martes, 23 de junio de 2009

Ora pro nobis

Efectivamente la realidad supera ampliamente a la ficción. Mí no dar crédito. Ni en un millón de años lo hubiera imaginado...

Trabajo a unos ocho km de la ciudad; en lo que ahora digamos es una prolongación de la misma que en el pasado era un pequeño núcleo de casas rodeado por mucha vega. Allí, frente al mar, construyeron la universidad así como numerosas urbanizaciones de dúplex que la han convertido en una especie de “barriada dormitorio”, cambiando un poco su dinámica pero persistiendo ese... “sabor a pueblo” que siempre tuvo. A resultas, si llevas unos años moviéndote por el lugar, como poco conoces de vista a la mayor parte de vecinos. Y claro... un día se empiezan a cruzar saludos prácticamente con todos y con algunos incluso se da algo más.

Últimamente me he hecho “amiguilla” de Doña Paca, que es la señora que le tiene alquilado el local a Rafa, quien montó una pequeña cafetería en la que desayuno cada día. Doña Paca también lo hace, casi siempre a la hora que voy, de manera que coincidimos.

Suelo usar muchos picos, que son los típicos mantones de hilo de seda o lana que cualquier abuela de las de antes llevaba. Claro que los míos son de colorines y algunos auténticas maravillas. También jerseys, rebecas e incluso faldas de ganchillo que habitualmente llaman la atención. En consecuencia no pocas señoras duchas en labores varias me han parado para preguntarme o para sencillamente... “sacar el punto”. Es divertido verlas como lo hacen... van tocando la prenda, separan contando rápido a la par que hablan entre dientes... “cuatro vueltas... menguamos... un, dos, tres, cuatro, cinco, seis cadenetas... cinco garbanzos... tres puntos al aire y uno falso... aumentar dos... hacer una lazada... vareta doble...” y tan contentas que se van. Alguna incluso ha sacado un papel y ha hecho un dibujo. Ya lo dice un refrán: “Cada maestrillo tiene su librillo”.
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Doña Paca antaño era una experta en el asunto de hebras más aguja. Y cada vez que me ve con algo, se me acerca y empieza a inspeccionarlo cuando no a alabarlo: “¡Ay lo que me gustaba... qué pena que ya no tenga bien los ojos!". Huelga decir me ha hablado de las colchas que tejía y en definitiva de los trabajos que ha realizado. Ahora, como es natural, tiene la vista cansada a sus aproximadamente setenta años, así que a otra cosa... mariposa, pero lo añora.

El caso es que hoy va y me suelta:

- Doña Paca.- Perdona, pero te lo voy a decir porque llevo mucho tiempo queriendo hacerlo...
- Leve.- ¿Decirme el qué?...
- Doña Paca.- Mira... hay un cuadro con una virgen que es que eres igualita que ella. El pelo, la cara, los ojos...
- Leve.- ¿Cómooorrrr?... ¿Parecerme a una virgen?... ¿yo?
- Doña Paca.- Sí, cada vez que te veo, veo el cuadro. O cada vez que veo el cuadro, te veo así que te lo digo ya, que tenía ganas. Esa cosa que tienes en la mirada... es igual, igual.
- Leve.- ¿Y qué cosa tiene-tengo en la mirada?
- Doña Paca.- Mmmmmm... humildad.
- Leve.- (¡glubs... esto es nuevo!).- Mujer, supongo que es una especie de piropo de modo que muchas gracias, pero me deja atónita.
- Doña Paca.- Es que es así...
- Leve.- Bueno... si usted lo dice...

¡Mi mirada transmite humildad! Pues qué bien, pero se suponía que era “transparencia”, o eso es lo que se me suele decir y además sé que es así. En ocasiones también se me ha comentado que cierta dureza y doy la razón. Cosas de los “momentos (muy) aprieta kiloalmómetros”, que posiblemente dejen -de manera más o menos pronunciada dependiendo de qué ojos se traten- cierta marca. Incluso alguna vez me han llamado “estirada” (aquí no estoy de acuerdo), porque camino mu’, pero que mu’ recta... hay que "educarse posturalmente”, je. Y como llevaba gafas de sol pues... oculta quedó mi “humildad”, ja.

Por aquello de reconocerme como apóstata de convicción no estoy puesta en cuestiones marianas. Es más... si bien Jesús de Nazaret me gusta un montón porque le considero el primer hippie de la historia y su filosofía de paz me interesa, el misterio de María Inmaculada... como que nunca lo entendí ni poco, ni mucho, ni nada. A mí me parecía una madre corriente y moliente; es decir... una de esas que se merece un monumento pero ya está.

Volviendo al supuesto parecido, no sé... ¿una virgen con el pelo rizado? Suena raro, al menos para una ignorante en materia como yo. Habiendo tantas, tantísimas como hay... ¿existirá la Virgen de la Perpetua Levedad? Que no se me ofendan los religiosos que lo digo con todo respeto aunque con humor también, que una no está acostumbrada a que le digan que se parece a la madre de Dios hecho hombre... ¡Glubs!, me da incluso cierto repelús. Me ha dicho que el cuadro está en la papelería y mi menda lerenda no va mañana porque es fiesta aquí, pero de pasado... no pasa, valga la redun. Que lo tengo yo que ver con estos ojos... humildes, je.

En fin, si a lo relatado le unimos que también hoy es el santo de mi nombre aunque yo no sea santa... ha resultado un día de lo más católico, apostólico y romano.

Virgencita, virgencita... que me quede como estoy. y... ruega por nosotros. Amén.
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8 comentarios:

  1. ¿Agripina? ¿Proba? ¿Lolia? ¿Editrudis?... sea el que sea, felicidades atrasadas..

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  2. En realidad mi nombre aparece en el título del célebre cuento cuya historia se desarrolla en ese lugar mágico donde los naipes tienen vida propia, donde me paso la vida persiguiendo a un conejo blanco obsesionado con correr-correr-correr, donde por obra y desgracia de tomar un bebedizo que me invitaba a ingerirle me convertí en casi hormiga, donde un grupo de variopintas flores quisieron poco menos que llevarme al paredón cuando descubrieron que no soy una de ellas pero me colé en su fiesta, donde una delirante oruga que fuma en narguile me dice que si como de un lado de su seta creceré y si lo hago del otro menguaré (¿aún más?), donde un gato –de Cheshire- aparece y desaparece a su antojo dejando tan sólo la estela de su sonrisa, donde un sombrerero loco y una liebre ídem toman té mientras celebran continuos no-cumpleaños, donde –y esto es lo verdaderamente traumático- una malvada reina pide a gritos y con tremenda insistencia ¡que me cooooooooorrrrrrrrrteeeeeeeeeennnnn la cabeza! En fin, la misma que protagoniza la historia, que viste y descalza soy y sí, siempre que puedo regreso a esta mi patria y aquí me instalo, que tiene más ventajas de peligros.

    O sea... lo mío era pura predestinación y por ende... caso perdido.

    Gracias por la felicitación.

    ¡Salud!

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  3. jeje, comprendido, comprendido.. :), eso sí que son pistas, y lo demás son tonterías.
    No recuerdo si fue leyendo el libro, o viendo una película, pero el caso es que recuerdo perfectamente haber conocido la historia siendo muy pequeño, y que no me gustó.. me dio miedo o algo así. Así que me lo apunto para leérmelo un día de estos, que ya soy valiente..

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  4. Uno debe ser humilde como el polvo para poder maravillarse ante la vida.

    Gandhi


    Llego tarde...

    Tan importante es la mirada, que pienso que llevar gafas de sol es un crimen, la gente se despersonaliza... y se pierden cosas magníficas...

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  5. Víctor... coincido en lo de que hay que ser valiente... todo un tratado de sicología, eso es lo que es. A me encanta. Primero porque tengo un cuento... ¡qué suertuda! Segundo porque el escenario es el mejor lugar del mundo mundial: ¡nada más y nada menos que el país de las maravillas! Tercero... porque ahorita lo entiendo más.

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  6. Sangón... tú no llegas tarde. Ese es el conejito blanco del cuento. Y tampoco... pero él se lo cree. De hecho precisamente su estrés tuvo mucho que ver en que un día decidiese que... no tengo tiempo, para tener prisa.

    Además... nunca es tarde si la dicha es buena.

    Un conocido de San Sebastián aficionado a la fotografía que estuvo aquí dijo que la luz de esta tierra llega a ser violenta de puro intensa que es. Incluso en días nublados... y esto lo apunto yo. Un exceso de luz es cegador... como en cierto modo impertinente su llegada tras un periodo de considerable oscuridad.

    Tal vez, sólo tal vez, si estuvieses por estos lares opinarías distinto sobre el uso de gafas de sol. Pero sí... no es ya que se pierda cosas maravillosas quien las lleva, sino que el resto no alcanza la mirada por estar camuflada. Aunque quien sabe... igual a veces es conveniente, tanto para quien se esconde tras el cristal como para quien está enfrente.

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  7. Humm... Prefiero quedarme cegado, así al estilo del "mito de la caverna" de Platón... o cegado al ver unos ojos de los que no puedes apartar la mirada por que te transmiten... felicidad, tranquilidad...amor... Lo siento, intento llevar gafas de sol, ser normal en eso, pero es imposible, sería como perder una forma de comunicación... como salir a la calle con la boca tapada porque no voy a hablar.
    Bueno, luego está el lado práctico para protegerse del sol, pero ni así...

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  8. Pues nada... a cegarse cavernosamente o como se desee.

    Esta mañana estuve en la “cala de Dios”. Allí, que no llevaba las gafas puestas, recordé lo que apuntaste y corroboré: que nos perdemos cosas por velar la mirada con un cristal oscuro. Y di un salto a unos pocos años atrás en los que, precisamente, el llevarlas me propició un momentomágicopotágico. Pero ya si eso lo cuento cualquier día de estos en una entrada... o entradón, a saber.

    Pd. No creo que llevar -o no- gafas de sol "normalice" a la gente.

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