¡Yabadabadooooooooooooooooooo...!
Qué le voy a hacer si me siguen encantando, je.
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Yo no entiendo casi nada y me muevo torpemente, pero el espacio es hermoso, silencioso, perfecto. Yo no entiendo casi nada, pero comparto el azul, el amarillo y el viento. La tarde avanza lentamente, y yo mirando quiero ver. (Eduardo Chillida)
Y digo yo: ¡falso! Basta con repostar en una gasolinera en concreto de Almerialópolis pa' que te regalen una barra. Eso sí... gastando más de 30 euros. ¡Ver para creer! Digo para comer.
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Cosas de moverse en vehículo propio, que viene a ser como tener un hijo. Gastar… y gastar. Así que me hago a la idea de que la inversión ha sido para equiparle por su vuelta al cole: el material escolar, los uniformes, los libros… :-D
¡Oh!... y todavía queda llevarle a la I.T.V. Ummm… eso será... el equivalente a la primera excursión que el nene hace en este curso.
Vale, vale… y el respetable dirá: “No es comparable. Un coche no te dice mamá, ni te da besitos, ni gratificaciones varias”. Y yo respondería: “Cierto. Pero a ver qué hijo lleva de levepicnic :-)”.
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cuando de repente oigo un nombre que hacía tiempo no escuchaba. Alguien gritaba: “¡Navra… Navra…!”. Así me bautizó… no mi gran amiga, sino mi hermana del alma. Y a su vez… yo la llamaba “Zíngara”. Nunca pensé que hablaría en pretérito de ella pero… a veces los sentimientos no bastan.
En una oportunidad alguien casado me dijo: “Los solteros (divorciados, separados… y similares), os vais quedando al margen”. Y le respondí: “Eso no es exactamente como lo planteas. Lo que sucede… es que nos vais dejando al margen, que es diferente”. Pareciera que para el groso de la sociedad la vida de un soltero tiene menos valor que la suya porque cuando vuelves a casa no te espera alguien, o porque no hay niños que llevar al cole y a los que darle la cena. El sistema está montado así, sobre todo llegadas ciertas edades: el mundo gira en torno a la familia tradicional, por más que queramos vestirnos de modernos con términos como “single” o “impar”. La realidad se impone y, si no estás dentro, o te adaptas siempre a su universo para mantener las relaciones, o se van diluyendo poco a poco; cuando no lo hacen súbitamente.
Pensé que eso no ocurriría con Zíngara, que éramos intocables, que encontraríamos el modo de evitarlo, pero me equivoqué.
Tengo una naturaleza… dadora. Doy… y doy… y doy. Porque en el mundo hace falta que se dé… y porque me siento bien dando. Muy bien, de hecho. Pero doy… hasta que mi dignidad puede verse afectada, hasta que ya no me queda más. Y cuando la despensa se vacía, cuando sólo tú la has ido llenando de víveres durante los últimos años… comprendes que, tristemente, ya no tiene sentido pues hace tiempo que la relación acabó; al menos tácitamente.
Y llega un momento en la vida, o a mí me ha ido llegando ya que ha sido paulatinamente, en que no es ya que no me puedan pedir que siga dando… que siga estando, si los demás no están. Sino que incluso he tenido que empezar a decir cuando “se me exige mi entrega”: “Manos que no dais… ¿qué esperáis?”. Y hacerlo no es fácil. Ni plato de buen gusto.
En casi una década, que es el tiempo en que Zíngara vive en pareja, no sé lo que es tomar un café a solas con ella. Y me llevo magníficamente con su marido, aclaro. Y su niña es un encanto. Pero es cansado que el esfuerzo siempre parta de una… y vas dejando de llamar, de ir, de estar...
La última vez que tuve noticias suyas fue a través de un correo electrónico, hace algo más de tres meses y después de otros tantos de no vernos ni tener prácticamente contacto. Me contaba lo atareadísima que estaba y los planes domésticos que tenía para el día siguiente; incluida la crianza y constante vigilancia de su pequeña de dos años y medio que, hay que añadir, se encuentra en cuasi eterna fase de mamitis absolutis. Me proponía, con la exigencia de responderle en poco menos que unas horas –como si yo viviera con un portátil pegado a mis dedos permanentemente- que fuese a su casa el día sobre el que había elaborado su planning; sábado para más señas. Valoré y concluí: “¿Para qué… para ver como hace el cambio de ropa de temporada de un armario a otro y demás actividades del hogar?”. Y por si todavía después de taytantos desaciertos y desconsideraciones (inconscientes, me consta) me quedaba alguna duda, lo tuve claro. Entre la opción de no tener más plan que ir a la piscina, e ir a su casa… opté por sumergirme en el agua, sintiendo que me enriquecería infinitamente más. Aquel escrito y la respuesta que me provocó no era más que el resultado de una agonía anunciada, a la que yo asistía casi más como observadora y esa era la paradoja porque formaba parte del elenco actoral. Aunque hacía tanto que no me tocaba entrar en escena que… tenía el corazón cansado de esperar mi turno y se me había ido olvidando hasta el papel que me correspondía en la obra.
No me sorprendió pues mi reacción. Le respondí, empleando la misma vía de comunicación, que no me apetecía su propuesta, que sabía de sus ocupaciones, que yo también tenía aunque conjugase el verbo en singular. Pero que si algún día lograba arañar al reloj algunos minutos y deseaba conversar tranquilamente, sin prisas, sin interrupciones, sin otras ocupaciones... con espacio para nosotras, ya sabía donde encontrarme. Su silencio fue la respuesta, así que sin pensar demasiado en el asunto deduje que ya no quería saber más de mí. Casi ni me hizo falta elaborar duelo, porque lo fui realizando poco a poco viéndolas venir, en los años anteriores… De modo que, salvo una ligera sacudida emocional-sentimental inicial, pude quedarme con lo bueno vivido y seguir mi camino. Claro, con una cicatriz más.
Esta mañana un muro nos separaba, literalmente, ya que Zíngara estaba en la arena y yo caminaba por el paseo marítimo. Me encontraba en un estado de tranquilidad pasmosa. Ella en cambio estaba nerviosa… saltaba de cuestiones superficiales de la cotidianeidad a… “lo nuestro” y viceversa. “Estoy sufriendo por ti” dijo en un par de ocasiones… haciendo pucheros casi como una niña y derramando lágrimas intermitentes. He tenido que abrazarla, para tranquilizarla, a la par que le decía: “No sufras… no hay que sufrir”.
¿Cómo hacerle comprender que es ella quien no concede el menor espacio a una amistad que ya ni recuerdo cómo era? ¿Cómo hacer que entienda, si ni podemos hablar, que lo que le hace sufrir verdaderamente no soy yo… no es mi ausencia… sino la realidad? La impepinable realidad de que no encuentra un lugar, por mínimo que sea, para nosotras. Que un nosotras… se compone de dos y no de una.
Cuántos universos diferentes que quisieran confluir pero resulta imposible. Cuántas despedidas… que desearíamos no fueran, pero que son. Dice que tenemos que hablar, pero que antes necesita expresarme algunas cosas por escrito. No sé qué pasará pero sí sé que es ella quien debe saltar ese muro que esta mañana nos separaba… tiene que saltarlo. Si lo hace… posiblemente esté mi mano al otro lado para ayudarle a dar el brinco… y quién sabe si con la que el viento se llevó ya de regreso. Quizás entonces podamos volver a ver alguno de aquellos atardeceres en los que contemplábamos a Don solete cuando se iba a dormir. Y cuando rayaba con su esfera en el horizonte cerrábamos los ojos… porque ambas sabíamos que ese era el momento justo en que la gran bola dorada recibía los deseos de los soñadores del mundo, esperando ser algún día los afortunados de sus favores…
Y tal vez, con ese ocaso, volvamos a amanecer de nuevo... juntas...
Veremos qué ocurre. En cualquier caso, suceda lo que suceda… si las aceptamos las cosas son como son. Y si no las aceptamos… las cosas son como son.
Y yo necesitando unas vacaciones tranquilas, la-ri-la-raaaaa… tienes que dar un pocoooo, recibir un pocooo y dejar que tu pobre corazón suuufraaaa un pooocooo. Así es la historia y la gloria del amoooorrrrr...
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Digo yo...
Con cosas como esta y otras tantas de naturaleza similar (sin obviar las de índole diametralmente opuesta), a menudo deshojo la margarita que conforma al género humano y que me invita a amar o a deplorar a mi especie. Unas veces en el último pétalo que queda prendido se lee… filantropía. Otras… misantropía. Adivinen cuál ganó hoy.
Y a propósito… ¿quiénes son las bestias?
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Momento "deshojando la margarita" y una auténtica premonición de lo más mariquita...