás. Mi “ego” está empeñado en remarcar la “separación” pero es que... forma parte de nuestra humanidad a la que no quiero renunciar, si bien aspiro a trascender en cierto grado.
Volviendo a los “santuarios naturales” conque iniciaba estas líneas... me temo que en verano descubrir en estos lares algún lugar recóndito es poco menos que imposible. El parque de Cabo de Gata se ha hecho mu’ famoso y me ha ocurrido estar en calas a las que se accede o vía barquito, o caminando hora y media, y llegar más gente de la esperada... hablo de julio y agosto claro. También es cierto que los que vamos a esos lugares por lo general buscamos estar de un modo concreto. La “cala de dios”, como es de fácil acceso y sólo hay que caminar media hora desde el aparcamiento y subir una montaña que no es precisamente el kilimanjaro... pues se anima el personal, turista o lugareño. Claro, eso da lugar a que por ejemplo el sábado llegase y me encontrase allí, literalmente, un campamento de niños y adolescentes en una esquina. En otra gente digamos más... tipo playa que cala. En el centro me coloqué sintiendo que tal vez me había equivocado de lugar, pero yo a lo mío. Además... poco después llegaron algunos de los “míos” y aunque sin llegar a masificarse... el ambiente cambia y en ocasiones resulta incluso un poco surrealista. En fin... ya llegará septiembre, y octubre, y noviembre... así que toca a esperar.