Producciones “Leve National (en el) Geographic” presenta... “
Durante y después de un almuerzo navideño de compañeros de trabajo”.
Viernes 11 de diciembre, 15:30h. Entre aperitivo, comida, postres, café... tres horas largas pasamos en el restaurante elegido para el evento. Un menú de degustación selecto. Todo rico, rico, riquíííísimo, con el añadido de que estamos verdaderamente contentos y, obvio, se respira en el ambiente.
Generalmente tras la comida me retiro a mi hogar dulce hogar, por lo que –salvo que haya olvidado alguna excepción- hacía mil años que no visitaba un bar de copas; al menos el de moda modísima. Aunque sí que intenté en anteriores ocasiones prolongar un poco más la celebración. Pero al abrir las puertas del local escogido... me topaba con una multitud, un exceso de decibelios que casi obliga a hablar por señas, humo,
humores y demás... que me hacían desistir de inmediato y ni siquiera llegaba a entrar.
Sin embargo, posiblemente debido a que el año pasado no asistí a la comida por causas ajenas a mi voluntad, tenía cierta necesidad de resarcirme así que, cual LeveIndiana Jones, decido lanzarme a la aventura; independientemente de los peligros con que me tope (asumirlos forma parte del oficio de...
“reportera más dicharachera”).
A la zona de
marcha aquí se le llama “Centro”. Y como ya estamos en el susodicho no hace falta ir, je. Al cruzar el umbral de “Geographic” (nombre del bar en cuestión) hay relativa suerte: la distancia entre individuo e individuo (o individua, claro) supera los diez centímetros cuadrados de espacio... pa’ que corra el aire. ¡Bien, podré hasta bailar!... medio desplazándome; pienso para mis adentrados adentros. Asimismo el humo reinante no convierte –aún- el lugar en London, y la música está a fuerte volumen sin reventar los tímpanos –también aún, pero tardará poco en cambiar-, ni obliga –todavía- a los órganos internos a bailar una sardana por las vibraciones que escapan de los bafles. En paralelo, por las miradas que lanzan los machos a nuestro paso y por los sonidos guturales que fluyen de sus gargantas, parece que la especie a estudiar por la experta en levezoología será el
Homo sapiens, pues es la que predomina. ¿Sapiens?... ya veremos, ya veremos, no adelantemos conclusiones. Si puedo asegurar en este momento que la mayor parte de machos y hembras son adultos, con edades mediando en la franja que va de la treintena a la cincuentena. Matizo que en mi grupo hay varones y por ende podrían tratarse de nuestros “parejos”, pero al resto le da igual porque... ¡es Navidad y todo vale!
Primeros interrogantes: ¿No se supone que hay más mujeres que hombres en el mundo?... ¿Y por qué aquí es al revés? Ya sé... las mamás vuelven a sus casas, para cuidar de la prole, tras la comida. Pero los papás siguen la fiesta... ¿y el intento de caza?... digo ¿el ritual del cortejo?... ¿Va a ser que seguimos como en la época de las cavernas, pero con los roles disfrazados, o si acaso ligeramente modificados aunque firmes en su base?
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Me paso gran parte del tiempo como bola de billar (recurso este aprendido en mi época moza en la que... ¡el patio estaba mal pero no tanto!) desplazándome de esquina a esquina, pero evitando el choque –incluso el mínimo roce- con alguno de los machos alfa, o beta, o gamma... de las diversas manadas distribuidas en la geografía selvática en la que me encuentro. Por un momento me creo Sigourney Weaver interpretando a la naturalista Dian Fossey en un remake de “Gorilas en la niebla”. Con la diferencia sustancial de que en realidad yo NO quiero preservar a las distintas poblaciones de especímenes, sino que deseo que lleguen los furtivos y me quiten de encima a tanto pesado gorila dominante (aspirante en realidad) que circunda prácticamente a toda hembra que detecta, intentando –sin éxito en la mayoría de ocasiones- aparearse. O lo que es peor, reintentando. En cualquier caso... la circunstancia no impide que esté disfrutando de lo lindo, ya sea sola en mis bailes, o en bailes con mis compañeros-as, o con mis compañeros-as sin baile de por medio.
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Tengo necesidad de ir al tocador... (¡uy qué cursi!)... al servicio quiero decir. Debo atravesar tooooooodo el bar, pues se encuentra en la entrada. A mi regreso, en mitad del trayecto, surge al frente un pulpo de especie enana (¿molusco minúsculo?... conste que no por la altura externa -aunque sea bajito- sino por la interna), que abre sus tentáculos de par en par con la evidente intención de rodearme para –supongo- apretarme el body y besarme ¿en las mejillas? (sobarme en resumidas cuentas), mientras de su pico sale un: "¡Feliz navidaaaaadddd!".
Lo que no sabe el octópodo es que a quien ha elegido como presa no es cefalópoda sino sirena y en consecuencia más resbaladiza que una anguila. Pero esta vez no me zafo, sino que le planto cara, digo cola, le trinco los brazos y le echo p’atrás con un: “¡Quieto paraooooo!... ¿qué crees que vas a hacer?”. Justo en ese instante percibo que algo se ase con intensidad a cierta parte de mi anatómica anatomía. Mi esternón siente
una gran opresión y en mi interior escucho ipso facto palabras de dudosa reputación sonora (vamos, un...¡MALDICION, RAYOS Y CENTELLAS!... a lo bruto e irreproducible aquí por grosero de más), pero respiro profundo, me giro y pregunto expresamente (alto, claro y con voz de poco, ejem... nada amiga):
“¿QUI-EN ME HA TO-CA-DO EL CU-LO?”.
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Peeeeeeero, como buenos cobardes patéticos, los tres pulpos que hay a mi espalda -séquito del pulpoliliputiense- ponen cara de no haber roto un plato en su vida... digo de no haber agarrado a traición y por la espalda un glúteo (literal) a una fémina desconocida en su vida. Dado que no contestan les dejo un mensaje a los cuatro amigos (más alto y claro aún que la pregunta):
“SI HUBIERE UN SEGUNDO INTENTO... LA CORTO. LO QUE NO DIGO ES SI LO QUE CORTO ES LA MANO...”. Lo triste es que tienen pinta de... "normales”. Y seguramente también tienen a la... “familia” en casa. Más triste aún.
El desagradable episodio me toca las gónadas cambiándome el humor y por fin llego donde está mi gente.
- Andrés... me acaban de tocar el culo. De agarrarlo en realidad.
- Y más que te lo van a agarrar...
- ¡Ay qué mayó estoy pa’ según qué!... Estos sitios están peor que cuando los dejé hace mil años. ¿Es siempre así o se trata de un “especial de Navidad”?
- A altas horas de la madrugada suele ser el ambiente reinante. Pero hoy se adelanta el reloj porque coinciden muchas comidas de empresa y ya sabes, la sobremesa, las copitas...
Julia, mi amiga-jefa, habla con Andrés de mí pero no entiendo qué dicen. Sueltan algo parecido a que si me pillaran a las seis de la mañana me devorarían... Creo incluso escuchar entre los –ya sí- tropecientos decibelios algo como que los machos (alfa, beta, gamma...) me consideran carne fresca por no ser habitual o
parroquiana. ¿Cómorrrr? ¡Pero si pa’ curarme en salud me he vestido de colegiala!, o así me ha etiquetado el propio Andrés. Muy mona (que no gorila, ¡eeeeehhh!) eso sí, pero colegiada al fin y al cabo. Entonces no quiero ni pensar si hubiera elegido un modelo muhé-muhé y entaconá... ¡Ains de la que me libré!... ¿De la que me libré?
Opto por olvidarme de los animales marinos y sigo pasándomelo bien. En un giro bailongo observo como un ave rapaz estrigiforme (
uséase nocturna y solitaria ella), a la que inicialmente había confundido con una babosa por expresiones varias de su faz así como por sus movimientos, que ha estado soltándome graznidos varios y persiguiéndome con afán de apareamiento, ha encontrado una hembra con el mismo nivel de celo y están al punto de la cópula (también literal). ¡Madre del amor hermoso qué arrebato de pasión carnal desenfrenada!
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Contenta desvío la mirada pensando: "¡Una garra menos!" y también me pregunto: "¿Pero qué (...) hago yo aquí?". Comienzo a elaborar la conclusión final. Documento lo relatado desde la leveperspectiva de quien no bebe “alcohol duro” (otra cosa son los vinitos del almuerzo, ya algo más que metabolizados y eliminados dadas las horas transcurridas desde la ingesta), con el despeje que eso representa sobre la mayor parte –si no totalidad- de individuos-as que me rodean. Aunque naturalmente hay quien insiste –concretamente un compañero, muy majo él- en que tome al menos una copa. “¿Qué parte del "NO" no entiendes?”, le digo... Con lo feliz que le hace a mi gaznate el “Nestea”. ¿Por qué cuesta tanto comprender a algunos-as que se pueda estar en un bar de copas sin tomarse una... de alcohol?
Llegada a este punto estimo que mi criterio no se equivoca al determinar que, en resumidas cuentas, el lugar no es otra cosa que una auténtica jungla lleniiiiita de depredadores.
O lo que es lo mismo, pero botánicamente hablando, un campo sembraííííto de...
capullos que no florecen .
No obstante hay trabajos doblemente enriquecedores, como ha resultado ser este. Además de permitirme pasarlo muy bien (al margen de la constante fauna a espantar en “Geographic”) con mis compañeros fuera del entorno laboral, este
rodaje me ha hecho recordar con detalle las razones de porqué dejé de ir a los bares de copas, incluso puntualmente. Al mismo tiempo me reposiciona en mi habitual actitud y tras la cena que tengo el próximo viernes con mis danzarinas orientales... va a “seguir la juerga” Rita la cantaora. Diecisiete mujeres, hágase cargo el respetable... ¡menudo
reclamo!
Así pues... bares de copas de moda... ¡hasta dentro de dos mil años! ¿Opinión sobre la mayoría (mayoría es distinto de totalidad) de los componentes del género masculino? Valgo más por lo que callo que por lo que hablo. Dicho lo cual... me consta que posiblemente con esta entrada me granjee alguna antipatía a partir de ahora, pero... así fueron (son) las cosas, así las hemos contado.
En realidad no me resisto a un apunte: es una pena, penita, penaaaa, penaaaa, penaaaaa de mi corazóóóóón, que me corre por las venas, penaaaa, lo mismito que un ciclóóón... que haya tanto varón que
piense con la cabeza que no lleva precisamente sobre los hombros. ¿Sapiens? Pues sí... pero no.
Menos mal que también existen otro tipo de hombres...
aquellos que lo son, de verdad. ¡Aunque parecen estar en vías de extinción! Son tan poquitos los ejemplares que quedan...
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